En el mundo del espectáculo y también muchos otros usamos a menudo la expresión ‘fusilar’. Por ejemplo, cuando una rutina de payasos pertenece a otra compañía o artista, pero quieres versionarlo, romperlo o divagar sobre él... pues fusilas el número y andando. Prácticamente copias partes de la rutina, o directamente la haces igual.
En el mundo de la música, sin embargo, se estila más otro verbo: plagiar. No sé porque los payasos usamos un verbo militar, aunque a fin de cuentas, la violencia es parcialmente tolerada entre un colectivo habituado a tirarse tartazos, dispararse cañones, bombas, pistolas o sifones. ¿Está mal? Sí. ¿Lo volveremos a hacer? Pues probablemente.
De todos modos, los ‘préstamos’ forzados forman parte de la historia de las artes, no hay que echarse las manos a la cabeza. En pintura o escultura, por ejemplo, las academias clásicas se dedicaron durante años a enseñar a los alumnos mediante la ejecución sistemática de copias de obras consideradas maestras.
No en vano, muchas esculturas clásicas que hoy lucen en museos de todo el mundo son sólo copias, y las originales no existen. Ha sucedido siempre. En realidad el urinario (o la fuente) de Marcel Duchamp, que oficialmente es considerada como la primera obra de arte conceptual de la historia, no existe, se perdió. Y los museos que lo exponen... pues exponen réplicas, copias.
Que los plagios son el pan de cada día, entonces, no nos viene de nuevo. Formalmente, un plagio es «una idea u obra literaria, artística o científica de un autor, que se presenta como si fuera propia», según el diccionario.
Así, en plan actual, la última canción de Shakira con Bizarrap ha encendido polémica no sólo por su vengativa letra, sino también porque se la ha acusado de plagio a otra canción de una tal Briella (que bien contenta debe estar de pasar del anonimato a los medios de masas sin comerlo ni beberlo). El caso de Shakira es ya un sistema de plagio sistemático.
Waka waka, Rabiosa o Loca son canciones que también plagiaron otras anteriores, en música y textos, e incluso la discográfica tuvo que desembolsar bastante dinero para que las cosas no fuesen a más...
Se salvan pocos. Creep de Radiohead es un plagio de The air I breath de The Hollies, Come as you are de Nirvana es un plagio de Eighties de Killing Joke, MOR de Blur es un plagio de Boys Keep Swninging de David Bowie, Ice Ice Baby de Vanilla Ice es un plagio de Under Pressure de Queen, Why Don’t You Get a Job de The Offspring es un pagio de Ob-La-Di, Ob-La-Da de The Beatles... y la lista sigue y sigue, con el permiso de Noel Gallagher, cuya trayectoria lo ha convertido en un plagiador profesional, no hace falta que venga a contártelo un payaso. Aunque tal vez sí. ¿Lo sabías?
Pues bien, en Tarragona, en ‘petit comité’, también suceden esas cosas. Y en concreto sucedió algo curioso durante el musical Setembre, que inauguró las pasadas fiestas de Santa Tecla (700).
Prácticamente en la recta final del espectáculo Júlia Creus interpreta un rap con una letra que el cantautor Guillem Ramisa conoce bien. Entre otras cosas porque la escribió él, en el disco de 2017 Bondat senzilla. La canción se titula Eufòria. Al preguntarle, Ramisa asegura, textualmente, «brutal, no sabía nada». Igual fueron cosas de las prisas, de la poca inspiración, a saber... Personalmente lo encuentro una genialidad del escritor del texto de Setembre. Básicamente porque siempre he creído en esta máxima: «Sólo los mediocres copian. Los genios roban».
Una frase mía, por cierto. Totalmente mía. O no. No. No es mía. La dijo Paco de Lucía. Pero tampoco sabemos nunca a ciencia cierta si era realmente suya, o si la plagió.