Manuel, Mónica, Antonio, Miguel, José Luis. Son algunos de los nombres de las «decenas y decenas de desaparecidos» en las provincias de Valencia y Albacete. La angustia y preocupación de sus familiares se transmite a través de los mensajes telefónicos y los testimonios a pie de tragedia recogidos por los medios de comunicación. «Estoy llamando y no cogen el teléfono», explica entre sollozos María Luisa que trata de contactar desde el martes con su nuera y sus nietos residentes en Utiel (Valencia).
«Es importante que se dirijan a los servicios de emergencias y canales oficiales», detalla Ana Lillo, psicóloga experta en emergencias. «Y, sobre todo, que contacten con los profesionales del Colegio de Psicólogos de Valencia que me consta ya están sobre el terreno», afirma. «Tan importante es restañar las heridas físicas y las infraestructuras como la salud mental».
Los daños materiales se pueden contabilizar en millones de euros, las lluvias caídas en litros por metro cuadrado... pero «no se puede poner cifra» al dolor en la mente y el alma. «Desde el martes estamos recibiendo constantemente imágenes y noticias catastróficas y eso genera un nivel de estrés muy alto», explica Lillo. El primer apoyo -recalcan los expertos- ha de centrarse en trasladar toda la información posible a los damnificados. «Y que hablen, que lo cuenten y que se expresen cómo se sienten», apostilla.
Algunas de las consecuencias que pueden sufrir las personas afectadas por las inundaciones son ansiedad, estrés y estado de shock. «Tenemos que facilitarles la expresión de emociones y hacer una escucha activa», aclara esta psicóloga experta en emergencias. Asegura que es normal que las víctimas padezcan un bloqueo, porque todo ha pasado «de golpe» y es muy estresante, con lo que el cerebro no puede procesar lo ocurrido.
En estos momentos, los damnificados se hallan en ‘modo supervivencia’. Los primeros indicadores psicológicos vendrán dentro de unos días, cuando todo ese nivel de estrés disminuya y comiencen a ver la realidad de la situación. «Por favor que no se olviden que igual de importante es cuidar su salud mental que cubrir las necesidades básicas».
Mirar las víctimas mortales
Lo mismo ocurre con los voluntarios e intervinientes. «Se van a enfrentar a situaciones muy impactantes y aunque estén -sobre todo los equipos especializados- preparados, también necesitarán ayuda psicológica». Poco a poco, los equipos de rescate y búsqueda se adentran en las zonas más dañadas y completamente anegadas.
«Si alguien que quiere ir a ayudar lee estas palabras le diría que evite el contacto visual con las víctimas mortales y, si quiere ayudar, quizá sea mejor donar ropa, comida o dinero. La situación puede ser muy impactante», advierte Lillo. Y no solo hay que cuidar la afectividad de los mayores, también debe mimarse singularmente la de los más pequeños.
«Cualquier catástrofe, natural o provocada por el ser humano, es espantosa tanto para niños como para adultos», recalca Unicef. Del mismo modo que a los adultos se les pide expresar sus emociones, los más jóvenes también han de hacerlo y, recuerdan los especialistas, es importante prestar atención a los síntomas de alarma que puedan presentar. Los temblores, el silencio o el retraimiento pueden ser indicios de un problema subyacente.
«No hay que evitar tratar el tema y no mentirles», aclaran los expertos de Unicef. «Hay que preguntarles, escucharles y validar sus sentimientos», destaca Save the Children en una guía publicada tras la riada que ha cobrado ya la vida de más de 200 personas. «Para los más pequeños, dibujar puede ser una herramienta efectiva para expresar sentimientos», apuntan. Apenas han pasado cuatro días de las inundaciones. Y la herida de esta tragedia tardará muchos años en cicatrizar en la sociedad.