La muerte el pasado 1 de marzo de Akira Toriyama, el dibujante de manga más célebre y exitoso de los años 80 y 90 del siglo pasado, ha movilizado una oleada nostálgica hacia “Bola del drac” (la descubrimos en catalán), entre otras creaciones del autor japonés. Más allá del manto nostálgico –me incluyo– es interesante reivindicar como el manga (y la serie) pusieron a toda una generación de adolescentes en relación directa con el mito del héroe, actualizado a partir de una fascinante mezcla de géneros y estilos. Por ejemplo, Toriyama se inspiró en los mitos chinos y japoneses, especialmente en la obra “Viaje al oeste” de 1592, donde uno de los personajes es el Rey Mono que, con variantes y matices, el personaje de Son Goku encarnaría. La metamorfosis es, sin duda, uno de los ejes centrales del mito tejido por Toriyama de forma que hay algo ancestral en toda la concepción del personaje y su posterior evolución en “Bola de drac Z”. En paralelo, la tradición oriental se prolonga en el género de artes marciales, otra de las bases de esta mitología creada por Toriyama. Los maestros, sabios conocedores de los caminos del héroe, son otro de los arquetipos que el autor singulariza de forma divertida e inteligente, hoy en día políticamente incorrecta incluso.
Sin embargo, lo profundamente oriental se integraba en el gran mito universal de la búsqueda del tesoro. Capaces de conceder cualquier deseo, las siete bolas mágicas eran el pretexto para que el protagonista, junto a sus amigos, recorriera el mundo, enfrentándose a pruebas y retos que pautarían su proceso de formación. La aventura se convierte en un viaje de crecimiento interior y, al mismo tiempo, de formación exterior. Por último, la cultura popular global también emerge en las tramas de Toriyama y en la llegada de Son Goku a la tierra se hacen visibles ecos de Superman: el padre adoptivo, los superpoderes... O en la concepción del mítico ejército de la cinta roja, otro de los oponentes del protagonista, encontramos representado el imaginario de los malvados de James Bond. Y todo ello, amalgamado en un relato sobre el Bien y el Mal que adquiere también tintes religiosos cuando el héroe se codea con Dios y su némesis, Satanás. Son Goku, una de las mil caras del héroe.