En la oscuridad y con los ojos vendados, los invitados comen los insectos cocinados por el chef mexicano Irad Santacruz en una degustación que rompe tabúes y sensibiliza con el sabor de estos animales, considerados el alimento del futuro.
Chapulines, toritos, ahuautles, cocopaches y chumiles, que desde tiempos prehispánicos son parte de la cocina mexicana, exacerban con su sabor los sentidos de los invitados que aceptaron el reto de Santacruz, de 34 años, de comer "a ciegas" para romper ideas preestablecidas.
"El objetivo es sensibilizar en el consumo de insectos; sobre todo que vean el gran potencial de estos alimentos que siempre han estado presentes y vigentes en la cultura culinaria y la dieta del mexicano", explica.
En este experimento culinario de comer a ciegas, los invitados recibieron platos con cinco tipos de insecto guisados con el tradicional método mexicano del comal y acompañados de pulque, la bebida prehispánica extraída del maguey.
La degustación comenzó con cocopaches, escarabajos de color negro intenso y rayitas naranjas que miden de tres a cinco centímetros, que viven entre la hierba y se alimentan de ella, y que al comerlos tienen un regusto "herbal muy fuerte", asegura el chef.
Como segundo, llegaron los chumiles -conocidos como jumiles en otras regiones-, unos insectos diminutos que por alimentarse de una hierba especial adquieren un sabor a manzana, canela y anís.
Precisa que estos animales son tan pequeños y se mueven tan rápido que tras capturarlos, los recolectores los mantienen dentro de un balde con agua, para evitar que se salgan.
A la mitad de la opípara cena, Santacruz sirvió ahuautle, la hueva de la mosca acuática que se recoge de los matorrales situados a las orillas de lagos y que en algunas zonas de México es considerada un platillo de Cuaresma.
Después resaltaron los toritos, insectos pequeños que crecen en los árboles del aguacate, de cuyas hojas se alimentan y que ofrecen a los comensales un delicado sabor muy parecido a este fruto.
"El insecto adquiere el sabor del aguacate y cuando uno lo come es maravilloso el sabor. Produce una grasa especial, por lo mismo que come aguacate, y no es necesario ponerle grasa. Con la que ellos producen se va tostando y eso ayuda a que no se queme", explica Santacruz.
Al final de la degustación, el cocinero sirvió los tradicionales chapulines (saltamontes), solo que en lugar de prepararlos con sal los preparó al horno, lo que favorece que conserven sus nutrientes y adquieran un sabor diferente.