Unas 12.000 personas según la Policía Nacional, 50.000 según los organizadores, han salido este domingo a la calles de Palma de Mallorca para protestar contra la masificación turística en la isla, la caída de los salarios, la pérdida de calidad de vida, los atascos en carreteras y playas, el ruido, el consumo del territorio y el precio de la vivienda y el alquiler.
Se trata de la segunda gran manifestación de estas características tras la celebrada el pasado 25 mayo, que reunió a 10.000 personas.
La protesta, «Cambiemos el rumbo, pongamos límites al turismo», ha comenzado a las 19.00 horas, ha recorrido las principales calles y ha finalizado en el centro de la ciudad.
Ha sido organizada por la plataforma ‘Menos Turismo, Más Vida’, a la que se han sumado unas 110 entidades, colectivos y movimientos sociales de Mallorca.
La manifestación, en plena temporada turística, con miles de turistas que llegan cada día a Baleares para disfrutar del sol y sus playas, quiere ser «un punto de inflexión, un golpe sobre la mesa, y el inicio de acciones y movilizaciones en las cuatro islas, no solo en Mallorca, que se extenderán más allá del verano», ha explicado el portavoz de esta plataforma, Pere Joan Femenia.
«El objetivo de esta protesta es cambiar el rumbo, la gente está harta de un modelo económico que no tiene en cuenta los problemas que el turismo causa a los residentes», ha explicado.
Limitar el número de turistas y vuelos
Femenia ha propuesto medidas «concretas» como limitar la llegada de vuelos -este fin han operado en los tres aeropuertos de Baleares 4.786 vuelos-, el número de cruceros, el alquiler de coches y de viviendas vacacionales y «controlar» la compra de casas a los no residentes.
«La gente quiere un punto y final» porque alcanzar este año la visita de 20 millones de turistas es «insostenible», ha afirmado el portavoz, que ha lamentado que «hace muchos años» que la riqueza que genera este sector no se está repartiendo entre la población, que tiene muchas dificultades para comprar o alquiler un piso.
La pancarta principal de la manifestación rezaba «Cambiemos el rumbo, pongamos límites al turismo», pero también había otras con lemas como «Más turismo que nunca, la explotación de siempre», «No es turismofobia, es mallorquinicio», «Tu lujo es nuestra miseria» o «Mallorca no está en venta».
«Nos hemos convertido en ciudadanos de segunda»
Uno de los asistentes, Pere se ha quejado a EFE con vehemencia: «Estamos aquí porque estamos hartos del turismo; es una cuestión de sentido común: hay demasiada gente y la gallina de los huevos de oro hay que conservarla limitando la llegada de visitantes».
Un joven profesor, Albert, ha explicado que «Palma se ha vuelto totalmente inhabitable» y ha reconocido que está «muy preocupado» por si podrá comprarse un piso. «De alguna manera los mallorquines nos hemos convertido en ciudadanos de segunda», ha resumido.
Aina, residente en Palma, ha opinado que esto es «una masificación como la de Venecia, no hemos pasado bastante... entre coches de alquiler, el alquiler turístico, Airbnb y chorradas de éstas es que no podemos salir ni a la calle». Sin embargo, ha querido dejar bien claro que su denuncia no es contra el turismo ni los turistas, sino contra el «exceso» de turismo, «A todos nos gusta irnos de viaje», ha reconocido.
Otro residente de Palma, Toni, de 61 años, ha asegurado que «Mallorca era un paraíso y esto ya no es turismo, es una invasión, nos sentimos acorralados, ya no podemos ir a las playas de toda la vida».
El paso de la manifestación por el centro de la ciudad ha pillado por sorpresa a muchos turistas, algunos de los cuales han aprovechado la ocasión para tomar fotos o aplaudir mientras disfrutaban de un helado.
Algunos comercios han bajado momentáneamente sus persianas para evitar cualquier incidente, aunque la protesta ha sido pacífica y festiva.
¿Qué opinan los partidos políticos?
Prácticamente todos los partidos de Baleares coinciden en la sensación social de saturación y en la necesidad de avanzar hacia un modelo turístico sostenible que respete el medio ambiente y la convivencia pacífica con los residentes.