La escritora islandesa Yrsa Sigurðardóttir, autora de El grito (Destino), publicado en más de 35 países, participó ayer en la primera mesa redonda del Festival de Novel·la Negra de Barcelona (BCNegra), junto a Virginia Feito y Cristina Cerrada.
Como buena exponente de la novela nórdica, El grito aporta ingentes dosis de crueldad descarnada, sin paliativos. «Esta es mi novela negra número diez y quería celebrar el aniversario matando de otras maneras, quería encontrar un método original, por eso los asesinatos son bizarros», manifestó Sigurðardóttir en una rueda de prensa telemática. Bajo esta premisa, el asesino o asesina escoge métodos peculiares de asesinar a través de un aparato «como manera de alejarse». El grito es la primera entrega de una saga protagonizada por Freyja, una psicóloga infantil porque justamente entre menores se desarrolla la trama. En este sentido, la autora reconoció que también en Islandia tienen su cuota de abusos a la infancia. «Somos unos 400.000 habitantes y también se da violencia intrafamiliar, hay gente mala. Quiero pensar que se les atrapa antes aquí que en una gran ciudad. Acceder a una ayuda en mi país también es más fácil, más rápido, más sencillo. Dicho esto, como en todas partes, si la víctima es una criatura, el problema es que no se sabe, no se da cuenta porque a menudo la agresión viene del padre o la madre. Son situaciones difíciles. Un solo caso es demasiado si implica a niños pequeños. Aunque no sean grandes cifras, siempre serán demasiadas», señaló.
A pesar de todo, Islandia está considerado el país más seguro del mundo, por ello sorprende la obsesión de sus escritores con las muertes escabrosas. Y Sigurðardóttir cuadra enteramente con este estereotipo. Con el objetivo de no errar, la autora hizo un curso de patología y anatomía forense «donde abren los cadáveres y donde un profesional me comentó que sea cual sea la causa de la muerte, la persona no fallece al instante. Pasa bastante tiempo. Pienso que todos los asesinatos son dolorosos y largos. No se le dispara a alguien y muerte automáticamente. La muerte es un proceso, no es un instante ni un milisegundo, ni mucho menos», respondió cuando se le preguntó sobre la crueldad de sus escenarios. «Es cierto que aquí la mayoría de asesinatos los cometen gente normal y corriente que de repente un día emprende un mal camino porque van bebidos u otro motivo. No son monstruos. No hay figuras monstruosas, asesinos en serie como en Estados Unidos. Un mal día, una mala noche. Solo hemos tenido uno en Islandia y mató a dos niños cuando era menor. No creo que nadie nazca malo, malísimo, malvado».
Ingeniera civil de profesión, en 2005 decidió dedicarse por completo a la literatura, empezando por obras infantiles. «Nunca se tradujeron a otros idiomas, eran muy locales, pero lo hice porque mi hijo no leía por placer. Para mí era importante porque es una oportunidad para ponerse en la piel del prójimo. Leer les enseña la empatía, algo que no encontrarán en un videojuego».
