Tres de cada diez ucranianos llegados a Tarragona son menores
Ya hay más de 1.700 refugiados en la provincia. El 70% son mujeres y 600 son niños y adolescentes. Su escolarización es un reto educativo. «Hacemos un acompañamiento muy personalizado», dice un tutor
Yuri tiene siete años y ha comenzado primero de Primaria en el Col·legi El Turó. Vova es más pequeño, tiene solo tres y ya va a clase en la Escola Europa de Salou. Son dos de los niños que hace unas semanas han recalado en Tarragona huyendo de la guerra y que se están escolarizando, como una parte vital de su adaptación.
El éxodo por la invasión no se entiende sin el notable volumen de menores: el 33,5% de protecciones temporales que ha dado la Subdelegación en Tarragona no tienen aún los 18 años. Los niños son una parte importante de los refugiados pero también las mujeres, pues la mayor parte de hombres se quedan en Ucrania y, en una parte, enrolados en la lucha. Según los datos de Tarragona provincia, de las 1.709 peticiones recibidas, un 69% son de mujeres.
Elena (22 años) es la madre de Vova. Viven en un hotel de Salou y lleva al pequeño cada día a su nuevo cole. Carlos Ferrer, uno de los tarraconenses que les trajeron de Polonia, donde llegaron desde su país, se ha encargado del proceso. Incluso les ha procurado un mapa para que puedan hacer el trayecto: «En el cole nos han ayudado muchísimo, nos han puesto facilidades, nos ofrecieron la beca de la comida». Vova, como tantos otros niños, lloró el primer día. «Siempre es duro entrar en un cole donde nadie habla tu idioma», dice Carlos, que convenció a Elena para que su pequeño se quedara en el colegio, teniendo en cuenta que van a estar una temporada lejos de casa. «Le hice ver a la madre la importancia de socializar con otros niños. Ahora mismo es una esponja, puede aprender muchas cosas del idioma, por ejemplo», explica Carlos.
Al día siguiente Vova salió feliz del cole. Se lo pasó genial y ya tenía ganas de volver a la mañana siguiente. Elena, que está embarazada, aprovecha para cuidar en el hotel a Timur, su otro hijo. Los avances son rápidos. «De pequeño yo estudié en el extranjero también y sé lo que es que te hablen y no entender nada, pero te adaptas a todo, quizás los niños sean más rápidos en eso. Él y toda la familia me tienen mucho cariño, mucha confianza, saben que quiero lo mejor para ellos», cuenta Carlos. Sofía, de 13 años y también de la familia, ha empezado tercero de ESO en el instituto.
«Le costó un poco al principio»
Yuri comenzó hace dos semanas en el Turó, donde estudia de lunes a viernes, de 8 a 17 h. El pequeño recaló desde Ucrania junto a su madre Anna, que ya ha conseguido trabajo. Ambos viven provisionalmente en Sant Pere i Sant Pau, en la casa de una familia tarraconense que les acoge de manera temporal hasta que puedan independizarse. «Pensábamos que tenía que escolarizarse cuanto antes, entre otras cosas para comenzar con el idioma. El primer día se le hizo muy largo. En Ucrania están acostumbrados a un horario de 8 a 11.30 horas y aquí es más largo. A Yuri le costó un poco, al principio le decía a su madre que no quería ir, pero es un niño muy alegre y se está acostumbrando rápido», describe la madre de familia que acoge a Yuri y a Anna en su hogar.
Àlex Galván es coordinador de Primaria y tutor de Yuri: «Los primeros días están siendo una toma de contacto, adaptándose a los compañeros. La barrera del idioma es importante y por eso hay que estar muy cerca de él».
Todos los centros educativos asumen el reto de facilitar la integración de estos nuevos perfiles con algunas herramientas. «Hacemos un acompañamiento muy personalizado. El primer objetivo es que conozca los espacios, a los compañeros y que esté a gusto. Lo más importante es que se adapte, que haga amigos, que se encuentre en un ambiente bueno. El primer día fue cansado pero luego se acostumbró», relata Àlex, uno de los responsables, junto a los otros docentes, de la acogida a Yuri.
Utilizan Google Translate para entenderse y el pequeño sigue el temario habitual de la clase, aunque disfruta de algunos apoyos puntuales. «En el aula le ponemos a veces algún refuerzo, una persona con él, para que esté más encima. En el claustro de profesores hemos dicho que todos estén por él, que le pongan cara pronto, que cuiden de él también en espacios como el patio o el comedor. Tienen que conocer la situación para estar a su lado. También lo saben los niños, los compañeros, que están muy informados de lo que sucede en Ucrania», indica Àlex.
Yuri sonríe, se divierte y juega como uno más. «Es muy comunicativo, ya conoce algunas palabras, se le ve alegre, con ganas de jugar y muy risueño. Se ha hecho rápido a sus compañeros, quizás porque jugar es algo así como un idioma universal», cuenta el profesor. Tanto él como otros expertos recalcan la importancia de la escolarización: «Los niños tienen que ir al colegio, es un punto de integración a nivel social y emocional».
El desafío desde el punto de vista educativo es delicado y complejo, como reconoce Enriqueta López, psicóloga infantil y juvenil en Tarragona: «Gestionar estas llegadas es complicado, vienen de un trauma importante de toda la guerra y también influye la separación con la familia, porque muchos de los padres se quedan allí. Otro de los problemas es el idioma».
López apuesta por un «acogimiento que les dé tranquilidad», «que pase por ponerse en lugar de ellos, por comprender de dónde vienen, escucharles mucho, saber sus historias, que ellos descarguen, te expliquen todo lo vivido, el miedo pasado, y con los niños es igual». El acompañamiento es vital, siempre colocando a la persona en el centro: «Hay que crearles un espacio de confort y tranquilidad, pero partiendo de ellos. No somos nosotros los que tenemos que ir como expertos a hablar, sino que tenemos que hacer una escucha muy activa, que puedan descargar emocionalmente las vivencias. Todo eso requiere su tiempo. Y es un proceso que necesita un seguimiento, porque la adaptación ha sido buena pero hay que mirar más en perspectiva, a largo plazo».
Casi mil empadronamientos
Mientras la hospitalidad se despliega en las escuelas, el engranaje del recibimiento en la administración también va a pleno rendimiento. En ello es decisiva la aportación de Extranjería, con más de 1.700 protecciones –unas 600 a menores–, la herramienta para dar cobertura a la emergencia. El subdelegado del Gobierno en Tarragona, Joan Sabaté, pone en valor la «gran labor que están llevando a cabo los funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía para dar una respuesta rápida y efectiva a las solicitudes presentadas».
En Tarragona ha habido 967 empadronamientos de ucranianos durante el mes de marzo, una cifra absolutamente de récord debido a la diáspora, según una nueva estadística del INE que recoge el impacto poblacional de la guerra. En febrero solo fueron 11 y en enero 8. La estadística de Creu Roja en la provincia arroja datos similares y sitúa en 1.700 las personas llegadas desde Ucrania y que necesitan algún tipo de cobertura. Son cifras, todas ellas, que ilustran a la perfección un éxodo sin precedentes.