Marta Orriols: «Dudo que ninguna mujer quiera quedarse en el papel de víctima»

En ‘A l’altra banda de la por’, su última novela, indaga en la angustia y la fragilidad de una mujer de mediana edad

25 febrero 2025 20:53 | Actualizado a 26 febrero 2025 07:00
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Marta Orriols debutó como escritora en 2016 con los cuentos de Anatomia de les distàncies curtes (Periscopi). Desde entonces ha ido diseccionando los matices, indagando en los pequeños detalles que muchas veces lo dicen todo. En su última novela, A l’altra banda de la por (Proa/Destino), Joana, una mujer de mediana edad, es una profesional de éxito con un cargo en el MNAC. Pero, al mismo tiempo, su vida personal se vuelve frágil. Sus hijos han crecido. Su exmarido será padre de nuevo. El amor o el desamor, la belleza, la soledad o el paso del tiempo son algunos de los temas sobre los que reflexiona. Orriols estuvo en Tarragona para presentarla en la Llibreria El Soterrani.

¿Qué hay al otro lado del miedo?

La capacidad que tenemos de control. De controlar nuestras vidas. A veces parece muy fácil, pero cuesta mucho. Incluso con un personaje como Joana, que nos representa a muchos. Al menos a mí.

A muchas.

Sobre todo. Es una mujer que tiene un trabajo, ciertos privilegios y es consciente. Pero a pesar de todo tiene una sensación de vacío, de incertidumbre y pienso que nos caracteriza muchísimo.

¿Hay muchas cosas de usted en Joana?

No soy yo, pero quizás es la novela en la que más cosas haya. Es muy reposada y lo necesitaba porque tengo la sensación de que todos vamos como cabras, muy rápido en el mundo y que, sobre todo, hay mucho ruido todo el tiempo a nuestro alrededor. Cada vez más necesito encontrar momentos de pensar, de ordenar. Y la novela me ha servido para esto. La intención era reflexionar sobre el amor, imagínate, y al final ha salido una novela muy introspectiva, muy calmada.

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Es cierto. En Joana hay una dicotomía entre la restauración de las obras de arte y su mundo, que se cae a trozos.

En su vida profesional ella se siente muy segura y sabe perfectamente cómo tiene que acercarse a estas obras que más o menos están envejeciendo y parte de su trabajo son esas curas tan delicadas. Al mismo tiempo, en su vida personal es donde se muestra mucho más vulnerable. Y creo que eso también es muy característico ahora. En el trabajo somos capaces de todo y en casa, a veces, no hay nadie que nos pueda valorar o ayudarnos a levantarnos. A pesar de todo, a ella ya le va bien estar sola. Es un personaje solitario y es en esa soledad donde estas curas que ella dedica tanto a los hijos como a las obras, le faltan.

Un museo, una sala vacía, un vigilante.

Es un personaje que no tenía previsto. Cuando me documenté, Carme Ramells, la jefa de restauración y conservación preventiva del MNAC, me explicaba que una de las cosas que le gustaba más era la revisión de salas cuando el museo estaba cerrado. Van solos, con unas linternas.

Qué miedo.

Ella no me lo explicaba con miedo, sino como una cosa fascinante. Yo me imaginaba a una mujer sola y pensé que sería ideal que surgiera una historia de amor, ves a saber con quién. De repente, hice aparecer un personaje masculino. Realmente, la literatura a veces te lleva a lugares a los que no querías ir. Yo no quería hablar de acoso, pero iba hacia allí y te das cuenta de que escribir hoy en día sobre un personaje femenino y que te salga sereno, donde todo va bien, es muy difícil porque en la vida pasan estas cosas. No me interesaba tanto el acoso en sí como la confusión que puede provocar.

En ella misma.

Sí. Nos ha pasado toda la vida. Prácticamente todas podemos levantar la mano y decir que nos ha pasado una cosa similar o nos dieron un beso sin pedirlo. Lo que ocurre es que ahora tenemos un lenguaje político que, por suerte, cuida nuestra intimidad. Pero eso no quita que haya una confusión. A mí no me gusta hacer ningún tipo de moral en los libros, pero me parecía relevante este matiz. Ella no le quiere dar entidad a este agresor porque tampoco lo considera un agresor. Sabe que él tiene una actitud inquietante y muy reprobable, pero prefiere enfrentarse sola. Es decir, nos ponen en el mismo saco a todas y es obligatorio denunciarlo públicamente. Pero ya es suficientemente delicado como para que cada una haga lo que quiera. Dudo que ninguna mujer quiera quedarse en el papel de víctima. Todo el mundo quiere levantarse y seguir, pero cada una lo hace como puede.

