Un campamento romano acecha Constantí
Soldados de los siglos IV y V están apostados en Centcelles dC para mostrar como vivían, dormían, comían o vestían en aquella época
Un campamento romano y otro de bárbaros acecha la localidad de Constantí. Las tiendas de campaña de los soldados son visibles desde lejos. También sus lanzas, flechas o escudos. Pero en esta ocasión su actividad es pacífica. Este fin de semana, el conjunto romano de Centcelles acoge el primer festival de reconstrucción histórica de época tardoromana de la península. Siete grupos con 70 recreadores, bajo la coordinación de Septimani Seniores, ofrecen al visitante una visión de cómo vivían las legiones en el siglos IV y principios del V después de Cristo.
Una de las primeras premisas que explican los soldados-guía es que dejemos atrás lo que hemos visto en las películas. «La mayoría de los soldados eran administrativos. Cada uno de ellos sabía lo que tenía que hacer día a día». Porque las legiones no solo estaban compuestas de soldados. A su lado viajaban ebanistas, herreros o cocineros.
Hablando de gastronomía. ¿Qué es lo que más comían los soldados». Sencillamente trigo –que se trituraba en unos minimolinos–, remojado en agua, puesta al fuego y listo para consumir. Pero sobre todo comían mucha carne fresca, principalmente bueyes que arrastraban los carros o animales más pequeños que decomisaban en los territorios que conquistaban.
No había una cocina centralizada sino que cada tienda tenía la suya. Y para hornear el pan, había unos hornos portátiles –clibanus– que se ponían encima del fuego. Y nada de levadura.
Una de las comidas –que ayer al mediodía degustaron los soldados del campamento– era lentejas con salsa de castaña, un plato que contiene muchas especias, como pimiento largo y negro, hinojo, etc. Además de vinagre, aceite y, como no, el garo (o garum en latín). Es una salsa de pescado preparada con vísceras fermentadas al sol y con mucha sal, tanta que algunos platos no los sazonaban y añadían esta salsa. En las comidas no faltaban las aceitunas. Y por la noche cenaron estofado de cerdo.
Los visitantes se adentraban en los dos tipos de tiendas de campaña: de lana y de piel. Y otro dato curioso: las campañas militares siempre se realizaban en el verano. Y si visitan el campamento pregunten por la Francisca –ya les adelanto que no se trata de una persona–.
Las mujeres, en aquella época, no tenían ningún valor, dependían de la posición del marido. Sin embargo, sí que podían haber viudas ricas. En cambio, las féminas sí podían ejercer de doctoras: solas, con su marido, con su padre o con su hija. Y en medio de la explicación llega un herido, y no precisamente procedente de una batalla.
Su dote de estafador le ha hecho una mala pasada y acude al hospital a curarse. Se explica cómo se extraían los objetos del cuerpo –cuchillos, flechas o lanzas– o cómo se curaba un conmoción en la cabeza. Los romanos eran conscientes de la importancia de la sangre porque reparte los nutrientes por todos el cuerpo. ¿Y la anestesia?, pregunta uno de los asistentes. La mejor: emborracharse de vino.
Siguen hoy
Por estas jornadas, únicas en España, pasaron este sábado por la mañana unas 200 personas. La directora del Museu Nacional Arqueològic de Tarragona (MNAT), Mònica Borrell, hacía una valoración muy positiva del primer día del certamen, que seguro que tendrá continuidad, aunque tienen que valorar si será anual o bianual. Anunciaba que a finales de noviembre estará disponible una audioguía en cuatro idiomas para visitar el monumento.
También próximamente las gafas de realidad virtual que durante este fin de semana están disponibles para ver de una forma diferente la cúpula de Centcelles.
Este domingo, el campamento será visitable de 10 a 14 horas. A las 11 habrá el espectáculo de reconstrucción histórica El retorn de Roma.