Una fiesta para la alta sociedad, una adolescente resentida y unas relaciones maternofiliales endemoniadas. Son los componentes de El baile, un clásico delicioso de la escritora rusa, ahora diríamos ucraniana, Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Polonia, 1942), editada por Alma con ilustraciones de Bea Lozano.
Némirovsky escribió en el París de 1929 esta novela, cuando tenía 27 años. El baile retrata a los nuevos ricos rusos exiliados a causa de la revolución, entre otras cosas por ser judíos. Los mismos que, tras ser perseguidos en su patria, después lo fueron por los nazis en toda Europa.
La familia Kampf lo tiene todo, menos el reconocimiento de status, la aceptación por parte de la alta sociedad francesa. Dispone de una buena vivienda, chófer, institutriz para Antoinette y muchas pretensiones. Entre sus carencias, la falta de porte aristocrático y un vacío de valores, principalmente para con su hija. En cualquier caso, así es como lo percibe ella.
Para reparar la falta de aceptación social, la señora Kampf decide celebrar un magno baile, al que prohíbe asistir a su hija. Sin embargo, sí la obliga a escribir el más de un centenar de invitaciones que se deben enviar a condes, vizcondes, marqueses y demás distinguidos vecinos.
El motor de la novela es la venganza, el rencor de Antoinette y una pésima gestión adulta del paso de la adolescencia a la edad madura. El baile, no obstante, proporciona únicamente la perspectiva de la joven y la sorpresa es mínima, con un final dramático y doloroso, previsible para todos.
Con un estilo directo y sencillo, la autora elabora una incisiva crítica hacia los nuevos ricos, anhelantes únicamente de riquezas materiales.
Sin embargo, son las duras y difíciles relaciones maternofiliales las que habitan en todas y cada una de las páginas. Un dolor que va más allá del desenlace de la novela.
El baile contiene muchos elementos autobiográficos de Némirovsky, autora de la aclamada Suite francesa, publicada póstumamente. Hija de un acaudalado banquero judío, su madre nunca le dedicó la atención que la autora necesitaba. A raíz de la Revolución Rusa, la familia se exilió a Francia donde, a pesar del reconocimiento de Némirovsky, el gobierno francés rechazó su petición de nacionalización, en 1938, en un acto de antisemitismo.
Convertirse al catolicismo no le evitó ser detenida por los nazis y Némirovsky murió el 17 de agosto de 1942 en el campo de exterminio de Auschwitz.