El urbanismo sin freno ha dejado a muchas localidades y núcleos sin zonas verdes privándolas de la acción ambiental que tienen y las posibilidades de ocio y de salud para los vecinos.
Las nuevas dinámicas del urbanismo recomiendan recuperar e integrar la naturaleza en las tramas urbanas por los efectos beneficiosos que aportan.
En muchos casos esos espacios naturales que forman parte de las tramas urbanas han quedado en el olvido y descuidadas tanto para su conservación como para su función natural como corredores biológicos o desagües en caso de lluvias intensas.
Uno de los ejemplos más flagrantes del urbanismo más desaforado es Segur de Calafell, donde el ladrillo y el cemento lo ocupó prácticamente todo. Quedan sin embargo unos corredores que se salvaron de esa fiebre fagocitadora del terreno y son las rieras.
El Ayuntamiento ha iniciado trabajos para acondicionar esos ecosistemas con criterios de hidráulica, ecológicos y de uso público para que puedan convertirse en una especie de jardines naturales.
En el torrente de la Casa Nova, desde la carretera C-31 hasta la escuela de la Ginesta se está acondicionado el cauce para facilitar el paso del agua de manera controlada con estructuras de laminación y saltos naturales para frenar la fuerza del agua.
A nivel ecológico se han eliminado cañas americanas, una especie invasora muy colonizadora y que crea diques que son un riesgo de inundación en días de avenidas y se han plantado especies arbustivas típicas de ribera que amortigua la riada y facilitan la infiltración.
Frente a los argumentos de algunos que señalan que las rieras deben estar totalmente expeditas, el concejal de Ecología Urbana, Aron Marcos, explica que las especies vegetales autóctonas juegan un papel en el control de la velocidad de una riada.
Pero además esa intervención en la riera pretende ser un corredor natural para el disfrute de los vecinos a modo de paseo en un entorno natural que pueda aprovecharse ciando no haya riesgo de lluvias ya que habitualmente están secas durante casi todo el año.
Es la única manera de que la densidad urbanística pueda beneficiarse de una naturaleza a la que no debería haber olvidado en su diseño inicial. Como señala el neorobiólogo vegetal Stefano Mancuso en su libro La planta del mundo, las ciudades del futuro deberán estar cubiertas por entero de vegetación para poder hacer frente al cambio climático desatado.