Hace una defensa de la belleza, en el arte, pero también en las pequeñas cosas.

Para mí es importante la belleza y creo que prácticamente no se habla nunca. Vivimos en un mundo tan virtual, que no digo que la belleza no se pueda encontrar en el mundo virtual, pero la de toda la vida... Desde un cuadro a una canción o un paisaje. Es importante pararte y darte cuenta de que vivimos en este mundo, este de aquí, poderlo observar y disfrutarlo porque es algo regalado y gratuito y la mayoría de veces no somos conscientes. Ella se encuentra con Mateu, que también es un compositor que muy cuidadoso con estas cosas.

Un amor para intentar recuperar su vida.

Es el empujón que le hace falta. Todo el mundo avanza, su exmarido se vuelve a casar...

«Pintoras como Vidal, que tuvieron mucho éxito, que expusieron, que vendieron obra y que la historia las ha olvidado. Y es como un patrón. Ahora se está haciendo una gran revisión»

...También común. Con una persona 15 años más joven.

Un clásico ¿Verdad?. Joana se queda ahí. Ha logrado todo lo que se esperaba de ella. Pero ¿ahora qué? El reencuentro con este hombre hace mover las piezas. Me gustan las historias en las que los movimientos son pequeños.

Olores, sensaciones, la cocina de la madre... ¿Usted cocina?

Soy un desastre. Pero me da rabia porque aprecio mucho la cocina. Cuando la gente me cocina, encuentro el gesto muy bonito. Mi madre cocina de maravilla y a veces le he pedido que me enseñara, con una libreta. Lo he intentado, pero la cebolla se me quemaba en dos minutos. Al final pensé que te tiene que salir de dentro. Pero me encantaría cocinar. Soy de las que abro la nevera y pienso ¿y ahora qué hago?

Entre las obras de las que habla está ‘La batalla de Tetuán’, de Marià Fortuny.

No he querido hablar de los cuadros desde un punto de vista técnico ni muy historicista. Precisamente, creo que la novela lo que defiende o lo que Joana defiende es que nos tenemos que acercar al arte de otra manera.

Bajarlo del pedestal, dice.

Exacto. Me parece muy importante. Con la literatura también lo hacemos, lo elevamos todo a una cosa tan intelectual que pierde la esencia si lo envuelves de teoría. En parte, la intención inicial de un artista es que puedas estar ante una obra y dejarte llevar con lo que te despierta.

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Ha escogido unas cuantas.

Iba haciendo sobre la marcha. Fortuny es un gran pintor, conocidísimo por todo el mundo, pero, por ejemplo, Lluïsa Vidal, que aparece con el Autoretrat... Yo estudié Historia del Arte y nunca nadie me habló de ella ni de ninguna otra pintora. Como mucho me explicaron Frida Kahlo, que ahora, pobre, la hemos convertido en un icono pop prácticamente. Pintoras como Vidal, que tuvieron mucho éxito, que expusieron, que vendieron obra y que la historia las ha olvidado. Y es como un patrón. Ahora se está haciendo una gran revisión, aunque todavía queda mucho por descubrir. Muchas personas me han dicho que no conocían a Vidal y pienso, mira, solo por el hecho de que la hayan descubierto, ya vale la pena haberla escrito.

Gaza, Hamas, el cambio climático...

Diría que todas mis novelas son bastante contemporáneas con un interés por captar los códigos de nuestro tiempo. Es cierto que todo lo que está pasando en el mundo actualmente ha ocurrido siempre antes, mil veces, conflictos eternos como el de Gaza, los gobiernos de derecha otra vez en auge. El mundo en manos de cuatro hombres blancos supremacistas chalados y multimillonarios. Ha pasado muchas veces. Pero a diferencia de cualquier otra época, tenemos una amenaza climática brutal. Y parece que estemos totalmente inmóviles. Tiene que haber una manera de enfrentarnos.

Joana, lo que hace, es replantearse la vida.

Sí, al final hay una pequeña revelación, prácticamente en la última página. Quizás la única solución que nos queda es mirárnoslo todo desde fuera. A ver cómo lo conseguirá Joana.

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