Una bailarina sin límites
Mireia Jerez es bailarina deportiva y, entre otros, también portó la antorcha de los Special Olympics de Tarragona
A Mireia Jerez (Tarragona, 2002) le encanta la juerga. Es animada y muy divertida. «Se apunta la primera a todos los cumpleaños y el suyo –en octubre cumplió 20 años– lo celebramos varias veces», cuenta su madre, Alicia. Lo que le falta es un grupo de amigos para salir los fines de semana, ni que sea para ir al cine o a ver un partido de fútbol por la tarde. «Ella es muy sociable, pero cuesta encontrar a gente con sensibilidad especial que sepa aceptarla tal cual es. Quizá no mantenga conversaciones sobre temas típicos de niñas adolescentes, pero se relaciona perfectamente con la gente y es muy abierta e independiente», defiende Alicia.
Mireia tiene síndrome de Down, pero eso no le supone ninguna limitación. Practica bailes deportivos desde los 13 años y tiene cuatro estanterías llenas de trofeos en su habitación. Su pareja en la pista y ella fueron las primeras personas con diversidad en participar en campeonatos ordinarios –con rivales sin discapacidad– de las federaciones catalana y española. Y este curso ha recibido una beca de la Fundación Grupo SIFU para continuar su formación en danza en el centro de baile Wapachá de Reus. Solo quince artistas con diversidad funcional de toda España han recibido esta ayuda este año.
«Cuando bailo me siento libre», dice Mireia. Entrena tres o cuatro horas diarias y está en plena forma. Y eso que no se priva de nada. «Me gusta un montón comer, sobre todo la paella que hace mi abuela, croquetas de calamar, macarrones, canelones o pollo a l’ast», comenta.
Está loca por salir en la tele. Quiere ir a La Voz y Got Talent a cantar y bailar. Seguro que lo haría estupendamente porque tablas tiene. Ha dado clases de piano y baila flamenco también. Es una caja de sorpresas. De pequeña estuvo en el grupo de ball de bastons del Esbart Santa Tecla y actuó un par de veces en la calle por las fiestas patronales. Si no es por la vía artística, tampoco le importaría ir al programa First Dates a buscar el amor. «Quiero tener pareja, me da igual que sea hombre o mujer», afirma.
Mireia es una «guerrera», asegura su madre. «Va pasito a pasito, sin parar. Es muy constante... aunque básicamente con lo que le gusta y le motiva. Si le dices que vaya a plantar plantas seguro que te dice que no», añade Alicia. «Es que no me gustan los bichos, siempre me pican los mosquitos», le replica Mireia. Es una joven afable, pero con genio y carácter.
En la categoría Diversity –para bailarines con diversidad funcional– es campeona de Catalunya. Y en las pruebas ordinarias suele quedar siempre tercera o cuarta. Su tesón le ha llevado a ser una de las mejores en su disciplina. «Nos invitaron dos años a un campeonato en Ámsterdam: el primero quedó segunda y el siguiente ganó. Ya no nos han invitado más», sostiene Alicia, orgullosa de ver cómo todo el esfuerzo de Mireia tiene recompensa. En Lisboa también se alzó con dos victorias en sendas competiciones.
«Cuando tienes un hijo con diversidad lo mejor que puedes hacer es no ponerle nunca límites, dejar que vaya haciendo hasta que llegue a su tope. Ella a nivel físico está muy bien y a nivel intelectual tiene un retraso madurativo, pero se relaciona muy bien con todo el mundo. Con tres años ya fue a unas colonias y siempre hemos intentado que haga lo que cualquier otra persona», relata Alicia.
Rockera y de Elvis Presley
Estudió en un colegio ordinario hasta la ESO y ahora hace un FP adaptado de Carpintería en la escuela de educación especial Sant Rafael de Tarragona. Le queda este curso y el que viene. Antes terminó Encuadernación. Va a clase contenta, pero tiene muy claro que de mayor quiere ser artista: aparte del baile, le gusta pintar, escribir y el cine. Los deberes, no tanto. Es rockera y ahora está a tope con Elvis Presley y la serie musical juvenil Glee, que ve con su abuela. Además, es la primera persona con diversidad que se ha presentado al examen oficial para hacer la carrera de flamenco y ya está en el primer curso.
El poco tiempo libre que le queda entre tanto ajetreo lo pasa, en gran parte, con su familia, a la que adora. En casa de sus abuelos o con sus primos. «Soy casera y ayudo en todo lo que puedo: a limpiar, a fregar los platos...», subraya. Es del Real Madrid como su tío Carlos, que le prepara churros con chocolate, y chincha a su madre, que es del Barça. Tiene las de ganar, pues ha pillado una etapa dorada merengue: cinco Champions League en ocho años. «Sí», ríe pícaramente.
El baile le ha beneficiado –también a su familia– para hacer amistades y vivir experiencia inolvidables. Ha viajado en avión, se aloja en hoteles... «Me siento, a veces, como una estrella», bromea.