La convivencia entre cine y música pop a menudo supone el encuentro entre dos mitos. El cine, con su poder visual, por un lado; la música, con sus iconos, por el otro. En el cine español ha reflejado estos encuentros sobre todo a través de su propia música popular, del flamenco o la copla.
El pop, sin embargo, pocas veces ha entrado al juego entre cine y música española; quizá porque no era suficientemente autóctono, una asunción quizá errónea teniendo en cuenta que entre los noventa y comienzos del dos mil el pop rock independiente definió a distintas generaciones. Grupos como La Buena Vida o Family gestaban sus propios mitos. Entre ellos, y con un sonido más cercano al rock eléctrico de grupos como Sonic Youth, estaban Los Planetas, quizá la banda más importante del pop rock español post-Movida madrileña.
De repente, en plena década de los noventa, España tenía a su propia banda de referencia en plena ola del pop rock independiente. El grupo tenía el carisma de su pop de guitarreo cósmico y de canto lisérgico, y también construía su mito en torno a su relación con las drogas o con el fútbol.
No creo mucho en las casualidades, y que en los últimos años el grupo liderado por Jota haya protagonizado dos encuentros entre música y cine resulta sintomático de una voluntad de pensar en aquellos noventa no tan lejanos desde la perspectiva de lo mítico. Hace un año, una serie de películas encontradas de Iván Zulueta se proyectaban en directo con música en directo de Los Planetas.
Ahora, se estrena la película que Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez le dedican al grupo granadino. La premisa de “Segundo premio” es precisamente ahondar en la leyenda. Por eso, por momentos flirtea con la idea de que más que una película sobre el grupo, este es un film sobre la amistad; que de manera seguramente consciente elude poner el dedo en la llaga de la faceta más oscura del grupo (su relación con la droga, aquello que, por otro lado, más sobresalía de la combinación entre Los Planetas y Zulueta).
Lo más interesante de “Segundo premio” es la relación con la música: cómo se fija en los ensayos, pero sobre todo cómo decide que sea el actor Daniel Ibáñez, que emula el canto de Jota. Hay algo mimético, de transferencia, como si la película quisiera vampirizar a Los Planetas. Lacuesta, que ya se había fijado en el influjo de Camarón en “La leyenda del tiempo”, se acerca a un mito todavía por construir: el de un grupo que hizo que el pop fuera también una música autóctona, “made in Granada”.