Periodista, restaurador y vicepresidente de la Academia de Gastronomía de Tarragona
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Hace veintidós años que nació en Salou La Morera, en la que los visionarios Pablo y Ester concluyeron que toda la gran oferta gastronómica se concentraba en la vecina Cambrils, mientras que Salou se hallaba casi huérfano de restaurantes de alto nivel. La pareja, que se conoció estudiando en Sant Pol de Mar, introdujeron en la capital de la Costa Dorada una cocina valiente e imaginativa, basada en los productos de proximidad.
Cuidando hasta el más pequeño detalle, se nos presenta un restaurante para unos treinta comensales decorado con un excelente gusto, repartido entre un comedor elegante y confortable; y una pequeña terraza que hace las delicias en el caluroso verano. Entrar en La Morera es hacerlo en un oasis que enamora a primera vista en el que nos recibe Ester con una sonrisa, al mando de la sala; mientras que Pablo gobierna la cocina hasta el último detalle.
De entrada se dispone de dos menús, uno entre semana por 37 euros en el que podemos escoger entre cinco entrantes y cuatro segundos; y otro en fin de semana por 47 euros al estilo ‘degustación’ dónde se disfruta de tres entrantes y escogemos el segundo. En las dos opciones se incluye el vino y el servicio del pan. El menú, que cambia semanalmente, es una excelente opción para no complicarse la vida, pero la carta que ha preparado Pablo es un lugar en el que vale la pena perderse, y decidimos tirar por ahí.
Nos tomamos muy a pecho aquello de que ‘compartir es vivir’, con lo que decidimos repartir entre dos un par de entrantes y un par de platos principales.
Empezamos con los tres aperitivos de la casa, compuestos por un boquerón con mousse de remolacha; un carpaccio de ternera con foie micuit e higos; y por último una vichyssoise con panceta.
El primer entrante
El primer entrante en llegar fue la ensalada templada de ‘el tomate morero’. Un divertido tomate, limpio de pepitas y piel, asado al horno, con perfume de albahaca y orégano reconstruido de nuevo con un interior de morcilla de Burgos y camembert fundido.
Su pareja de baile fue el ‘Steak Brutal’, un steak tartar sobre un crujiente milhojas de patatas fritas con su picadita de encurtidos. Ambos platos en cantidades más que dignas, donde sabores y aromas no desentonan y casan en un baile rítmico.
Para el plato principal caímos en el ‘pecado’ de siempre, los huevos rotos con bogavante y migas; un clásico de La Morera que continúa en la carta después de más de 20 años y que todavía es capaz de arrancarnos un suspiro de placer.
Y para finalizar un lingote de cochinillo deshuesado, cocinado en baja temperatura con un acabado de piel crujiente y acompañado de gyozas de verduras; carne extremadamente melosa que se deshace en la boca, gracias a la cocción en su propio jugo.
Arropados por un ‘timing’ impecable nos encaramos con los postres, que al igual que el resto de viandas está elaborado en casa. Una torrija de brioche, en la que Pablo hace honores a su ascendencia cordobesa y un coulant terminado al momento con un corazón de chocolate.