El 25% de niños de menos de 10 años tiene su propio móvil, un porcentaje que se eleva al 70% a los 12 y llega al 94% a los 15 años, según el INE y el estudio ‘Menores de edad y conectividad móvil en España’, de la entidad Protégeles. Y un 14,6% de los alumnos admite estar constantemente pendiente del móvil en clase, según un informe de BBVA, Google y la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción). Los móviles son ya como el tercer brazo de los chavales. Ante esta realidad, ¿qué se puede hacer?
Nadie niega que los móviles sean una excelente herramienta educativa. El debate está en si se prohibe su uso en los colegios, salvo momentos puntuales en clase, o no solo se deja que los y las estudiantes lo lleven encima sino que se potencia su utilización en las aulas. ¿Distraen los móviles y son en cierto modo ‘peligrosos’ como la herramienta perfecta para el bullyng? ¿O, como no se pueden poner puertas al campo, se permite su uso libre, eso sí, con ciertas limitaciones?
Un sondeo del Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (Gesop) revela que el 85,6% de tarraconenses está de acuerdo en que se prohiba el uso de los móviles en los colegios en la etapa obligatoria, es decir, hasta 4º de ESO. La cifra es muy similar a la media catalana (85,8%). Los más partidarios de su prohibición son las personas de 30 a 44 años (89,8%). Y los que menos, los más jóvenes (16 a 29 años): 74,4%. El sondeo se realizó en toda Catalunya en julio a 1.600 personas mayores de 16 años.
La directora de Gesop, Àngels Pont, explica que muchas personas «comienzan a ver los móviles como aparatos útiles pero que pueden tener consecuencias perversas. Los padres creen que el móvil distrae más que ayuda a sus hijos. Los presidentes de las empresas tecnológicas de EEUU llevan a sus hijos a colegios en que no se permiten los móviles».
En esta línea, el director del Institut Mont Perdut de Terrassa, Josep Maria Argemí, ha presentado una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para que el Parlament prohiba expresamente su utilización. Hasta ahora depende de cada colegio o instituto. La ILP debe reunir 50.000 firmas para que se debata en la Cámara Catalana.
«Sirve de apoyo al acoso»
La ILP asegura que el uso del móvil durante las actividades escolares «provoca muchas disfunciones incompatibles con la mejora del clima escolar; no ayuda a que los estudiantes tengan un entorno que permita la atención, la concentración y la reflexión necesarias para la actividad, comprensión y memorización; reduce la interacción social entre los alumno; es origen de una gran parte de actividades incívicas y sirve de apoyo al acoso cibernético».
Más allá del deseo de su prohibición o de su acérrima defensa, ¿cuál es la realidad? El Consell Escolar de Catalunya, un organismo dependiente de la Generalitat, envió una encuesta a todos los colegios e institutos de Catalunya sobre si dejaban usar el móvil a sus alumnos y alumnas. Entre el 15 de abril y el 15 de mayo respondieron 114 centros de primaria y secundaria, públicos y privados, del Camp de Tarragona y las Terres de l’Ebre.
Del conjunto de esos 114 centros, en un 51,35% no se puede usar el móvil y en un 48,65%, sí. Sin embargo, los porcentajes varían según la etapa educativa. En Primaria, está prohibido el uso en el 85,71% de colegios y permitido en un 14,19%. En Secundaria, al revés. Un 89,66% lo permite y solo un 10,34% lo impide. Es decir, en nueve de cada diez institutos de Tarragona los chavales pueden usar el móvil en el patio o en los descansos entre clase y clase.
La Generalitat es claramente partidaria de incentivar el uso del móvil. La directora general de Innovació, Recerca i Cultura Digital, la también profesora de la facultad de Ciències de l’ Educació i Psicologia de la Universitat Rovira i Virgili, Mar Camacho, es la principal impulsora del programa mòbils.edu que permite que los alumnos se lleven sus móviles y los usen en tareas educativas. 17 de los 59 colegios e institutos del programa son de Tarragona.
Entre esos colegios, está el Institut Narcís Oller de Valls. El profesor de Tecnología Adrià Delgado es el encargado de implementar el programa. El instituto vallense ya fue pionero en el uso de los ordenadores en el aula e incluso recibió un premio en el pasado Mobile World Congress.
«No se entretienen por usarlo»
«Los alumnos pueden usar el móvil en el patio, en los pasillos y en el cambio de clase. Por eso no tienen la necesidad de meterse en Facebook o WhatsApp durante la clase. Tampoco hemos detectado que se entretengan o lleguen tarde a clase por utilizar el móvil», comenta Delgado.
Si un alumno usa el móvil sin permiso en clase, el profesor puede requisárselo y entregárselo al Jefe de Estudios, quien avisa a los padres, que tienen que ir al colegio a recoger el terminal. Delgado precisa que las incidencias son mínimas y detalla que «hay que saber llevar el tema con naturalidad y valorar la situación cuando pillas al alumno con el móvil. Más que la prohibición, hay que saber encarrilar al estudiante».
