Tarragona disfruta de una hija primera espada del baile flamenco. Belén López (1986), nacida y criada en Bonavista, ha conquistado la escena internacional con una carrera envidiable. La bailaora regresa a casa dos décadas después con el espectáculo propio Latidos. Es el gran reclamo del festival Sona Flamenc 2024.
Volver a casa ya era casi una obligación, ¿no?
No te puedo negar que la ilusión que tengo es increíble. 19 años después, con un espectáculo propio y ante mi gente me resulta muy atractivo, muy especial. Desde que me fui a Madrid no me he olvidado de Tarragona, la llevo siempre conmigo, ahí sigue mi familia, muchos amigos. Así que presentarles este nuevo show me genera un entusiasmo brutal.
También más responsabilidad para que todo salga perfecto, ¿no?
Nunca me he enfocado en que todo salga cuadriculado. Yo creo que el arte no debe ser perfecto, pero sí tiene que estar vivo. Eso es lo que intentamos con Latidos, que la gente sienta que lo que ofrecemos tiene alma, genera emociones. Por lo menos, nosotros, encima del escenario, le echamos el resto. Van a latir los corazones.
¿Qué es ‘Latidos’?
Trata de un miedo que nos bloquea, nos parte el corazón y no nos permite avanzar. Durante el espectáculo se nota esa lucha personal. Una progresión de sentimientos y emociones que nos lleva desde el miedo inicial a un punto donde la luz aparece con toda su fuerza.
Y usted encima del escenario de principio a fin.
La actuación me consume mucho tanto física como mentalmente, es muy exigente y, como dices, bailo de principio a fin. Me siento muy cómoda con el proyecto, aunque haya fatiga. Hay tarantos, seguidillas, soleás y también danza clásica, con la que estoy muy comprometida.
¿Y la banda?
Tengo mucha suerte, el placer de contar con unos músicos de primer nivel. Las guitarras de Carlos y Joni Jiménez, la percusión de Rafael El Chispas, el violín de Fernando Rico o las voces de Perreta, María Terremoto, Rafita de Madrid y Sandra Carrasco. No me quiero olvidar de gente que ha hecho que este proyecto crezca de una manera extraordinaria. Ahí están Rapico, Paul Vaquero y Mónica Fernández. Todos han aportado ese talento necesario para que el espectáculo crezca y emocione.
Incluso, ‘Latidos’ tiene un hilo conductor.
Evidentemente hay un contenido, pero tampoco queremos encasillarnos, hay espacio para el ingenio. Es más un recorrido por el baile, cargado como siempre de fuerza, de la mano de una técnica depurada, con maneras de bailar distintas al servicio del corazón, que se complementan y se funden para transmitir un mensaje de esperanza.
Oiga, ¿qué le parece que Tarragona apueste por un festival como el Sona Flamenc?
Maravilloso y tiene mucho mérito porque sé que las cosas no son sencillas. En Tarragona siempre ha existido una pasión por el flamenco fantástica, siempre se ha distinguido por una cantera de artistas extraordinarios que, tarde o temprano, se han tenido que ir para progresar.
Usted, hoy en día, ¿también hubiera necesitado emigrar a Madrid?
A la larga, sí. El problema que hay en Tarragona se relaciona con la formación. Los artistas precisan salir a Madrid, Sevilla o incluso Barcelona para formarse bien y empezar a actuar. Cuesta encontrar tablaos por la zona que permitan a esos artistas actuar con frecuencia.
El flamenco es prácticamente patrimonio de la humanidad.
No sabes el respeto que le tienen al flamenco, por ejemplo, en Japón. Le dan un valor increíble. Yo creo que el alcance de este arte es mundial.