El crecimiento de la ‘turismofobia’ preocupa en la Costa Daurada

Empresarios y municipios turísticos impulsan políticas para reducir las molestias generadas por los turistas. La masificación y la afectación sobre la vivienda, lo que más preocupa

30 agosto 2024 20:42 | Actualizado a 31 agosto 2024 07:00
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Un grupo de jóvenes dispara con pistolas de agua a turistas sentados en una terraza. La escena, que dio la vuelta al mundo, se produjo durante una manifestación en contra del turismo masivo en Barcelona. Cada vez son más las voces que surgen para exigir límites a la actividad turística. Voces que se han hecho sentir de forma contundente en otros lugares como Mallorca, Málaga o Alicante. Más recientemente, vecinos de Lloret de Mar se echaron a la calle para condenar el «turismo de borrachera». Pero, ¿por qué no hay grandes muestras de rechazo a la actividad turística en la Costa Daurada? Desde el empresariado y las administraciones observan con cierta preocupación el crecimiento del fenómeno de la ‘turismofobia’ y quieren adelantarse al problema.

«La dimensión de la presión turística en Tarragona es bastante más moderada que en lugares como Baleares o Barcelona», apunta Antonio Russo, doctor en Economía y miembro del Grup d’Anàlisi Territorial i Estudis Turístics de la URV. Aun así, señala, «sí que hay muchas voces críticas en el tejido social» y recuerda la manifestación en contra de los cruceros y de Hard Rock que se celebró el año pasado en Tarragona. «Si no se hace un repensamiento de la dependencia del turismo, esto llegará. La evolución turística llega a un punto donde te puedes encontrar que afecte a los vecinos y provoque este rechazo», alerta.

Russo considera que el concepto ‘turismofobia’ es un neologismo poco riguroso. «Implica una aversión existencial en contra del turismo que no es real», dice. En este sentido, habla de que «la gente no está enfadada con los turistas, sino con las políticas y lugares que hacen que el turismo llegue a afectar a su calidad de vida. Si hubiera la cuarta parte de los turistas que hay, la gente no estaría enojada».

La afectación de los pisos turísticos, la convivencia en el espacio público, la precariedad laboral, la saturación de medios de transporte y la contaminación atmosférica o acústica son algunos de los problemas de la masificación turística que subraya el investigador.

«Es algo que nos ocupa y que nos preocupa», reconoce Berta Cabré, presidenta de la Federació Empresarial d’Hostaleria i Turisme de Tarragona (FEHT). Hace un par de años, la entidad, que representa al 90% de las plazas de alojamiento de la provincia, encargó un estudio de opinión acerca de la percepción que tiene la población sobre el turismo. A través de 800 encuestas a residentes repartidos por toda la demarcación, el estudio revelaba que el 90% de la gente considera al turismo un sector beneficioso para Tarragona y el 86% afirma que genera pocas o ninguna molestia en su entorno. Tan solo el 6% respondió que el sector es perjudicial.

«La población no pone en duda nuestra actividad y pone en valor que es un sector generador de economía», considera Cabré. Aun así, explica que desde el sector «ponemos muchos esfuerzos en explicar bien a la sociedad lo que hacemos como sector y todo lo que aporta el turismo. No somos los más bonitos del mundo, pero tampoco los peores». En este sentido, afirma que «somos los primeros que queremos que las cosas se hagan bien y que estén reguladas», y pone de ejemplo la lucha de la Associació d’Apartaments Turístics contra los pisos turísticos ilegales.

Russo diferencia la acogida que tiene el turismo de masas entre municipios que se han desarrollado urbanísticamente de la mano de la actividad, como Salou, de otros como Tarragona, con una malla urbana que se ha ido turistificando con el incremento de visitantes de los últimos años.

El caso de Salou es paradigmático. Una ciudad con 30.000 residentes censados que recibe anualmente a 2 millones de personas. El Ayuntamiento elaboró hace unos años un Plan Estratégico de Turismo que se enfoca en buscar la sostenibilidad a través de la desconcentración de la actividad tanto en el tiempo como en el espacio. Es decir, que haya turismo más meses al año y en lugares diferentes para evitar la sensación de masificación.

«No somos un destino masificado, somos un destino concentrado», sostiene el alcalde y presidente del Patronato de Turismo de Salou, Pere Granados. «Todas las industrias pueden generar ciertos inconvenientes y la afluencia de turistas es algo que tenemos muy en cuenta», asegura. «Hay que hacer una gestión pública pensada en el residente –expone–. El turista no llega a un destino aislado de la ciudad, sino que el destino es la ciudad. El bienestar del residente, lo percibirá el turista también».

Para atajar un posible crecimiento de la ‘turismofobia’, Granados reclama acción a las administraciones superiores. Así, exige políticas públicas de vivienda, que garanticen el derecho residencial a los vecinos, pero también una financiación singular para los municipios turísticos. «Apostamos por un turismo responsable y solidario con el destino. Que el turista también ayude a financiar los servicios que le presta la ciudad», explica.

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