Tatsiana Dudchenko está desesperada. Tiene 48 años y su vida ahora depende de dos muletas y de la compasión de terceros.
Bielorrusa de nacimiento, Tatsiana huyó de su país en 2003. Lo hizo como turista. Una vez llegó a Lloret de Mar, su primer destino occidental, se olvidó de playa y fiesta.
Rápidamente pidió asilo político. «Era hinduista y en mi país se perseguía. Sufrí lo mío, pero no quiero explicar mi pasado. Solo pido ayuda para no quedarme en la calle», explica en un castellano fluido. Logró el certificado de refugiada en 2004 y la nacionalidad española en 2012.
Tatsiana ha sido guía turística toda su vida. Llegó a España y ya hablaba ruso, inglés y francés con facilidad. Le costó poco aprender el español mientras su primer año de refugiada iba de Lloret a Puente Genil y de allí a La Rioja.
Mientras relata su pasado para comprender las penurias económicas que ahora sufre junto a su marido, Oleksandr Riabchenko, Tatsiana habla desde en una silla del comedor de un piso de alquiler de la calle Barenys.
Su andar es una tortura. De pequeña tuvo un problema de cadera y fue operada en su país natal. En el hospital Joan XXIII recibió una segunda intervención en noviembre. «He trabajado coja toda la vida, pero en los últimos meses me era imposible», explica con lágrimas.
Tatsiana y Oleksandr deben abandonar la vivienda en una semana. Así lo dicta una sentencia firme del Juzgado de Primera Instancia número 6 de Tarragona.
El escrito declaró resuelto el contrato de arrendamiento suscrito sobre la vivienda de la calle Barenys condenando a los demandados a dejarla libre, vacua y expedita y a disposición de la actora en el plazo de 15 días a contar de la notificación de la sentencia, con la expresa advertencia de que no hacerlo (es el caso) se procederá al lanzamiento el próximo 28 de enero de 2022». La sentencia se falló el 13 de octubre y la pareja sigue viviendo en el piso buscando un milagro para no quedarse en la calle.
Tatsiana ha trabajado como guía turística. Lo ha hecho para diferentes empresas. Hasta 2018 vivió en Barcelona y aunque admite que la engañaron, y ello ahora la penaliza en su vida laboral, hizo la vista gorda mientras pudiera llevar dinero a casa.
En 2018 se le abrió la posibilidad de trabajar en la zona de Tarragona y se mudó a Salou, donde está empadronada.
Un contrato de arrendamiento de 475 euros al mes eran asumibles si la pareja encontraba un trabajo. Pero todo se giró y el empleo prometido no cuajó. La situación se pudo sostener con trabajos muy puntuales, pero con un dolor de cadera cada vez más insufrible.
A finales de 2019 cobró su último trabajo. Luego empezó un desierto de ofertas laborales que también afectaron a su pareja. Ambos empezaron a ver como sus escasos ahorros disminuían «hasta el punto que tenía que decidir si comer o pagar el alquiler del piso», explica.
Tatsiana fue intervenida este 2021. Su incapacidad del 45% le abrió la posibilidad de tener ayudas públicas y ello ha permitido a la pareja poder vivir, aunque sin pagar el alquiler.
La empresa que gestiona esta vivienda de la calle Barenys presentó una denuncia, que terminó en sentencia de desahucio y a pagar un importe que supera con creces los 10.000 euros (atrasos y las costas).
Al tener nacionalidad española desde 2012, Tatsiana ha logrado algunas ayudas públicas, como la renta garantizada cuyo objetivo es establecer que todos los ciudadanos de Catalunya puedan hacerse cargo de los gastos esenciales para el mantenimiento propio o de las personas que integran la unidad familiar o de convivencia.
Afirma que estas ayudas le permiten vivir y que siempre ha tenido intención de negociar para seguir pagando el alquiler. «Entiendo que me hayan denunciado, pero nunca he cerrado la puerta a pagar lo que debo. Ahora ya no hay vuelta atrás y no sé qué hacer», dice con evidentes muecas de dolor por sus caderas.
El piso tiene los muebles más económicos que uno pueda encontrar. Dos inundaciones por culpa del barranco han lastrado todavía más la comodidad de un hogar que ahora tiene los días contados para la pareja.