En la polivalencia creativa de Abel Folk se sujeta una de las patas de la obra Claveles, que se expondrá en el Teatre Fortuny el próximo 25 de marzo. Claveles habla de la relación entre Violeta y Xavier, que después de décadas sin verse, se reencuentran. Comparten un pasado de compromiso político y una amistad profunda que se ve truncada por la traición. Desde entonces, suman silencios, mentiras, rencores y el recuerdo de un momento de esperanza inmaculada: la Revolución de los Claveles.
Violeta, interpretada por la prestigiosa actriz Sílvia Marsó, es filósofa y referente intelectual de la izquierda. Acaba de perder a su compañero de vida, también filósofo. Muy crítica con la deriva política actual, carga con el duelo personal, pero también con el ideológico. Es brillante, aguda, ácida, orgullosa, segura de sí misma y un tanto despectiva con la mediocridad. No tiene ganas de compañía, prefiere recluirse en su desánimo. La llegada de Xavier la perturba. No tiene nada que decir al hombre que pasó de ser el gran amigo al gran traidor, no quiere rememorar un pasado que la expulsó de sus ambiciones políticas.
Xavier fue presidente del gobierno, el presidente menos recordado de la historia reciente. Un hombre pragmático, conciliador, sereno. Elude la ferocidad de las discusiones, le incomodan, le perturban. Sus logros políticos y personales han sido oscurecidos por la sombra del fracaso, lo acepta con deportividad. Hace mucho que dejó de creer en las grandes palabras, solo comulga con la política de los pequeños cambios, aquellos que inciden de forma directa en la vida de la ciudadanía. Trata de ser útil y honesto. Es esta conciencia la que lo lleva a visitar a Violeta.
«El personaje me ha enriquecido mucho, hago de presidente fracasado, de una persona honesta que intenta transmitir cosas pequeñas», reflexiona Abel Folk.
Sílvia Marsó, por su parte, encarna con acierto a una mujer vivaz que guarda un volcán dentro, siempre a la espera de explotar.

En realidad, la obra se convierte en un diálogo frente a frente, en una pelea carnal, viva, con diálogos de una gran brillantez. Escrita por Emma Riverola, dirigida por Abel Folk y decorada en escenografía e iluminación por Paco Azorín, la propuesta pretende convencer ahora el exigente público reusense, muy entendido en la materia. No en vano, en Teatre Fortuny se ha convertido en un espacio fetiche para las artes escénicas.
«Es una obra que, en los tiempos que corren, donde en general tenemos una actitud bastante conformista, expone la revolución social como un generador de cambio. La revuelta como un concepto de esperanza. En Portugal, la Revolución de los Claveles se hizo de manera pacífica y eso se trata de un ejemplo fascinante», explica Folk.
El actor y director ha formado parte del elenco de más de 50 montajes, con compañías como el Grup d’Estudis Teatrals d’Horta, la compañía de Núria Espert (Una altra Fedra, si us plau, dirigida por el reusense Lluís Pascual), Teatre del Trànsit (Romeu i Julieta), Flotats (Cyrano de Bergerac, El despertar de la primavera i altres), Lope de Vega (Calígula), Teatro de Bellas Artes (Un tranvía llamado deseo, dirigida por José Tamayo), el Teatre Nacional de Catalunya (Guys and Dolls, dir. Mario Gas; El ventall de Lady Windermere). También ha trabajado con Maurizzio Scaparro, Pierre Romans, Jordi Casanovas o Carme Portacelli.
Con una altra Fedra, si us plau, Folk se estrenó en el Teatre Fortuny en 1978, junto a Núria Espert, bajo el mando del director reusense Lluís Pascual. «El Fortuny es un lugar especial, además con los años, gracias a la renovación de los camerinos, los y las artistas todavía lo valoramos más. Significa mucho para el sector, todos queremos actuar allí», aclara el actor.
El proyecto forma parte de la extensa programación del Consorci, un exponente sustancial de cultura catalana de calidad.
Con Claveles, tal como relata la crítica teatral de El Cultural Angélica Rimini, «El público aplaude, ríe, llora y canta con ellos. Los personajes penetran en el alma del espectador». Todo un hallazgo artístico con actores de primer perfil, contrastados en el país y dispuestos a elevar una obra a su máxima expresión. No hay revuelta sin esperanza.