Los niños españoles –y, por tanto, también los tarraconenses– de entre 12 y 17 años pasan más horas conectados a internet que en el instituto. Un hecho que Jon, un joven de 21 años de Cambrils, ha vivido. «Creo que casi todo el mundo de mi entorno se podría considerar adicto al móvil». Jon pasa más de seis horas diarias conectado al teléfono, tiene más de 3.000 seguidores y también muchos amigos, aunque en esto no lleve la cuenta.
Entre cinco y diez pulgadas es la única dimensión en la que muchos adolescentes son capaces de ver la vida. Y es que parece que está de moda compartir todos los momentos en redes antes que vivirlos e incluso disfrutarlos. Esta excesiva dependencia a los teléfonos móviles ya ha protagonizado más de un estudio en el que las generaciones más jóvenes son las más afectadas. Un equipo de investigadores de la Universidad de Arizona ha realizado un informe en el que se vincula esta obsesión con estos dispositivos con la depresión en adolescentes, el colectivo más vulnerable a caer en una adicción. En España, 7,9 millones de los usuarios que participan en redes sociales tienen entre 16 y 30 años. Aunque el estudio sea americano, los resultados son compartidos por todos los países en una sociedad globalmente hiperconectada.
Sònia Navarro, psicóloga, terapeuta y directora de SN Psicología en Tarragona, cambia el término de adicción por un sobre uso mal gestionado, que como otras patologías que suponen un elevado grado de ansiedad, pueden desencadenar en depresión. «Una persona que tenga un nivel elevado de consumo del móvil no llega a los criterios de adicción pero sí genera muchos problemas asociados», explica Navarro.
Además de estudios, también se ha creado una palabra para definir esta relación con los teléfonos. Se llama nomofobia y engloba a todas aquellas personas que tienen un miedo irracional a no tener el móvil. «Es un nuevo tipo de fobia causada por la actual dependencia excesiva al teléfono. Provoca un grado de malestar que no se puede controlar indicando que existe una afección del comportamiento», expresa Gemma Cunillera, psicóloga, que añade: «El de los adolescentes es un colectivo más susceptible a refugiarse en la tecnología, es una etapa en que se viven muchos cambios tanto a nivel físico como emocional y en el móvil pueden ser la persona que les gustaría ser, les proporciona una autoestima que no tienen en la vida real».
Infancia 2.0
Auque esta dependencia con los dispositivos tecnológicos sea más visible entre los jóvenes, el origen se tiene que buscar muchos años atrás, en la infancia. Los hogares españoles cuentan con tres teléfonos de media y la mitad de los padres consideran que se relacionan menos con su familia a causa del uso excesivo del móvil. De hecho, un 80% se siente mal por ello.
«Que niños de un año o menos pasen muchas horas con el móvil se ha convertido en una imagen habitual que se genera por aquellos que han encontrado en el teléfono una forma de mantener distraídos a los pequeños», comenta Navarro. Y es que si los jóvenes ven la vida en pulgadas, los niños nacen con un móvil debajo del brazo.
La nomofobia es el término utilizado para el miedo irracional a no tener teléfono móvilEste prematuro contacto con la tecnología puede ayudar a desarrollar una incapacidad de comunicación y relación social que se ejemplifica en cualquier reunión de amigos donde las conversaciones son a través del teclado. «Creo que es muy importante que los hijos y lo padres aprendan conjuntamente que no hace falta mirar una notificación en el móvil al instante y sobre todo, llegar a comprender y sentir que no pasa nada, hay un mundo si levantamos la mirada», declara Navarro, que considera esta forma de contener la ansiedad, una de las estrategias más útiles para romper la dependencia.
Evolucionamos en una sociedad en la que vivimos para que los demás lo vean. «Los niños se pasan casi toda su infancia sin ser mirados y eso provoca una baja autoestima. Cuando son adolescentes, para cubrir esas carencias, como el de al lado tampoco lo mira, busca esa atención en las redes», explica Navarro.
Aunque los más jóvenes sean los más conectados y a los que se considera más adictos, ¿quién podría vivir sin móvil hoy en día?