Recientemente, he visto pocas películas más poderosas que “Salve María”, la nueva obra de Mar Coll, una cineasta que ha permanecido activa a lo largo de los últimos años, pero alejada del formato largometraje. El REC, el Festival Internacional de Cine de Tarragona, le dedica un foco a la directora barcelonesa, en el que se podrá ver su primer corto, “La última polaroid”, realizado en 2004 y que suponía una suerte de colofón a los estudios que la cineasta había cursado en la escuela de cine ESCAC; así como “Salve María”, su último trabajo. Es decir, el foco se centra en el principio y en el fin (momentáneo) de su trayectoria. El gesto es interesante y sugerente, sobre todo si pensamos en “Salve María” como una suerte de obra de madurez, de una cineasta que ha sabido abordar un tema como la maternidad al que el cine español ha acudido de manera reiterada en los últimos tiempos, pero al que Coll se aproxima de manera novedosa, huyendo de tópicos y sobre todo condescendencia.
El foco dedicado a Coll, que estará en Tarragona junto a la guionista con la que trabaja habitualmente, Valentina Viso, es uno de los puntos fuertes de una programación que ha apostado claramente por el cine de proximidad. Algunos de los títulos más destacables de esta edición son obras catalanas. En el caso de “Los destellos”, la hermosa película de Pilar Palomero, es incluso una pieza de proximidad, pues fue rodada en Horta de Sant Joan. Por esa zona vive una mujer con una hija ya mayor, que estudia lejos de casa, y cuyo vínculo empuja a la protagonista a retomar la relación con su exmarido y padre de la chica, con una enfermedad terminal. Filmada con una confianza ciega en la sugerencia, “Los destellos” no cae en ningún momento en el subrayado, sino en la elipsis, en el fuera de campo y en los silencios. Resulta encomiable la manera en que Palomero deja fuera de la imagen al marido, interpretado por Antonio de la Torre, en la primera parte de la película; pues todo se articula a partir del punto de vista de la mujer interpretada por Patricia López Arnaiz. Es curioso, porque tanto “Los destellos” como “Salve María” son dos películas que se construyen a través de las miradas de sus protagonistas, y por tanto se focalizan y creen en el rostro de sus actrices como elemento central de la puesta en escena.
“Polvo serán”, la película de Carlos Marqués Marcet, también es una obra “de actriz”, pues en ella destaca la figura de Ángela Molina, icono del cine español. Si “Los destellos” es una película sobre cómo preparar el duelo, sobre cómo vivir con la presencia y el acecho de una muerte inminente; “Polvo serán” es algo similar. La protagonista de la película de Marqués Marcet también padece una enfermedad terminal, que también determina a su familia y allegados. Lo interesante de la propuesta es cómo se establecen, en cierta manera, dos películas en una: por un lado el drama (¿la tragedia?) de una muerte próxima; por el otro, el musical, pues “Polvo serán” rompe los códigos del drama al uso con una serie de números de baile. La propuesta es sin duda audaz y arriesgada, pues el director opta por dirigirse a la tendencia más experimental del cine musical, sobre todo el de un pionero como Busby Berkeley, director y coreógrafo que hacía de los cuerpos de los bailarines una serie de formas caleidoscópicas. El cuerpo, lo figurativo, se vuelve así en formas abstractas. “Polvo serán” es una película de actriz, de cuerpos, que bailan, que enferman. Y es también una obra musical, no solo por sus formas visuales, sino por una banda sonora trabajada de la mano de una de las cantantes más estimulantes del mundo de la música contemporánea: Maria Arnal.
Coll, Palomero y Marqués Marcet son autores consolidados del cine actual. El caso del Col·lectiu Vigília es diferente. Un grupo de jóvenes, salidos de la Universitat Pompeu Fabra, que se presentan precisamente bajo el nombre de una comunidad de cineastas, aunque luego en su película sí que desgranen los cargos que ha hostentado cada uno de ellos. Col·lectiu Vigília presentan en el REC “L’edat imminent”, una preciosa primera película, en la que la cuestión de los cuidados presente en “Los destellos”. Además, si en “Los destellos” se establecen unos roles no hegemónicos (en este caso, entre una mujer y su exmarido); en “L’edat imminent”, se fija en otro vínculo que quizá no sería el más evidente, entre nieto y abuela. El chico cuida a la mujer, ya mayor, viven solos en un piso en uno de los barrios periféricos de Barcelona. Él, que debería estar viviendo las cosas de los jóvenes de su edad, como sus amigos, que estudian, que se divierten, pasa los días pendiente de los medicamentos que su abuela debe tomar, o del dinero que hay que ingresar. Si hasta ahora hemos estado hablando del papel de grandes actrices; en “L’edat imminent” cabe pensar en la presencia magnética de un actor no profesional, Miquel Mas Martínez, de rostro magnético, entre la juventud y la madurez, entre el desconcierto y la ternura.