Tienen un pudor las dos, una frente a otra, que no saben de dónde sale. Eso dice Charlotte Gainsbourg, hija de dos estrellas iconos-aristócratas del pop y la cultura, Serge Gainsbourg y Jane Birkin, sobre su madre en la película que le dedica, Jane par Charlotte, que se estrenó hace unas semanas en salas y que llega a la plataforma de cine online Filmin en mayo.
La película no es un documental sobre Jane Birkin, estrella mundial, tampoco es un retrato a la manera del que le hizo Agnès Varda en una película imposible de ver en España ahora mismo, Jane B par Agnès V. Hay un programa doble interesante y posible: Jane par Charlotte y Kung fu master, la cinta de ficción de Varda con Birkin como protagonista en la que sale también Charlotte y el hijo de Varda y también Lou Doillon.
La película, cuyo rodaje se prolongó durante años, es más bien el intento de romper ese pudor, de hallar una intimidad que paradójicamente se consigue con la cámara. Dice Charlotte Gainsbourg que comenzó a filmar a su madre para mirarla como nunca antes la había visto.
La película está llena de contradicciones similares, por ejemplo, en una charla a propósito de los malos hábitos de sueño de Birkin en la que habla de los somníferos que tomaba y de algunas de sus manías y terrores, cuenta que se pasaba el día medio desnuda (era la época de la provocación) pero para dormir tenía que estar vestida y tapada hasta las orejas.
Su tercer marido, Jacques Doillon solo le confesó lo mal que lo había pasado por las noches cuando se separaron. Jane par Charlotte tiene muchas anécdotas de ese tipo, son pequeños detalles que ayudan a componer el retrato humano de Jane Birkin: como cuando se la ve en el camerino, al acabar la gira japonesa con el espectáculo de canciones de Serge Gainsbourg acompañada de una orquesta sinfónica, firmando de su puño y letras más de cincuenta tarjetas de cortesía para el equipo.
También aparece Birkin cocinando, trabajando en el jardín de la casa de Bretaña, a la que alude como la herencia para sus hijas y nietos. Pero todo eso son añadiduras, porque lo realmente importante aquí es que da la sensación de que es la primera vez, de verdad, que Charlotte y su madre, Jane, se miran sin ese pudor. Seguramente es una sensación falsa, pero ahí está la magia del cine.
Charlotte prueba con una super 8, fotografía a su madre mientras ella habla de cómo afrontar el paso del tiempo y los cambios físicos. El peso de ser un icono de belleza y juventud solo se puede llevar sin tomártelo muy en serio, parece ser la clave. La historia de Serge Gainsbourg y Jane Birkin es tan pública que no hace falta contarla, tienen por supuesto una banda sonora (69 année érotique, Histoire de Melody Nelson) y forma parte de la historia cultural europea.
Estuvieron juntos doce años, entre 1968 y 1980, tuvieron una hija juntos, aunque Serge ejerció de padre de la hija mayor de Jane, Kate Barry, hija de John Barry, compositor de bandas sonoras y primer marido de Jane. Kate Barry, fotógrafa, se suicidó en 2013. Ella es uno de los temas de la película: la muerte de su hija mayor sumió en una depresión a Birkin, dejó de escribir en el diario que mantenía desde los once años, la muerte de su hija era su fracaso como madre.
Ambas le han dedicado canciones. La sombra de Kate y de cómo sobrellevar la pérdida está todo el tiempo y se hace presente en la proyección de vídeos familiares: Charlotte bebé en una barca junto a una niña luminosa y sonriente, protectora y simpática, con una melena rubia al viento: Kate.
Hay otro momento en el que la película se convierte en una película de fantasmas: madre e hija acuden a la casa del número 5 bis de la rue Verneuil, es casi una casa-museo, congelada en el tiempo, la casa de Serge. “Siempre pensé que él podía volver en cualquier momento”, dice Charlotte. Jane Birkin es la segunda de sus hermanos, también Charlotte; Jane dice que desde muy pequeña le intimidó Charlotte.
Po- co antes de que entrara en la adolescencia, Jane le pidió a Charlotte que la dejara verla desnuda, quería tocarla antes de que todo eso pasara. Charlotte hizo lo mismo con su hija adolescnete, dice entre risas, pero no cedió. Lou Doillon, la menor de las hijas de Birkin, actriz y cantante –qué sorpresa– aparece citada brevemente.
Jane par Charlotte es una de- claración de amor de Charlotte Gainsbourg a su madre, no en tanto que Jane Birkin como en tanto que mujer cuyo talento reconoce y admira y cuya compañía necesita y agradece. En parte, funciona como testamento en vida de Birkin: hace recuento de sus dolencias y siente que el deterioro físico ha empezado.
Es curioso que la única manera para Charlotte de romper el pudor y decirle a su madre que la quiere sea a través de una película, a través de un producto destinado al público. Pero asistir a esa declaración no resulta impúdico, sino más bien se vive como un privilegio, el de ver a una hija cumplir el sueño de la infancia: tener a tu madre para ti.