El colorido habitual de Eurovisión se vio arrastrado este jueves por un huracán de tonos grises y políticos, el de la controvertida participación de Israel en la segunda semifinal de esta edición, en la que, pese a haber sido abucheada por parte del público, consiguió su clasificación.
Su representante, Eden Golan, volverá a cantar así su tema 'Hurricane' el próximo sábado en la gran final junto a otros artistas que también lograron plaza en esta fase, sobre todo dos de los grandes favoritos a la victoria, el suizo Nemo con la canción 'The Code' y el neerlandés Joost Klein con 'Europapa'.
Asimismo, también pasaron la eliminatoria celebrada en el Malmö Arena los candidatos de Letonia, Austria, Noruega, Grecia, Estonia, Georgia y Armenia. No corrieron con la misma suerte los representantes de Bélgica, que partió hace unos meses como artista destacado, ni República Checa, Dinamarca, Malta, Albania y San Marino, que contaba con la banda española Megara.
La clasificación de Israel no estuvo exenta de polémica. Durante la interpretación de su tema, Eden Golan escuchó el apoyo de muchos paisanos, pero también abucheos de otra parte del público en repulsa por la ofensiva militar que su país lleva a cabo en Gaza desde hace meses, con más de 34.900 civiles palestinos muertos, casi la mitad de ellos niños.
Los ecos del conflicto en Oriente Medio han ido más alla, con el mensaje "paz" que ha podido verse escrito en el brazo del belga Mustii cuando este se ha quitado la chaqueta. "Condenamos las violaciones contra los derechos humanos y la libertad de expresión por parte de Israel", se pudo leer además al inicio de la emisión de la televisión de su país VRT.
En coincidencia con la participación de este país en esta semifinal, miles de personas marcharon también este jueves por las calles de Malmö convocados por la plataforma Paren a Israel, por la paz y por una Palestina libre, que agrupa a más de 60 organizaciones, y se corearon consignas pidiendo su expulsión del festival.
La gala arrancó con su aparente tono habitual con la actuación por Malta de Sarah Bonnici con 'Loop', una propuesta en la más pura escuela de Chanel. Más original para Eurovisión fue la actuación de la griega Marina Zatti al combinar elementos folclóricos con elementos visuales y musicales contemporáneos en un largo plano secuencia inicial.
Igualmente apabullante fue el dinámico número de Suiza, en el que su representante alternó canto lírico, pop y versos rapeados subido sobre una plataforma giratoria para proclamar su derecho a una identidad libre de géneros definidos.
Aiko, por República Checa, inculcó algo de espíritu 'riot grrrl' a la velada, mientras que la austríaca Luna propició un viaje al techno noventero y la danesa Saba creó una bella y catártica puesta en escena con la arena como elemento central.
El dúo armenio-francés Ladaniva recordó por qué el folclor era y es fundamental en cualquier jolgorio colectivo y Megara infundió esperanza a los más pequeños para encontrar su propia voz y a alguien con quien compartirla.
Aún hubo tiempo para que la georgiana Nutsa Buzaladze apagara (o encendiese) fuegos, para el largo y desgarrado crescendo vocal del belga, para el enésimo cántico de trasfondo vikingo de Noruega y para la loca gamberrada de Países Bajos, con su estética de 'cartoon' y su 'rave' electrónica.
A esa dosis necesaria de humor se unió el del ya icónico número que el equipo de la televisión sueca organizó para pedir perdón por sus siete victorias en la historia de Eurovisión, también al segundo clasificado de 2023, Käärijä, que volció para cantar su 'Cha Cha Cha'.
Aunque fuera de concurso, como novedad los países del 'Big Five' interpretaron sus canciones en directo en las semifinales. En esta lo hizo España, con el dúo Nebulossa y su famoso 'Zorra' y, tras una mejora sobresaliente respecto a los ensayos, Mery Bas unió su voz contra los estigmas machistas a buena parte del Malmö Arena, que coreó con orgullo y a gritos ser "más zorra todavía".
También cantaron la ganadora de la última edición de San Remo y candidata por Italia, Angelina Mango, y el francés Slimane, que se ratificaron con estas actuaciones como dos aspirantes serios a la victoria, especialmente el galo, vibrante en su interpretación de 'Mon Amour' y con un fragmento "a capella" que será historia de Eurovisión.