‘Fricciones’, el puzzle literario de Pablo Martín Sánchez

El reusense las reedita casi tres lustros después de que las publicara la primera vez: un libro que no se acaba nunca

16 abril 2025 21:23 | Actualizado a 17 abril 2025 07:00
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Sara Mesa invita a asistir a un espectáculo de fuegos (o juegos) artificiales (es decir, profundamente literarios). La pirotecnia a la que se refiere son las Fricciones de Pablo Martín Sánchez (Reus, 1977), publicadas por Acantilado. Una nueva edición ampliada y revisada casi tres lustros después de que se publicaran. «Es la idea clásica postmoderna de la intertextualidad, de que unos textos engendran a otros. El epígrafe, de Samuel Butler, sigue esa misma idea: El pollo es simplemente la manera que tiene el huevo de hacer otro huevo», explica el reusense.

Siguiendo con la escritora Sara Mesa, en su exordio –más adelante recuperaremos este término– destaca que Martín es el rey del trampantojo, voz centelleante donde las haya. «Supongo que habrá muchos reyes, príncipes y princesas del trampantojo», dice Pablo Martín. «Pero en todo caso sí que es una figura con la que me siento identificado. La propia palabra, trampa, parece que induce a creer que el autor hace trampa. Me gusta jugar con esta idea de que el lector crea que está leyendo una cosa y, al terminar, se dé cuenta de que está leyendo otra. Creo que Sara Mesa lo dice por eso. También por el efecto de sorpresa, que quizás viene por la tradición del cuento de Cortázar, de Borges».

Las fricciones de Martín van de menos a más, de las micro a las macro porque «menos es más. Tienes que intentar decir lo máximo con el menor grupo de palabras posible», sostiene. Pequeñas fricciones con José María Merino o Slawomir Mrozek. En el caso del primero, ocurrió en el relato de un bonsái. Cuenta Martín Sánchez que cuando se lo dio a leer a su «chica», esta le hizo notar que aquello ya lo había escrito Merino. «Me pareció perfecto como ejemplo de la fricción literaria. Se puede producir incluso por ignorancia. Es lo más bonito que hay. Ya nadie está libre de la influencia del Quijote, aunque no lo haya leído y esto es un poco lo que me pasó». De bonsáis a la muerte que, de pronto, se presenta con una camiseta del Pato Donald. «Hola, soy la Muerte», en mayúsculas, dijo. «Rigor mortis fricciona en este caso con un autor polaco que publica Acantilado, que falleció hace unos años y que es mi maestro del cuento, Slawomir Mrozek. Recuerdo haber escrito ese texto con el absoluto embrujo de la lectura apasionada de Mrozek. Al mismo tiempo, fricciona con Boris Vian, al que le gustaba intentar ponerse en una perspectiva que no fuera la habitual». En cualquier caso, «siempre hay que tener una camiseta del Tío Gilito, por si se presenta la Muerte...».

Distorsiona también el tiempo y el espacio en un homenaje a Sócrates, Descartes y Einstein, en una especie de viaje en el tiempo o ciencia ficción. «Sería el cronotopo, juegas con el tiempo y el espacio y todo cambia». Fantasía, humor, erotismo y relatos que encaminan al lector hacia un link... «Siempre he buscado la variedad. Un poco siguiendo la estela de otro autor, que sería mi padre literario, si puedo decirlo así. Es Georges Perec. Me gusta saltar de un género a otro. No diré que me siento más cómodo en uno que en otro, no es cuestión de comodidad y, en todo caso, de descubrir que me siento más cómodo en un género, seguramente intentaría huir de él porque eso querría decir que ya lo he agotado». Todo en un lenguaje cuidado, desde el exordio hasta la apostilla. «Hay una fricción ahí. Sara Mesa no quería pensar en la idea de prólogo. Le parecía, quizás, demasiado teórico, demasiado intelectual. Y es gracias a esa traba, que me obliga a imaginar alternativas, que también es la base de Oulipo –Pablo Martín es el único oulipiano español– Buscando en mis diccionarios encontré exordio. Y después se me ocurrió lo de apostilla».

Declara Pablo Martín que el relato que mejor explica el libro es La historia de Agatha. «Fue una propuesta editorial de La Uña Rota, que habían publicado las cartas de Herman Melville a Nathaniel Hawthorne donde le hablaba de una historia de una mujer que se casó con un náufrago. Le pidió que la escribiese, pero Hawthorne nunca lo hizo. Los editores de La Uña Rota nos pidieron a Sara Mesa y a mí que lo hiciéramos nosotros, 150 años después. Ella escribió la suya, yo la mía y se publicó un libro llamado Agatha». Pablo Martín lo ha recuperado ahora, una historia escrita en fricción con Sara Mesa y con Melville y Hawthorne, con los editores de La Uña Rota. «Me parece el ejemplo de lo que sería este libro. Fricciona con otras épocas, con otros autores, con los editores, con toda la cadena del libro. Me parece muy bonito terminar así».

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