El Consejo de Ministros ha aprobado una modificación del convenio de gestión directa de Aguas de las Cuencas Mediterráneas (Acuamed) que permitirá iniciar la ejecución de la desalinizadora del Foix, prevista entre Cubelles y Cunit, y la ampliación de la planta de Tordera, en Blanes.
Es una obra anunciada hace años sin que hasta ahora se haya puesto una piedra. Y eso es lo que hace casi una década que se defiende como necesaria y estratégica y más tras la situación crítica de sequía que perece destensada, pero que permanece latente y amenazante.
La inversión en la planta de Cunit-Cubelles es de 223 millones de euros. Sin embargo, la obra más avanzada es la de Tordera (290 millones). La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, apunta no obstante que «muchas de las actuaciones han de ser culminadas antes del fin de 2026».
La situación extrema a la que se llegó hace unos meses desempolvó los proyectos de desalinización para inyectar agua en las redes para garantizar el suministro a la población.
La financiación de ambas plantas se hará con fondos europeos, en concepto de créditos que deberán devolverse, en virtud del principio de recuperación de costes que establece la normativa europea en las infraestructuras del agua.
En el programa
La Agència Catalana de l’Aigua (ACA) ya retomó el proyecto de la desalinizadora del Foix, prevista para entre Cunit y Cubelles. El año pasado debían comenzar los estudios previos para la planta, que está en la planificación para el periodo 2022-2027.
¿Por qué entre Cubelles y Cunit? Hasta Cunit llega la red del Consorci d’Aigües de Tarragona (CAT) y hasta Cubelles la del Ter-Llobregat. Con la planta en ese punto puede llegar a suministrar agua en ambas direcciones. Desde la ACA se ha reiterado en diversas ocasiones que no es un punto de interconexión de redes.
La planta tendrá capacidad para producir 20 hectómetros cúbicos de agua, similar a la actual de Tordera.
La desalinizadora puede garantizar el agua, pero también debe tenerse en cuenta el elevado coste de construcción y la gran cantidad de energía que necesita para tratar el agua de mar.
En este sentido, indican expertos y autoridades, es imprescindible realizar un consumo responsable del agua.
Ojo con la salmuera
Una planta desalinizadora bombea agua del mar, que pasa por unos filtros para eliminar impurezas y sedimentos. Posteriormente, pasa a alta presión por cilindros con membranas de ósmosis inversa y, una vez clorada y repuestos los minerales, el agua ya puede destinarse al consumo y al regadío. Y el sobrante suele devolverse al mar.
Ese sobrante tiene una elevada carga de sal que además aumenta la temperatura y reduce el oxígeno. Las especies que pueda haber por la zona, de flora y fauna, sufren el impacto de la absorción del agua.
Por cada litro de agua potable producido por las desalinizadoras, se genera una media de 1,5 litros de salmuera.
Esa salmuera, sin embargo, también puede aprovecharse en acuicultura, para el riego de especies tolerantes a la sal, generar electricidad e incluso para recuperar productos como magnesio, yeso, calcio, potasio, cloro, litio e incluso uranio. También puede usarse para cultivar el suplemento dietético espirulina, producido a partir de microalgas o hasta para elaborar zumos concentrados.