Tarragona tiene casi 3.000 vecinos más gracias a la inmigración
Los ciudadanos nacidos en el extranjero representan ya el 23,7% de los empadronados en el municipio. Las personas llegadas de América Latina superan por primera vez a las de África
El 1 de enero del año pasado había empadronadas en la ciudad de Tarragona 138.326 personas (70.997 mujeres y 67.329 hombres). Eran 2.913 más que el año anterior. El dato del Institut d’Esatadística de Catalunya, Idescat, muestra un cambio de tendencia, ya que de 2021 a 2022 la población había mermado en 738 personas después de años de subida.
Y detrás del crecimiento hay una explicación que viene siendo la misma en los últimos años: la inmigración. Las cifras son claras: el año pasado el llamado ‘crecimiento natural de la población’ fue negativo, es decir, murieron más personas que las que nacieron; 210, en concreto. Además, el número de personas nacidas en otras partes del Estado se redujo en 412.
Por contra, el año pasado había 3.372 personas más nacidas en el extranjero viviendo en la ciudad, un 11,4% más que en el año anterior.
En este punto hay que aclarar, no obstante, que el caso de Tarragona no es, ni mucho menos, particular, sino que se asemeja bastante al del conjunto de Catalunya, donde esta semana se daba a conocer que la población extranjera había crecido en un 10,2% el año pasado, con especial incidencia en el caso de los municipios más grandes.
Actualmente la población nacida en el extranjero en la ciudad es de 32.850 personas y representa el 23,8% del total. Tarragona no se encuentra, sin embargo, entre los municipios con más vecinos inmigrantes. En Catalunya hay 49 localidades donde el porcentaje de población extranjera supera el 25%. Entre ellos destacan Guissona (52,7%), Castelló d’Empúries (44,9%), La Portella (39,8%) y Lloret de Mar (38,8%).
Más latinoamericanos
Una peculiaridad del año pasado, no obstante, es el hecho de que si se mira por continente de procedencia, por primera vez el grupo más numeroso viene de América Latina (11.548 personas), frente a la nacidas en África (10.802).
Con todo, la marroquí sigue siendo la comunidad más numerosa (9.286 personas), seguida de la colombiana (3.903), la rumana (2.629), la italiana (1.543), la venezolana (1.182), la china (1.126), la argentina (835) y la ucraniana (798). Así lo reflejan los datos que publica el Ayuntamiento de Tarragona es su portal de datos abiertos.
Menos de otras comunidades
Por contra, el número de personas nacidas en otras comunidades autónomas fuera de Catalunya sigue el camino inverso. El año pasado había 523 personas menos con estas características.
En este grupo, los andaluces son, con diferencia, la comunidad más numerosa (9.537 personas), seguida a distancia por los aragoneses (2.668), los castellano-leoneses (2.478) los castellano-manchegos (2.097) y los valencianos (1.809).
Aunque si se miran los datos en la distancia, el descenso en el número de nacidos en otras comunidades habla de una población que ha ido reduciéndose de manera imparable desde los años noventa. Para ejemplo los andaluces, cuya población en 1986 era de 17.900. Ahora se ha reducido casi a la mitad.
Cambios en los emisores
El sociólogo y profesor de la URV Àngel Belzunegui explica que la bajada del número de personas de otras comunidades en la ciudad no es más que el reflejo de una tendencia de los últimos años. Tiene que ver, dice, con que las comunidades históricamente ‘emisoras’, como Andalucía o Murcia, han conseguido un nivel de desarrollo que hace que los ciudadanos emigren menos en busca de mejores condiciones de vida. Se trata, asegura, de algo que ha pasado en el conjunto del Estado.
Señala que hay que contar además con el poder de atracción de Madrid y la centralidad de infraestructuras como el AVE.
Un reto para las administraciones
En lo que se refiere a la evolución de la inmigración, Belzunegui apunta que hay que ver los datos con perspectiva en el tiempo y los califica de «espectaculares». Efectivamente, si se toma el dato de la ciudad de Tarragona, en el municipio vivían en 1986 1.163 personas nacidas en el extranjero. La cifra se ha multiplicado por veinte desde entonces.
Señala, además, que hace años que el crecimiento de la población en la ciudad se sustenta de la inmigración.
Reconoce Belzunegui que estos volúmenes de inmigración crean problemas sociales «y no hay que ser de derechas ni de izquierdas para darse cuenta... Pero atención, que no son problemas irresolubles en una sociedad abierta como la nuestra».
En su opinión personal, tanto las administraciones autonómicas como las municipales están desbordadas: «Hay dos problemas: uno es que no hay claramente una política integral de inmigración, no hay un modelo de acogida donde quede claro qué tiene que hacer cada administración y los recursos que tiene que poner. No hay un pacto de Estado... En segundo lugar, es un problema de magnitud. El nivel de llegadas de población extranjera en los últimos años es enorme. Para absorber esas necesidades hace falta tener unas estructuras de estado del bienestar potentes que tampoco se tienen».
Desde su perspectiva persona, «no es cierto que los flujos no se puedan controlar. Se pueden y se deben controlar... Lo que no podemos hacer es ser receptores de población extranjera si no podemos darle condiciones dignas de trabajo y de vida». Advierte, además, que esto es terreno abonado para los «discursos peligrosos de culpabilización de la inmigración que se extienden por toda Europa».