Janice Hallett, autora de ‘La apelación’, regresa con ‘El código Twyford’ (Ático de los Libros), un cozy crime para el verano donde el lector tendrá mucho que decir. En él Edith Twyford es una famosa escritora de libros infantiles de la que se rumorea que creó un código con su nombre: una serie de pistas ocultas en sus obras que nadie sabe a qué conducen exactamente. Un código que le ha traído no pocos problemas a Steve Smith, desde que era niño. Por ejemplo, posiblemente por su causa desapareció la señorita Bush, una de sus profesoras. Años después Steve está decidido a averiguar qué le ocurrió, aunque no será fácil porque el código Twyford esconde secretos que algunos harían cualquier cosa por poseer... y Steve Smith no es el único que sigue su pista. ¿Logrará ser el primero en resolver el misterio del siglo?
Esta entrevista se hizo con la interpretación simultánea de Júlia Llàcer.
Igual que en ‘La apelación’, convierte al lector en el investigador en ‘El código Twyford’.
Sí. De hecho, es una experiencia que lo involucra y así como en la primera novela había la figura de dos abogados que iban leyendo las pruebas, en este caso es el mismo lector el que descubre el misterio. Así es que he progresado y he hecho que la vivencia sea aún más inmersiva y no ha sido intencionadamente, sino de forma accidental.
¿Cómo se le ocurrió presentarlo en forma de transcripciones?
La idea surgió porque quería escribir una novela diferente de La apelación, en la que había muchos personajes femeninos y en este caso, quería hacer servir como punto de partida un único personaje que fuera un hombre. Entonces, no sé bien cómo explicar lo que me pasó, pero en aquel momento apareció Steve Smith y yo podía escuchar su voz, podía escuchar lo que me estaba contando y, simplemente, lo transcribía. Llegué a la conclusión de que era un personaje que, como no podía ni leer ni escribir, tenía que contar su historia mediante transcripciones. Así fue como empezó.
¿Por qué un personaje que no sabe leer y este barrio tan empobrecido?
Para esta novela me dejé influir por diversos elementos. Por una parte, siempre he sido una persona muy lectora, descubrí muy pronto el poder de las historias, de las palabras y esto, a nivel educativo y también laboral, me ayudó, ya que expandió mis horizontes de manera pasiva antes de que yo lo hiciera de forma consciente. Los libros tienen mucho poder, pueden potenciar la empatía y esto también implica que las personas que no pueden leer no la viven de la misma manera. Por otra parte, crecí en una zona de Londres conflictiva, donde conocí a muchos jóvenes que, por su situación personal, acabaron en el mundo de la droga y del delito. A causa de estas experiencias se inicia la novela, mirando en perspectiva, desde un punto de vista más adulto, las vivencias de estas personas que se convirtieron en peligrosas desde muy pronto. Esto es lo que me ha inspirado a crear un personaje con un largo recorrido, una historia complicada y que ha sobrevivido.
Uno de los personajes apunta que con educación y trabajo duro estas situaciones se superan. ¿Es posible?
Es un tema polémico. Desde mi punto de vista, el acceso a la educación es clave porque sin ella las personas no tienen la oportunidad de poder escapar de los estándares que los limitan. Es una consideración política muy importante y todavía no se ha encontrado la respuesta definitiva, pero sin duda, tenemos que tratar de dar salida a estas aspiraciones sociales y la educación debería ayudar. Yo espero que estas situaciones mejoren para todos los Steve Smith del futuro.
¿Un código secreto de la Segunda Guerra Mundial haría temblar los cimientos actuales?
No sé si se podrían aplicar las variables que se daban en 1940 o si todo ha cambiado demasiado. Es interesante porque todavía hoy hay recuerdos vigentes de la Segunda Guerra Mundial. En Reino Unido, por ejemplo, quedan bombas que no han explotado.
La autora que incluye los códigos, ¿es una espía?
Podría serlo, sí. De hecho, al final del libro hay preguntas que quedan sin respuestas y es una manera de dar posibilidades al lector para hacerlo pensar y reflexionar. Sobre todo, el mensaje final es que hay que creer en las posibilidades. Smith tiene que creer en ellas para salir de la situación en la que se encuentra.
Cada miembro del grupo de Smith escoge unos recuerdos para crear el puzle. ¿Cómo juega la memoria con nosotros?
La historia es así, cada uno recuerda las cosas que sucedieron de forma diferente, lo que quiere decir que los que crean la historia son los ganadores y cada uno tiene su versión. Personalmente, también con mis amigos del colegio, cada uno de nosotros recuerda de forma diferente los acontecimientos de aquella época y esto abre la puerta a pensar que todo tiene una interpretación infinitiva. Pero, de cualquier modo, es una de las intencionalidades del libro.
¿Es un homenaje a la escritora Enid Blyton?
Sí. Es una autora que he leído desde que tenía 6 años no puedo describir la influencia que ha tenido en mi vida. En el fondo, si no fuera por ella, yo no sería escritora. Me ha inspirado a la hora de escribir, de leer y también en las historias. Me la quiero, estoy muy agradecida de su legado y este libro es mi tributo hacia ella.
También la han comparado con Agatha Christie.
La verdad es que es un honor, todo un placer. Agatha Christie es la maestra y todos los escritores del género estamos en deuda con ella ya que lo creó o, como mínimo, ayudó a crearlo. No sé qué hay de verdad en que yo sea la Agatha Christie de este siglo o no. He de decir que he leído a otros autores que también lo podrían ser.
¿Todas las pasiones tienen su lado oscuro? A la profesora desaparecida todo le ocurre por el amor desmesurado que tiene hacia los libros.
Sí, cierto, es bastante oscuro. Esto también forma parte del subgénero del cozy crime. Me gusta jugar con esta acción reacción, con este yin yang, con esta mezcla de la pasión y la oscuridad y esto también ocurre en La apelación porque la pasión de los personajes por el teatro acaba con un asesinato. Es el lado más oscuro.