Como un hilo que se tensa y se afloja constantemente, pero que nunca llega a romperse, las obras de Dolors Molas son un canalizador de fuerza y sensibilidad desmesurada que mantienen al visitante en una suspensión continua.
El recién inaugurado espai Kies se convierte en nuestra propia capilla Rothko, donde las piezas de Molas interpelan al visitante, demandando una introspección franca mediante un diálogo delicado de trazos, veladuras y vibraciones.
Basándose en el principio rector de fisuras maquilladas que, siguiendo el recorrido de la sala se hacen más trascendentes y esencialmente reflexivas, la artista se acerca para guiarnos de la mano en la búsqueda del ontológico del ser, lo esencial de vivir y su concordancia con doler: «Los cuadros son elementos de comunicación parcial a los que les falta la mirada espectadora para ser completados. Se trata de un lenguaje visual que ha de explicarse plásticamente e instintivamente en los puntos de encuentro conjunto».
Los abruptos paisajes desdibujados por una expresividad sobrecogedora y una plasticidad texturizada, toman parte en este diálogo visual íntimo formado por el éxtasis del movimiento y del cambio con el que la artista consigue configurar la constante analogía del eterno retorno; el Uróboros de vivir bajo la unidad de todas nuestras vertientes pasadas, que no desaparecen nunca, sino que cambian de aspecto en un ciclo perpetuo de destrucción y creación.
La exposición
La muestra se divide en 3 series de limitación difuminada que reflejan una sinopsis de sus años más recientes. La misma Molas admite que «las obras son autobiográficas, y en ellas se encuentra afirmación y negación. Es este equilibrio de contrarios que resulta en la unión de pulsiones interiores y trasciende en la elaboración de las piezas como acto sanador».
Sus reflexiones ópticas sugerentes, pero jamàs explícitas, remiten al arte del ‘kintsugi’ y su inherente aceptación del cambio y del destino en la vida, incorporados en ‘escletxes’ y ‘obertures’ a partir de las rupturas naturales de los espacios urbanos que se pueden ver al final del recorrido con un video-collage de las fotografías de las grietas y rendijas que afloran a través de una pantalla.
Àngel Pomerol, artista y comisario de la exposición, defiende este reto que puede llegar a transportar, a través de la mirada lírica, a una realidad paralela siempre circundante a la nuestra Aquí y ahora, el cerebro reposa en el ojo.
La exposición de la vilasecana, inaugurada el pasado julio, se podrá visitar hasta el 3 de noviembre en el espacio expositivo del Castell de Vila-seca. Viajamos por el mundo buscando la belleza sin ser conscientes de que la tenemos en casa.