Una fundación para preservar el legado de Caridad Barraquer
Los propietarios del Bosc de la Marquesa buscan apoyo para conservar la biodiversidad de un entorno único
Los propietarios del Bosc de la Marquesa han constituido una fundación con el objetivo de impulsar la conservación de este espacio. Su director, Santiago Gramunt, asegura que esta figura se ha creado «inspirados en la abuela Caridad Barraquer», que a mediados del siglo pasado luchó para evitar la especulación urbanística en este entorno privilegiado, defendiendo sus valores naturales.
La antropización que sufre este espacio en los últimos tiempos es uno de los motivos que ha llevado a los propietarios a tomar cartas en el asunto. Caminos erosionados, la compleja gestión forestal y los comportamientos incívicos que se han detectado contrastan con el elevado valor natural de un bosque Mediterráneo único, que se ha mantenido como un reservorio para la biodiversidad en la que abundan las especies protegidas.
El Bosc de la Marquesa comprende un espacio total de unas 90 hectáreas de terreno que constituyen un pequeño oasis rodeado por la línea de la costa y las vías del tren. Principalmente está formado por bosque puro mediterráneo, con una gran finca agrícola en la zona de atrás donde se cultivan algarrobos y olivares. «En sí mismo, representa un hábitat para un montón de especies», afirma Gramunt. Prueba de esta riqueza son las setenta especies de líquenes que pueden encontrarse en la zona.
Asimismo, la finca incluye el Mas Grimau, ahora en ruinas, después que fue utilizado como polvorín durante la guerra hasta que lo volaron, quedando tan solo en pie una torre del siglo XVI. El inmueble –que forma parto del catálogo de masías– ha sido vandalizado y lo han ocupado en más de una ocasión. Pese a ello, el objetivo es que «en un futuro debería jugar un papel muy importante dentro de la propia fundación y el bosque».
Tras superar la fase del papeleo, la fundación ya ha empezado a trabajar, encargando a la empresa tarraconense Limonium una diagnosis de cómo está la finca. Desde hace treinta años no se había hecho una intervención técnica de estas características, que ha contado con a participación de agrónomos, biólogos, expertos en flora, fauna y líquenes, además de geólogos y un especialista en paleonotología. Esto ha permitido conocer y documentar los importantes yacimientos fósiles que hay en el entorno.
A partir de este primer trabajo, los técnicos planificarán las acciones más urgentes en cuanto a la preservación del espacio y custodia de la flora. «Vayas por donde vayas vas descubriendo cosas muy interesantes», argumenta Gramunt.
El director de la fundación afirma que «el sentido común dice que cuando entramos en el bosque que es de uso público se genera una erosión tremenda». Las dunas sobre las que pasan los caminos lo han venido sufriendo a lo largo de todos estos años. «Es un espacio frágil con el cambio climático, que debemos facilitar que se mantenga para que podamos seguir disfrutándolo», añade Gramunt. Y este será el objetivo final sobre el que se planificarán las acciones en adelante.
Conocer las personas que ha diario pasean por el bosque ahora es misión imposible. Pese a ello, los guardas rurales calculan que podrían ser unas 20.000 al año. «Son 40.000 pies, que transitan aproximadamente un 70% de la zona, que es la que pisan», afirma.
Gramunt lamenta que «se está poniendo en riesgo la biodiversidad. Hasta ahora hemos paseado por donde hemos querido, han habido 4x4, bicicletas, se han hecho carreras populares o la gente se ha llevado especies a casa». Todo esto ahora quiere regularse, teniendo en cuenta «la condición de frágil» y que este es un bosque forma parte del Pla d’Espais d’Interés Natural (PEIN).
El Port de Tarragona, la AEQT, los ayuntamientos y la Diputació de Tarragona son algunas de las instituciones que el patronato de la fundación ha empezado a visitar para buscar su implicación. «Al final es un lugar que todas las familias de Tarragona hemos disfrutado alguna vez en la vida y queremos seguir haciéndolo», concluye Gramunt.