'Vivimos un fast food periodístico'

Entrevista a Lluís Foix, periodista

19 mayo 2017 19:34 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:38
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Lluís Foix, exdirector de ‘La Vanguardia’, ganó el pasado enero el Premi Josep Pla con ‘Aquella porta giratòria’, su último libro, en el que narra sus experiencias periodísticas. Nacido en Rocafort de Vallbona, Foix también fue corresponsal en Londres y Washington. Ha cubierto numerosas guerras y conflictos internacionales y ha enviado crónicas desde 84 países. Redacta un interesante blog: www.foixblog.com

 

– ¿Cuál ha sido su mejor momento en el periodismo?

– Cuando era corresponsal. Pero todos los momentos como periodista son interesantes.

 

– Ha pasado por muchos puestos durante su carrera.

– He hecho casi de todo. He intentado encontrarme bien en cualquier lugar, pero lo que ‘salva’ a un periodista es escribir, expresar lo que siente y ve. Y eso es independiente del cargo que uno ocupe.

 

– Es complicado, lo sé, pero destaque una noticia.

– Cuando yo estaba en Londres de corresponsal y los teletipos empezaron a informar del golpe de Estado de 1981. También viví el atentado contra Ronald Reagan en Washington.

 

– Decía usted antes que al periodista le ‘salva’ escribir.

– Sí, pero no todo es escribir. También es observar, opinar, tener un criterio, aprender constantemente. Yo he aprendido constantemente de periodistas y de personas ajenas a la profesión.

 

– También le habrán impactado sucesos desde un punto de vista humano.

– Me ha impactado mucho encontrarme con muertos por las calles en Bagdad, Teherán, en la guerra Irán-Irak, en África.... Es un impacto emocional.

 

– ¿Esos momentos emocionales tan duros le han llevado a plantearse en algún momento dejar el periodismo?

– No. Una vez le dije a Manu Leguineche (un legendario corresponsal de guerra): ‘Manu, no puedo más. Lo dejo, no quiero escribir más’ y él me respondió: ‘Tú escribe lo que ves, que la historia dirá lo que ha pasado’. El periodismo consiste en hacer borradores de la historia.

 

– Defina lo que debe ser un periodista.

– Aquella persona que explica bien las cosas que pasan y las hace interesantes. No tiene que provocar que las cosas pasen, sino explicarlas. Las opiniones no provocan que caigan gobiernos. Los hechos, sí.

 

– Ese periodismo objetivo que usted defiende, ¿es el que hay en la actualidad? ¿O hemos caído en un exceso de opinión, en tratar de influir?

– Los periodistas clásicos hemos perdido el monopolio de la información y de la opinión gracias a las redes sociales. Alguien ve algo y cuelga la foto.

 

– Cualquiera puede ser ‘periodista’. ¿Cuál es entonces el futuro de la profesión?

– El periodismo ‘largo’, independientemente del soporte, sea el papel o digital. Periodismo es cuando el ‘New Yorker’ publica una historia de doce páginas y al acabar de leerla sabes exactamente qué ha pasado. El futuro está no sólo en dar la información sino en enmarcar la noticia, buscar los antecedentes, explicar las causas...

 

– ¿Eso es factible en una sociedad como la actual acostumbrada al impacto, a Internet?¿Tendrá alguien la paciencia de leer doce páginas?

– Es verdad que estamos en la época del fast food periodístico, el eslogan, el titular, los 140 caracteres... Esto tiene un consumo masivo. No hace falta ni escuchar la radio. Hay aplicaciones para informarse. Pero ese es el periodismo poco reflexivo, de la inmediatez.

 

– Y precipitado.

– Sí. A Muriel Casals la enterraron cuatro horas antes de que muriese porque alguien lo hizo correr por la Red. Los grandes medios dieron la noticia de su muerte. Nadie habló con la familia, el hospital, con Junts pel Sí, con Òmnium Cultural. Es un periodismo que confunde.

 

– Le preguntaba antes... ¿Alguien leerá doce páginas?

– La opinión pública busca artículos bien construidos, bien escritos. Ese es el periodismo de referencia. Hay pocos, de acuerdo, pero son lo que más influencia tienen.

 

– Vayamos a su labor como director de ‘La Vanguardia’. ¿Cómo ha afrontado las presiones que ha recibido?

– Como he podido. Hay presiones externas, internas, autocensura. Todos los periodistas saben qué pueden decir en su medio y qué no. Pero el periodista no puede perder nunca su norte. Debe saberse adaptar a la sociedad en que vive.

 

– La relación entre el expresident Jordi Pujol y ‘La Vanguardia’ ha sido compleja. Usted lo explica en su libro.

– La carrera política de Pujol comienza cuando logró que Luis Martínez de Galinsoga fuese destituido como director de La Vanguardia (Foix se refiere a que, tras una misa, Galinsoga gritó, enfurecido porque la homilía se había pronunciado en catalán, «todos los catalanes son una mierda». Era el 21 de junio de 1959. Tras una campaña en su contra encabezada por Pujol, Galinsoga fue destituido en 1960).

 

– Textualmente usted dice que Pujol y usted se miraban con «recelo y desconfianza».

– He tenido cientos de conversaciones telefónicas, comidas, cenas, visitas... con Pujol. Quería influir en los medios de comunicación, que son la correa de transmisión entre el poder y la gente.

 

– ¿Y lo conseguía?

– A veces sí. A veces no.

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