En el siglo XVI, en una aldea en las tierras fronterizas de la Cerdanya, zona de paso de peregrinos y sanadoras que venden sus remedios curativos, una niña, Núria, es rescatada por una curandera albina, Adaleda, convencida de que es la aprendiz que esperaba, la destinada a transmitir en el futuro las recetas y sortilegios del libro de El legado, escrito en una lengua extraña. Brujería, supersticiones y amor se dan la mano en Senderos de estrellas (Maeva), la primera novela de Marta Renato.
¿Por qué las brujas?
Desde siempre me ha parecido una figura muy interesante por el papel que ha cumplido en la sociedad de entonces y en la historia. Eran mujeres que se transmitían sus conocimientos de madre a hija y simplemente por albergar este saber que los demás no entendían del todo, las acusaban, pero era más por intereses propios, ya que acusaban a las personas débiles, las que no tenían quienes las protegiera, aisladas de la sociedad. Era una figura ambivalente. Por una parte, la gente acudía a ellas para intentar curarse de sus enfermedades, pero por otra, tenían cierto recelo y no acababan de integrarlas en el pueblo o la sociedad en la que vivían.
Si hubieran podido estudiar medicina como ellos, esto no hubiera ocurrido.
Exacto. Los únicos autorizados a estudiar medicina y a acudir a las escuelas eran los hombres y también estaba bien visto en las religiosas, en los monasterios donde se hacían enfermeras porque había hospitales y boticas. Sin embargo, si una mujer se salía de este contexto religioso ya podía levantar sospechas.
¿Ha tenido acceso a la documentación sobre la caza de brujas?
Más que documentación, acudí a charlas, hice algún curso y también fui a exposiciones. En la novela Sendero de estrellas, el caso de brujería que describo no se basa en ningún hecho real, no está documentado. Pero sí que leí muchos casos reales para inspirarme, para conocerlos y para hacer algo verosímil.
¿Se dieron muchos casos en la Cerdanya?
Sí. La mayoría fueron un poco posteriores a esta época porque mi novela se inicia en 1522. Hubo en la Cerdanya y por todo el Pirineo, sobre todo en zonas rurales y aisladas.
Usted es especialista en plantas medicinales. ¿Cree que se está perdiendo esta sabiduría?
Soy doctora en biología vegetal y las plantas medicinales no formaban parte de mi investigación, pero siempre en la facultad he tenido el interés de asistir a todas las charlas, a todos los cursos sobre este tema. Creo que sí que se ha perdido este mundo que se transmitía de generación en generación, en el seno de las familias, más que nada por el cambio de vida del ámbito rural a urbano. Ahora todo el mundo vive alejado de las plantas. Vas por el campo y solo sabes nombrar tres o cuatro de las que tienes a tu alrededor y yo me incluía. Entonces, sí que hay un esfuerzo por recuperar este conocimiento tradicional, existen grupos de investigación que están intentando reunir toda la documentación, con entrevistas con gente mayor, sobre todo a partir de las mujeres mayores de los pueblos, antes de que se pierda del todo.
Hábleme de sus protagonistas.
Núria es el personaje principal que, cuando arranca la novela es una niña de 10 años que se ha quedado huérfana y la acoge como aprendiz una curandera que vive en una aldea remota, escondida en una cueva para evitar sospechas. Ella aprende todos los remedios que le enseña basados en conocimientos ancestrales y en un libro muy antiguo que lo considera sagrado, dogmático. Descubre que es su vocación y que además se le da bien, aunque no se resigna a este estilo de vida aislada, que supone quedar fuera de la sociedad, por lo que a los 15 años se rebela contra su maestra e inicia un viaje para descubrir a la familia que le queda.
Ahora un curandero está tocado por Dios. Antes eran aprendices.
Actualmente, la figura viene más de Latinoamérica, de estos curanderos relacionados con diferentes ritos, misterios y divinidades, pero entonces era una figura que se encontraba en todos los pueblos porque la gente no se podía permitir ir a un médico ni a cirujanos ni nada por el estilo. Al mismo tiempo, la Iglesia los tenía mal vistos, así que no estaban relacionados con ningún tipo de divinidad.
Sin embargo, la Iglesia no perseguía a las brujas...
Normalmente, la Iglesia no era quien echaba leña al fuego en estos procesos. Surgían de un conflicto local. Alguien en el pueblo que tenía un interés particular, ya fuera para ganar méritos o porque quería algún bien de esa mujer, empezaba las acusaciones. Muchas veces la Iglesia incluso llegaba para poner un poco de orden porque se hacían juicios populares y acusaciones. También está la figura de los predicadores, hombres que iban de pueblo en pueblo diciendo que eran expertos en reconocer brujería y se ganaban la vida así. Y en muchos casos eran pseudorreligiosos, se llamaban ellos mismos mensajeros de Dios. Por ello, he intentado plasmar en la novela el miedo y la incertidumbre de no saber cuándo les podía tocar.
Para vivir la vida que se quiere ¿qué precio se tiene que pagar?
Yo creo que depende del entorno familiar en el que vivas. Por ejemplo, yo he tenido bastante libertad, pero sé que hay gente de la que su familia y mentores esperan que vayan por un camino determinado. Por suerte, esto cada vez mejora y ahora se respeta más la libertad del individuo de poder escoger su propia vida, pero hasta hace muy poco eran así las cosas, que la familia o el entorno en el que crecías te indicaba lo que tenías que hacer. En el caso de mis protagonistas, se rebelan contra esto.
¿Qué destacaría de la novela?
Los lugares emblemáticos que aparecen, muchos de ellos es porque les tengo especial cariño. A mí me encanta hacer visitas guiadas, visitar museos y siempre que llegaba a un lugar y descubría alguna curiosidad que me llamaba mucho la atención, luego investigaba mucho más y muchos de estos lugares son los que aparecen en la novela. Por ejemplo, en la Cerdanya se encuentran las aguas termales de Dorres. También están la farmacia antigua de Llívia, la catedral romática de la Seu d’Urgell, el Call jueu de Girona, que acogía a muchas familias judías que en teoría eran conversas o el monasterio de Pedralbes y los lugares de Barcelona como el Hospital de la Santa Creu y la Calle de la Especiería, que era donde estaban los boticarios. Porque los boticarios también eran considerados especieros porque traían especies de las indias. Ahora es la calle de la llibreteria.