Navegando un mar de viñas, los vinos de la provincia de Tarragona cuentan una larga historia, además de ser muy apreciados por su calidad. Se cuenta que en estas tierras ya se elaboraba vino desde la época de los romanos, aunque su verdadero desarrollo se encuentra ligado a partir del siglo XI por los monjes del monasterio de Poblet y Escaladei, que trasladaron toda su sabiduría a los payeses de la zona.
En el siglo XIX la importación de nuevas vides originarias de América trajo consigo un devastador souvenir: la filoxera, un insecto contra el cual las cepas autóctonas no tenían ninguna defensa. Esto arrasó con la práctica totalidad de los viñedos de comarca, causando una debacle en el sector. A fin de remontar algunas de las pérdidas causadas por la plaga, algunas cooperativas agrícolas decidieron impulsar su producción y pidieron a los grandes maestros modernistas que creasen nuevos edificios para las bodegas: las catedrales del vino.
Proyectadas desde el cooperativismo para dar respuesta a la peor crisis que nunca había atravesado la agricultura catalana, a las obras de estas bodegas se les sumó un mensaje basado en el ADN del pueblo catalán: la unión hace la fuerza.
Sus orígenes se remontan a las terribles pérdidas que causó la plaga de la filoxera
Diseñados por seguidores de los grandes referentes del modernismo como Cèsar Martinell, discípulo de Gaudí y gran conocedor del mundo del vino, o Pere Domènech i Roura, se han convertido en cellers de autor. Y más allá de su obvia belleza arquitectónica, lo importante es que estos arquitectos crearon en su momento un espacio funcional destinado a la producción de vino que sigue todavía activo. La cooperativa agrícola de Nulles es probablemente el máximo exponente de esta tendencia. Martinell erigió este edificio imponente, de piedra y ladrillo, diseñado de manera que la luz y la temperatura se regulan a través de sus ventanas, jugando un papel muy favorable en la elaboración del vino.
De Martinell también destaca la Catedral del vino de Pinell de Brai, una auténtica joya, hecha desde los sueños y deseos de un pequeño pueblo.
En el Montsant se encuentran la Cooperativa de Falset Marçà y la bodega cooperativa de Cornudella, ambos puro patrimonio, orgullo local y esencia del modernismo.
Pioneros e inspiradores en la Conca de Barberà, la bodega agrícola y también la obra de Domènech Roura en Sarral, historias de crecimiento y proyección.
La Terra Alta ofrece otra maravilla de Martinell: el Celler Cooperativo de Gandesa, reconocido en 2007 como una de las siete maravillas de Cataluña.
La última catedral del vino con la Cooperativa Agrícola de Vila-rodona, donde tocan la producción de cava en un espacio lleno de silencio, espiritualidad y viñas.