Vivir con depresión: «Es como tener cuerdas atadas a los tobillos. Quiero salir hacia adelante y no puedo»
Dos de cada diez mayores de 15 años en Tarragona sufren algún grado de depresión. Hay 10.500 con nivel grave. La pandemia aumentó los trastornos. Golpea más a mujeres y clases bajas
«Winston Churchill, que para mí es un referente, hablaba siempre de sus perros negros. Para mí esto es una bola gris que tengo dentro del pecho y es lo que me hace sufrir. Sufro las 24 horas del día», admite Xavier León, un cambrilense de 56 años, diagnosticado a los 30 de depresión mayor. Convive con un mal que ya es crónico.
La última Enquesta de Salut 2021-2022 detecta depresión, en niveles altos o bajos, en dos de cada diez tarraconenses. No son diagnósticos como tales, pero sí un cribaje indicativo, que le pone cifras a la incidencia al alza de las enfermedades de salud mental.
Alrededor de 64.000 tienen grados que van de moderado a grave, pero otras 74.000 personas padecen un nivel leve. «No significa que sean cuadros de depresión clínica como tal, pero sí que revelan escalas de sufrimiento emocional. Lo que sí son válidas son las tendencias y ahí vemos también un aumento», explica Enric Aragonès, médico de familia en el CAP Constantí e investigador en salud mental adscrito a Idiap-Jordi Gol.
Xavier León habla con propiedad, en algunas de las charlas que da a jóvenes en institutos, o a través de su activismo con Obertament, entidad que lucha contra el estigma y la discriminación.
En su caso todo comenzó pronto, a los 12 años, con un traslado de Barcelona a Cambrils. «En el colegio sufrí bullying tres años e incluso abusos sexuales. Comienzo a notar que me siento diferente, mal, que algo me pasa. Eso se junta con que no conozco a nadie, no tengo amigos porque no me siento en mi sitio, y se va haciendo todo grande», explica Xavier.
La situación no mejoró en los siguientes años: «Me siento mal, siempre inferior, siento que no soy capaz. Pasan los años y no digo nada a nadie, hasta que a los 30 comienzo a ir por primera vez a un profesional». Allí le diagnostican depresión, comienza un tratamiento pero apenas cambia nada: «Es algo crónico con lo que tengo que aprender a vivir y que cada uno vive de forma diferente».
Él acuña otra de esas comparaciones muy gráficas: «Es como si tuviera cuerdas ligadas a los tobillos. Quiero correr y tirar para adelante para desarrollarme bien en la vida y no puedo, siempre caigo pero yo quiero seguir».
Diferencias territoriales
La radiografía de la Generalitat ofrece diferencias territoriales: en el Camp de Tarragona un 20,7% de la población de 15 años o más tiene algún grado de depresión y en las Terres de l’Ebre el porcentaje se eleva al 25,5%, este último por encima de la media catalana (23,3%). En el Camp hay 7.594 personas con depresión grave y en las comarcas ebrenses, 2.904.
La pandemia ha sido un factor clave a la hora de incrementar los casos y, a su vez, hacerlos aflorar. «Desde 2017 hasta 2019, el porcentaje de personas con depresión moderada o grave se ha mantenido estable», indica Salut. «En 2020 se observa un aumento del porcentaje, especialmente en las mujeres; en 2021 muestra una tendencia a disminuir en ambos sexos y en 2022, los porcentajes vuelven a ser parecidos a 2020», explica la encuesta.
La depresión moderada o grave va aumentando con la edad, es superior entre las personas de clases sociales más desfavorecidas y entre aquellas sin formación o con estudios primarios.
El otro factor es el sexo. En el Camp de Tarragona hay un 14,5% de hombres con depresión y un 27% de mujeres, casi tres de cada diez. En el Ebre, el porcentaje de hombres es del 22,2% y el de mujeres crece hasta el 29%.
Un análisis en perspectiva muestra el aumento de estas dolencias. «Mi percepción como médico de familia es que hay niveles altos y crecientes desde hace tiempo de malestar o sufrimiento emocional, algo acentuado desde la pandemia pero que ya venía de antes», indica Aragonès. Las encuestas oficiales también reflejan el alza. En 2019, antes del coronavirus, un 90,1% de personas del Camp de Tarragona no tenían depresión, hoy en día es solo el 79,3%. En el Ebre eran el 91,1% y en la actualidad ese porcentaje de personas sin patologías ha bajado al 74,5%.
Xavier León celebra que la pandemia «haya contribuido a dar visibilidad, y es un primer paso pero aún quedan más para luchar contra el estigma». A los 50, cambió el chip. Empezó a colaborar con Obertament. Y a la vez perdió el miedo a explicarlo. «Decidí hablar abiertamente. Se lo dije a mis hijos, de cuatro y nueve años. Era importante que supieran que es algo importante en la vida de su padre. Fue importante dar charlas, no solo por la satisfacción personal, sino porque encontré a personas a las que les pasaba lo mismo, se sentían igual que yo».
