Rosa es psicóloga y trabaja con jóvenes que han dejado los estudios. Por su despacho pasan chicos con distintas circunstancias, pero si tuviera que elegir unas características comunes apostaría por la falta de motivación y de orientación; «y un malestar psicológico, sobre todo después de la pandemia, que no hemos acabado de abordar». Cuenta que antes se los podía encontrar en las plazas, pero hoy están encerrados en sus casas. «Cuando los chicos salen del sistema educativo reengancharse no es fácil». Una vez roto el vínculo con el instituto, se complica regresar por su cuenta a los estudios. «Hay alternativas, pero la mayoría no sabe ni por dónde comenzar a buscar», apunta. Y, para remate, están en la edad de la impaciencia, «lo quieren todo ya».
Y es que, aunque la cifra de abandono escolar ha ido bajando de manera constante, en 2022 el 16,9% de los jóvenes catalanes de entre 18 y 24 años no tenían ninguna titulación más allá de la ESO ni estaban estudiando, tal como destaca el estudio El abandono escolar prematuro en Catalunya, una radiografía de la situación actual, de la Fundació Bofill.
Destaca el informe que «Pese a que el abandono prematuro venía de un 32,9% en 2008, Catalunya se sitúa al frente del ranking de países europeos en incidencia de esta problemática; tan sólo Rumanía, supera a la tasa catalana». En el conjunto de España Catalunya es la tercera comunidad con más abandono después de Murcia y Baleares.
La ‘caída’ va por barrios
Uno de los valores del estudio es que detalla en qué momento se produce el abandono. El caso es que 1 de cada 10 alumnos no consiguen graduarse y obtener la ESO (el 9,2%), 1 de cada 4 en el bachillerato (el 24%) y 4 de cada 10 en los ciclos de grado medio de FP (el 40%).
Hay, además, características que dan más puntos para abandonar; como ser varón. La tasa de abandono entre los chicos es del 19,5% y del 14,2% para las chicas. Hay que destacar, no obstante que en el caso de las chicas el abandono subió más de cuatro puntos el año pasado.
Además abandonan más quienes tienen progenitores con niveles de estudios bajos y viven en hogares con pocos recursos.
Aunque no se trata exactamente de los datos de abandono prematuro, dentro de los indicadores socioeconómicos que elabora el IDESCAT, hay un índice que se aproxima. Se mide el número de jóvenes de 20 a 34 años (aquí el rango de edades es más amplio) que no han estudiado más allá de la ESO. El último dato publicado es de 2019 y en la ciudad de Tarragona, por ejemplo, el 33,6% de los jóvenes estaba en esta situación. En Reus llegaba al 36%, al 31% en Cambrils o al 37,8% en Tortosa.
Pero tal vez lo más interesante son las diferencias dentro de un mismo municipio. En Tarragona, por ejemplo, contrasta el 13% de alumnos sin estudios postobligatorios en las Urbanizaciones de Llevant con el 55% de Campclar. En Reus la mayor proporción de jóvenes sin estudios está en la zona de los barrios Fortuny, Juroca y Montserrat, con un 54%.
Las consecuencias, además, se ven en el futuro. Según destaca el informe de la Fundació Bofill «los chicos y chicas sin estudios postobligatorios sufren el doble de paro, tienen salarios más bajos, mayor dificultad para pagar la vivienda y peor salud, entre otras consecuencias que implican una pérdida de oportunidades sociales y vitales».
Ante esta realidad la Fundació Bofill propuso a finales del año pasado un plan de choque. Aseguran que si se ponen en marcha de forma urgente una veintena de medidas orientadas específicamente a reducir el abandono entre los colectivos más vulnerables Catalunya puede alcanzar el objetivo europeo del 10% de abandono escolar prematuro en cuatro años.
Una de las primeros ejes es saber identificar y hacer seguimiento de los alumnos el riesgo. Proponen una herramienta común para los centros educativos.
Proponen también cubrir las necesidades económicas para que la falta de recursos no sea un impedimento a la hora de continuar estudiando, orientación y acompañamiento y una oferta postobligatoria «suficiente y planificada».
Acompañamiento en el ‘insti’
Alejandro Montes, coautor del estudio, explica que se trata de un documento de país, dirigido básicamente a las distintas administraciones.
No obstante si le preguntamos qué se puede hacer desde los institutos antes de que los chicos abandonen, señala que el acompañamiento es clave, aunque advierte que no se trata de cargar más responsabilidad sobre los docentes, sino también de dotar a los centros de otros perfiles profesionales que ayuden en esta tarea.
Habla de un «acompañamiento subjetivo; cuidar la lógica de la escuela como un sitio significativo para ellos, un sitio donde hay buenas expectativas sobre su futuro, un sitio que les pertenece y donde pueden estar cómodos de ser quienes son».
Es algo, apunta, que se trabaja mucho en los centros de nuevas oportunidades y de cuyas experiencias se podría aprender.