La nueva ley de educación, conocida como ley Celaá, ha sido ampliamente debatida y comentada en los últimos meses. Una de sus principales novedades es un cambio de concepto global de la enseñanza, enfocando la educación desde una perspectiva de formación integral, en la que se dejan a un lado los objetivos educativos basados en la memorización de los conceptos teóricos y, en cambio, se desarrollan capacidades para que los alumnos puedan responder a los problemas que se le planteen a lo largo de la vida, en lo que se llamaría educación de competencias.
Se define como competencia el desempeño que resulta de la movilización de conocimientos, habilidades, actitudes y valores de los alumnos, en un contexto específico, para resolver problemas que se presenten en diversos ámbitos de su vida. De alguna forma, la ley Celaá prefiere que los alumnos sean capaces de resolver un problema o que sepan desenvolverse en determinadas situaciones a que se sepan de memoria la lista de los Reyes Godos como sí se la sabían nuestros padres.
Los docentes deben pasar a ser facilitadores de aprendizaje, más allá de superar un examenLas formas de enseñanza-aprendizaje han cambiado en los últimos años por diferentes factores como la globalización, la tecnología y la forma en que interactuamos a partir de ella. El futuro de la educación cada vez se centrará en estimular al alumno y fomentar su sed de aprender.
Además, cabe tener en cuenta que las actuales generaciones de niños y jóvenes tendrán que ser formados para nuevos trabajos en industrias que ya están cambiando; para usar tecnologías cada vez más complejas y para asumir responsabilidades con nuevos perfiles para ocupar cargos de operación, gerenciales o de liderazgo.
Precisamente, en una era digital y con la pandemia de por medio, la ley también prevé que hay que abordar las reformas necesarias para garantizar que se imparta una educación y una formación que permitan interiorizar las competencias digitales.
El papel de los maestros o docentes es indispensable ante este panorama. Impulsar la educación basada en competencias favorecerá a que los futuros profesionales logren desenvolverse con éxito dentro de un mundo globalizado, competitivo y en constante cambio.
La nueva definición de educación basada en competencias que se propone actualiza la anterior. Ahora, los estudiantes tienen el poder diario para tomar decisiones importantes sobre sus experiencias de aprendizaje, sobre cómo crearán y aplicarán el conocimiento, y cómo demostrarán su aprendizaje. Así, el progreso de los estudiantes se basa en evidencias de dominio, no en el tiempo sentado frente al pupitre.
Cambio en el profesorado
Uno de los principales aspectos del actual Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) se refiere a la metodología docente necesaria para el desarrollo y adquisición de competencias por parte de los estudiantes. Esto es, la formación universitaria se debe focalizar en el aprendizaje de los estudiantes y, en concreto, en los resultados del aprendizaje medidos a través de las competencias.
Como se ha dicho anteriormente, para lograr este importante cambio de paradigma, debe darse también un profundo cambio en la labor docente. Así, los docentes deben pasar a ser facilitadores de aprendizajes significativos por parte de los alumnos/as, así como garantizadores del logro de competencias personales y profesionales (más allá de superar un examen clásico y/o una serie de pruebas de evaluación).
De alguna forma, se pasa a darle mucha más importancia al verbo aprender que al de enseñar y desde luego memorizar.
Otras novedades
La ley también incluye una batería de medidas encaminadas a corregir la distribución del alumnado desfavorecido entre las redes pública y concertada, que ahora se matricula de forma desproporcionada en la primera. Por ejemplo, en la pública estudian nueve de cada 10 chavales de los hogares con menor renta. Las comunidades deberán establecer «una proporción equilibrada del alumnado con necesidad específica de apoyo educativo que deba ser escolarizado en cada uno de los centros públicos y privados concertados». Otra característica es que los centros educativos desarrollarán parte del currículo, esto es, podrán decidir «un porcentaje de los horarios escolares», que deberán orientarse al trabajo de las competencias básicas. Las comunidades decidirán qué porcentaje de las horas pueden fijar (que se descontará del 50% que pueden fijar ellas; la otra mitad corresponde al ministerio).
Más libertad
Ámbitos de conocimiento
En la educación secundaria, con la nueva ley se introducen cambios metodológicos que promueven en todos los centros la atención personalizada, con metodologías activas como el aprendizaje por proyectos. En este sentido, en la ESO se rompe la clasificación de materias de la Lomce (troncales, específicas y de libre configuración) y todas tendrán el mismo nivel jerárquico. Se fomentará el uso de «ámbitos de conocimiento» que promueve la colaboración de docentes, como el científico matemático (matemáticas, física y biología) y da más libertad a los centros. Otras novedades de la ley afectan a temas relacionados con la lengua, ya que el castellano deja de ser vehicular en la enseñanza.