Aloma Rodríguez reseña ‘Niños del futuro’, de Andrea Toribio

22 abril 2024 21:52 | Actualizado a 25 abril 2024 13:24
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Niños del futuro es el debut en la narrativa de Andrea Toribio (Madrid, 1993), después de dos libros de poesía, Geografía azul (2014) y Crecimiento radial (2018). Son parte de sus diarios, entre 2016 y 2023, el arco que se cubre es de siete años, número mágico, pero también en eso, en el registro de los años, es deliberadamente juguetona, cambiante y escurridiza.

Por ejemplo, la manera de anotar la fecha de las entradas no es uniforme, sino cambiante, y es deliberado. Juega con las repeticiones y lo anuncia, porque lo que ella propone es un juego en el que las reglas se van descubriendo mientras se despliega el texto.

El diario consigna el tiempo presente, lo que sucede y el tiempo que pasa para que suceden las cosas, escribir es una manera de consolarse y también de ordenar y pensar. El libro se abre con una selfie, cita a Bad Gyal y asoma la patita el asunto de la vivienda: “La ciudad se cae a trozos y cada día vestimos peor, dormimos peor, somos peores personas.

$!Aloma Rodríguez reseña ‘Niños del futuro’, de Andrea Toribio

Niños del futuro
Autora: Andrea Toribio
Editorial: La Navaja, 2024

Nos enamoramos para poder compartir piso con alguien, ¿entiendes?”, escribe. Se comentan libros de Thomas Bernhard, Selva Almada, Marta Sanz o Paula Porroni; se le reza a un solo dios: Salvador Pániker, el diarista preferido de Toribio, que registra la muerte del escritor con perplejidad y tristeza.

La protagonista de este diario empieza a trabajar en una librería, lo que emparenta este libro con una tradición de libros de escritores-libreros. El tedio del trabajo, las anécdotas que surgen de la parte del trabajo de cara al público también aparecen. Poco a poco vamos descubriendo que quien nos habla tiene una relación especial con los libros, leer es su manera de relacionarse con el mundo.

Podríamos decir que el libro tiene dos partes: en la primera, la narradora tiene un novio; en la segunda, una novia. Nos ahorra el cambio, lo resuelve con una elegante elipsis.

Algo que vuelve a usar para abordar el otro asunto central del libro: quien escribe estaba en el Madrid Arena la noche de la tragedia. No hay aquí tremendismo, sino un acto a la vez de generosidad y robo: transcribe los audios que les pide a sus amigas, todas estaban esa noche allí, sobre lo que recuerdan.

Entre las virtudes de Andrea Toribio, además de un sentido del oído afiladísimo, está la capacidad de desacralizar: se habla de libros con soltura, sin engolamiento, el entusiasmo es la mejor invitación. Este libro tiene otro mérito: es una foto del tiempo de hoy hecha con palabras, tiene la espontaneidad de la instantánea y el valor documental, sin perder la sensación de intimidad.

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