Otro año más, Vila-seca celebró el tradicional Aplec en el Santuari de la Mare de Déu de la Pineda para disfrutar de un Lunes de Pascua marcado por el buen tiempo.
El alcalde del municipio, Pere Segura, explicó al Diari que «para nosotros es una fiesta muy importante, donde celebramos el día de todas las Pinedas y lo compartimos con arroz, fideuá y comiendo la mona todos juntos».
El Aplec empezó con los actos más tradicionales y religiosos a las 10.30 horas con el Rosari a la Mare de Déu y la posterior celebración de la Eucaristia.
El interior del santuario se llenó de gente y muchos de los presentes tuvieron que quedarse de pie en la parte final y en los laterales del pequeño templo.
Mientras se realizaba la misa en el interior del santuario, algunos se quedaron bajo la sombra de los árboles, guardando la mesa y disfrutando del buen tiempo que decidió acompañarlos en este día tan especial.
También se encontraban en la zona exterior, encima de un pequeño escenario, los niños y niñas, que se encargarían de bailar después de la misa, ensayando y haciendo los últimos preparativos de sus bailes.
El grupo de pequeños y medianos del Esbart Dansaire ‘Ramon d’Olzina’ se encargó de dar el pistoletazo de salida a la parte más popular del Aplec.
A las 11.50 empezaban a salir del santuario y se juntaron alrededor del escenario para ver a los niños.
Fue en ese momento cuando se empezaron a preparar para dar comienzo a los seis bailes que tenían preparados.
Seis bailes
Los primeros en subirse al escenario fueron los más pequeños para bailar el Puntxonet de Tortosa, que provocó un exceso de ternura entre la gente del público. Este grupo también bailó el Patatuf del Camp de Tarragona -uno de los bailes más entrañables de todos- y el Ball Francès.
Por su parte, el grupo de medianos bailó el Contrapàs Xinxina, el Rolletó del Pallars y, finalmente, la Farandola, el cual fue un estreno.
Desde el Esbart Dansaire ‘Ramon d’Olzina’ aseguraron que se trata de «una jornada especial, ya que muchos suelen bailar por primera vez en esta jornada».
Cuando terminaron los bailes, cerca de las 12.30 horas, empezó el vermut popular.
Las mesas se encontraban llenas de comida y rodeadas por familiares y grupos de amigos que decidieron pasar el día juntos.
«Es una tradición de cada año», explica Marisa. «Venimos a primera hora a misa, vemos a nuestros nietos bailar y luego disfrutamos de la fideuá y la comida que traemos nosotros», añade.
Muchos otros también optan por comerse la mona en el Santuari, aunque muchos otros solo se quedan al vermut y después se reúnen con sus familias en casa.
Arroz y fideuá
Durante el vermut, además del típico aperitivo, también se repartió bebida y pequeñas raciones de fideuá de marisco a todos los presentes.
Además, el C.F. Vila-seca organizó una comida en el mismo Santuari de la Mare de Déu de la Pineda por un precio de 15 euros el menú, que contaba con un plato de paella mixta y pollo con salsa, todo acompañado de postres, pan, vino, agua y café.
Los presentes se quedaron hasta tarde disfrutando de este día tan especial para muchos vilasecanos.