‘El barón Wenckheim vuelve a casa’, de László Krasznahorkai: El esperpento húngaro

El multipremiado escritor húngaro László Krasznahorkai nos invita a regresar en clave de sainete a un mundo absurdo y kafkiano con claras correspondencias con la Hungría contemporánea del ultraderechista Viktor Orbán

26 octubre 2024 20:10 | Actualizado a 27 octubre 2024 07:00
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Quizás una parte de los lectores de aquí se han acercado a László Krasznahorkai tras ver las adaptaciones cinematográficas que hizo Béla Tarr de dos de sus libros más populares: “Melancolía de la resistencia” y “Tango satánico”, también editados por Acantilado. En ambas películas el cineasta húngaro materializa en imágenes las atmósferas apocalípticas, melancólicas y putrefactas (a partes iguales) que caracterizan las pequeñas comunidades rurales, aisladas del mundo, que se nos describen en ambas novelas. En ellas, la prosa de Krasznahorkai es de una poética abrumante, ofreciendo una mirada única a lo cotidiano capaz, por ejemplo, de revelar el misterio del cosmos a través de una coreografía planetaria de una pandilla de borrachos en un bar. Sin embargo, en “El barón Wenckheim” la contundencia, la fluidez y el ritmo de la expresión oral engullen el manto poético de estas novelas anteriores para asemejarse más a una especie de sainete esperpéntico. Repeticiones, reiteraciones, ausencia de puntos y seguidos, saltos bruscos del pensamiento entre personajes dan forma a una prosa atropellada, incluso acelerada, que traspua directamente lo grotesco de la historia. Basta leer las primeras páginas para adentrarse en el estilo (aparentemente) derivativo que utiliza Krasznahorkai mediante el cúal relata el regreso a casa de un barón húngaro que ha vivido en el exilio argentino la mayor parte de su vida. Además del estilo, lo absurdo de las situaciones y la caracterización hiperbólica de algunos personajes (véase un tal Dante Szolnoki que se autoproclama secretario del barón) tienen resonancias de nuestro querido y entrañable “Bienvenido Mr. Marshall” del tándem Berlanga-Bardem. Sí, puro esperpento húngaro: un barón envejecido que no parece enterarse de nada de lo que ocurre a su alrededor en la vuelta a su tierra y una corte de personajes arribistas que solo sueñan con la riqueza que la llegada de este comportará para sus vidas. Tanto el propio barón Wenckheim, preso de sus obligaciones “baroniles”, como los moscardones que lo acechan por su dinero remiten al Kafka más cínico, satírico y surreal de obras como “El proceso” o “El castillo”. El sentido del humor de Krasznahorkai de los libros anteriores se mantiene intacto pero se manifiesta de forma más directa y exagerada, pero siempre mordaz.

$!Fotograma de “Bienvenido Mr. Marshall” (1953).

En este sentido, y como es habitual en el conjunto de la obra de Krasznahorkai, lo humorístico y absurdo de las situaciones relatadas encubre algo oscuro, siniestro e incluso violento que, como una corriente de fondo, está omnipresente. Es por ello que a lo largo de “El barón Wenckheim” se van sobreponiendo, como capas de una pintura, múltiples pasajes que remiten de forma directa a las políticas de extrema derecha que Viktor Orbán ha implementado en Hungría. La espera caótica y angustiante de los migrantes rumanos o albaneses para tratar de cruzar la frontera o la violencia fascista de determinados grupos sociales salpica y determina el propio relato, evidenciando que aunque nos movilicen acciones nobles como el amor, el carácter depredador de la sociedad lo acaba ensuciando todo.

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