Compartirlo, hablarlo, explicarlo. Ahí están las claves: «El mensaje que transmito siempre es el de pedir ayuda si sientes que no estás bien, si todo te da miedo, si no puedes afrontar el día a día. Es algo constante, no es una tristeza pasajera por haber discutido con un amigo. Cada uno lo verá. En mi caso no sé si el bullying influyó o si es por un problema fisiológico. Hay que explicarlo a alguien, en casa, a un amigo, a quien sea».
«Aún hay gente que no entiende»
Con una actitud así Xavier logra derribar muros: «Hablarlo me ha reforzado, me ha quitado la presión de tenerme que esconder porque eso hace tanto daño como la propia enfermedad, ese tener que hacer ver que no me pasa nada. Pero aún hay gente que no lo entiende. Por ejemplo, si no tienes ganas de hacer algo te dicen que no eres sociable o te infatilizan».
El cambrilense pone un nuevo ejemplo, ilustrador: «El que tiene una pierna rota y lleva un yeso se ve que está enfermo. No le dices que empiece a correr. En cambio, aquí te dicen que espabiles, que te muevas, que son pensamientos tuyos. Y es una enfermedad igual».
En las dolencias mentales hay que tener un aspecto en cuenta, más allá de los casos de patología mayor como el de Xavier. «A veces las fronteras son muy difusas», indica Aragonès. En otras de las consultas de Salut en su encuesta, aproximadamente el 20% de los tarraconenses de más de 15 años admiten tener malestar emocional. «Una cosa es malestar emocional y otra que esas enfermedades sean genuinas. Muchas veces se trata de reacciones a momentos de crisis, de incertidumbre, que es lo que se percibió durante la pandemia. Una parte de ese malestar psicológico puede llegar a constituir una enfermedad pero muchas veces la propia tendencia de la sociedad y de la medicina es considerar situaciones de malestar como una enfermedad e intentar abordarlas como tal, y eso es un error», indica Aragonès.
«No medicalizar en exceso»
El doctor admite que «no solo es un fallo medicalizar en exceso sino tratar de abordar problemas y buscar soluciones a cosas que no son problemas médicos sino que tiene que venir por otro lado, desde el punto de vista de la seguridad económica o los derechos laborales». Para este experto, «hay una tendencia a buscar dentro del sistema sanitario soluciones que a lo mejor están en otro lugar», a la vez que hay «situaciones de tristeza o de frustración derivadas de que estamos en una crisis económica, que quizás no es tan evidente como otras veces».
La encuesta del Departament analiza cuestiones como el apoyo de la red comunitaria en ese bienestar emocional. Un 8,7% de tarraconenses admiten que tienen un apoyo social pobre cuando afrontan algún problema de salud y un 16% confiesan que lo tienen ‘difícil’ o ‘muy difícil’ a la hora de pedir ayuda a los vecinos. La soledad de la gente mayor, la precariedad laboral o el influjo de las redes sociales «son factores que influyen», como indica Aragonès.
La labor de los facultativos se vuelve, pues, vital, para discernir cuándo es un problema a tratar según los protocolos médicos y cuándo no: «Vigilamos mucho a la hora de tratar un sufrimiento emocional con un antidepresivo, o de psiquiatrizar en una primera visita o cuando no toca», concluye el doctor.
Los consejos
Cuándo pedir ayuda. Si se siente solo o considera que no tiene la oportunidad de relacionarse con otras personas tanto como querría.
Indicadores. Sentimientos, pensamientos o nivel de ansiedad que dificulten continuar con la responsabilidad y la rutina, relacionarse o descansar de forma adecuada, durante más de dos semanas seguidas o menos tiempo en caso de que estos cambios sean muy intensos o bruscos.
Síntomas de la depresión. Bajo estado de ánimo, tristeza o desesperanza. Pérdida de interés en actividades de las que antes se disfrutaba o menos placer al realizarlas. Irritabilidad. Pérdida de energía. Desórdenes del sueño. Cambios en los hábitos alimentarios, que a menudo producen bajadas de peso. Pensamientos negativos o exceso de autocrítica. Sentimientos de inutilidad o culpabilidad. Dificultad para concentrarse o problemas de memoria.
Alerta. Pedir ayuda si tiene pensamientos suicidas o conoce a alguien que los tenga.
Vías. El sistema público sanitario ofrece la aplicación GestioEmocional.cat, desarrollada a partir de la Covid. El teléfono 061 Salut Respon cuenta con un equipo de profesionales especialistas de psiquiatría, psicología y enfermería en salud mental. El servicio está disponible durante las 24 horas los 365 días. Otro contacto es a través de los centros de atención primaria.