La reacción de los padres a cuyos hijos les han requisado el móvil suele ser decepcionante. No solo no apoyan al colegio sino que se molestan. «A los dos minutos está el padre en el instituto para recoger el móvil de su hijo. Se muestran enfadados. Les convocas a una reunión y no tienen tiempo de venir, pero sí para recoger el móvil», lamenta Delgado.
Una visión totalmente distinta sobre el uso del móvil es la del colegio La Salle de Tarragona. Este año ha decidido prohibir totalmente su empleo en los cuatro cursos de ESO (de 12 a 16 años). Los chavales tienen que depositar su terminal en una caja al entrar en clase a las 8 y no lo pueden recoger hasta las 13 h, al salir.
La directora de la Salle, Alícia Fernández, comenta que hasta el curso pasado los alumnos podían usar el móvil durante el cambio de clase, pero la situación «se descontroló» y cada vez costaba más reemprender la clase. «Vimos que estaban enganchados. Era un uso no pedagógico ni educativo sino de juegos o redes», recuerda. De ahí que decidieran prohibir su uso particular, pero sí que se emplea para actividades bajo la supervisión del profesor.
El claustro y el Consell Escolar se mostraron de acuerdo, ya a finales del curso pasado, con la prohibición. En la reunión preinicio de este curso, la dirección expuso la iniciativa a los padres. «La gente empezó a aplaudir. Fue una grata sorpresa. Los padres se dan cuenta de que esta situación no solo pasa en la escuela sino también en casa», apunta Fernández.
Fernández explica que no obligan a los alumnos a dejar el móvil en la caja porque es un objeto personal, pero sí que le advierten que «si quieres tenerlo en la mochila, puedes, pero no podemos ni verlo ni oírlo. Si lo vemos u oímos sin autorización del profesor habrá una sanción». La primera vez el colegio avisa a los padres y, si hay reincidencia, se le expulsa por un día.
Otro problema que detectó la Salle fue que los chavales usaban compulsivamente el móvil en el patio de manera que se aislaban unos de otros y no interactuaban. «En los descansos tienen que socializar, moverse, jugar», advierte Fernández.
El director de uno de los institutos más grandes de Tarragona, el Martí i Franqués, Jordi Satorra, no cree que los móviles inciten al aislamiento. «Hay alumnos más introvertidos y otros más extrovertidos. Algunos se quedan en la biblioteca y no quieren salir al patio. No es el instrumento sino que depende de la persona. Tenemos que evitar que haya mal uso del móvil, pero no regular un espacio de libertad». El Martí i Franqués permite el uso, pero tiene una exhaustiva normativa de control.
El portavoz en Tarragona de Ustec (Unió de Sindicats de Treballadors de l’Ensenyament de Catalunya), Juan Carlos Feijoo, cree que el programa mòbils.edu «dificulta la igualdad de oportunidades. No todo el mundo tiene el mismo móvil». El programa se basa en el modelo BYOD (Bring Your Own Device), es decir, tráete tu propio móvil a clase.
Maria Teresa Torres, profesora del Grado de Tècniques de Desenvolupament d’Aplicacions Web i Mòbils de la URV, sostiene que «en Primaria prohibir el móvil puede ser positivo, pero en Secundaria tienes que educar a los alumnos. Si no, creas una sociedad de prohibiciones donde no enseñas el uso de la tecnología».
Desaprendizaje social
El psicólogo infantil Sergio Banús defiende que «tenemos que regular el uso de las tecnologías de alguna manera, pero, mientras no tengamos claro cómo, hemos de tomar decisiones en base a hechos que se producen en los colegios. Por ejemplo, a través del WhatsApp se ataca a otro alumno y eso llega a un montón de gente. También hay chavales que se comunican a través del WhatsApp con otro que tienen justo al lado, lo que provoca un desaprendizaje de habilidades sociales».
Sigue Banús: «Las tecnologías han venido para quedarse, pero tendremos que defendernos de las cosas negativas que producen. Ante las interferencias en la labor educativa y las relaciones humanas hay que tomar medidas drásticas. La prohibición no es la solución, pero hay que protegerse».
El experto cree que habría que impartir en los colegios una asignatura específica sobre el buen uso del móvil dado el contexto social actual: «No tenemos más que ir un restaurante. Hay familias enteras, desde el niño de dos años hasta el abuelo, en que cada uno está con su móvil y solo se comunican entre ellos para enseñarse lo que les han enviado».
«El niño es niño, no un adulto. Busca la inmediatez. Si tiene un libro y al lado un móvil con lucecitas, cogerá el móvil. Hay que educarle. Un uso excesivo de las pantallas genera distracción. No puedes dejarle a un niño de 2 ó 3 años el móvil o tablet para que esté entretenido. Dificulta su aprendizaje posterior», concluye.