Tarragona llega a su cifra más baja de nacimientos en 25 años

La natalidad cae un 5% en 2023 en la provincia y vuelve a cifras de 1998. Las madres de más de 40 se sextuplican. El acceso a la vivienda y la precariedad del primer empleo son lastres

Los nacimientos han caído en el primer semestre en Tarragona al dato más bajo en 25 años. Hay que retroceder a 1998 para ver exactamente la misma cifra de partos, de finales de una década con la natalidad bajo mínimos. Los nacidos suman su décimo año de caída, si bien el batacazo viene de antes, de 2010. De enero a junio de 2023, ha habido en la provincia 2.673 alumbramientos, un 44% menos que en 2008, cuando se llegó al máximo histórico. Es la bajada porcentual más grande en seis años, desde 2018.

Cualquier comparativa muestra la crudeza de este invierno demográfico: 15 nacimientos al día en las comarcas tarraconenses, por los 26 que había entonces. Pero aún es más grave si se atiende a la tasa de natalidad. En 1998 había los mismos recién nacidos que ahora pero casi 300.000 habitantes menos. La tasa bruta de natalidad (nacidos por cada mil habitantes) se ubicaba hace 25 años en 9,28 y hoy está en 7,46, y sigue en descenso.

Una explicación a este repliegue sin precedentes desde los años 90 hay que encontrarla en la propia pirámide poblacional. «La natalidad depende mucho de la estructura por edades que tenemos. ¿Cuántos padres y madres potenciales tenemos? Ese grupo de jóvenes de entre 30 y 40 se va haciendo cada vez más pequeño, de forma que no tenemos una estructura favorable a tener hijos», cuenta Joan Alberich, profesor de Geografía en la URV.

La razón hay que buscarla en «esas generaciones bastante vacías, poco numerosas, que nacieron a finales de los 80 y principios de los 90», tiempos de baja natalidad. «Cuando han pasado 30 años y ha llegado la edad de ser padres vemos que son grupos poco numerosos. La demografía es una ciencia bastante cíclica, en la que generaciones más o menos vacías pueden dar lugar a otras relativamente vacías también», dice Alberich.

Conciliación familiar y laboral

«Puedes tener muchos candidatos potenciales a ser padres y otra cosa es qué deciden hacer. Por eso miramos la tasa de fecundidad pero vemos que está a la baja, va en retroceso por factores como la dificultad para la conciliación familiar y laboral, por la situación económica, el difícil acceso a la vivienda... y nada hace pensar que la natalidad volverá a crecer. No es para ser optimistas», cuenta Alberich.

Los nacimientos van ligados a la cuestión económica. Pau Miret, profesor colaborador de los estudios de arte y humanidades de la UOC e investigador del Centre d’Estudis Demogràfics, confirma que sin prosperidad no habrá nacimientos al alza: «En el primer semestre de 2021 hubo un repunte, pero respondía solo a los nacimientos planificados que no se llevaron a cabo en 2020». Pero más allá de eso, «la tendencia es de caída, porque el futuro económico no pronostica nada bueno». Miret detalla que «no hay ningún tipo de política familiar que pueda facilitar tener hijos» y, además, «la natalidad va paralela a las fases económicas». «También tiene que ver con los niveles de emancipación, con el precio de las cosas básicas, y ahí la vivienda es fundamental, y todo eso influye en un contexto tan negativo», añade.

Aunque el mercado de trabajo va funcionando y provoca un repunte de la inmigración, de momento no se está traduciendo en más natalidad. En ese sentido, puede haber una diferencia con el ciclo expansionista anterior, aquel que marcó precisamente ese año 1998 y lo que vino después, como indica Miret. «Entre 1998 y 2008 vivimos un incremento de la natalidad, en parte debido a la inmigración, pero también porque habías más nacimientos entre los autóctonos. Ahora no estamos viendo eso, no hay ese paralelismo entre economía y demografía». Así, a pesar de que haya más trabajo que nunca, persisten obstáculos fundamentales como «el acceso a la vivienda o la precariedad de los primeros empleos», indica el profesor.

La tendencia no tiene por qué ser ni positiva ni negativa desde el punto de vista técnico, pero sí es una mala noticia por lo que hay detrás: las encuestas reflejan que las parejas querrían tener hijos –o tener más– pero no lo hacen porque no puede, ya sea por una cuestión de conciliación o por motivos económicos. «Esa parte de frustración sí es negativa, porque la gente no se está pudiendo desarrollar como realmente querría», dice Miret.

255 madres más allá de los 40

Otra de las derivadas que deja esta última estadística de INE tiene que ver con la edad a la que se tienen los hijos. En los primeros seis meses, 255 tarraconenses han sido madres más allá de los 40 años, un 9,5% del total. En 1998, por tomar esa fecha de referencia, solo hubo 92 madres en Tarragona de más de 40 años. La cifra se ha sextuplicado hasta llegar a las 602, en todo 2021. El porcentaje ha pasado en este tiempo de ser un 1,6% respecto al total de la maternidad a un 9,8%. En lo que va de 2023 incluso ha habido 21 casos de mujeres que han dado a luz en la franja de los 45 a los 49 y una lo ha hecho con más de 50.

Está por ver que la llegada de inmigrantes palíe en algún momento las cifras tan bajas de natalidad y avance la edad para ser madre. En ese punto hay una gran diferencia de mentalidad, como apunta Miret: «El retraso a la hora de tener hijos es cultural en el caso de los nativos. No suelen tenerlos hasta que no alcanzan unas condiciones estables o fijas, unas mayores certezas, más seguridad. En cambio, los que vienen de la emigración lo hacen con esa cultura específica de que hay que buscar trabajo, el que sea». Otro factor es de puro tránsito vital. «En el caso de la inmigración, se trata de una primera fase que ya se ha superado, con la migración ese primer paso ya viene dado por la salida de la casa de los padres, y de alguna manera ya se lleva ventaja», apunta Miret.

Solo la inmigración, que está batiendo récords, salva a Tarragona de perder población, ya que la provincia sigue inmersa en un saldo vegetativo. Mueren más que los que nacen y la Covid no ha tenido que ver. En 2022 hubo 5.856 nacimientos, que quedaron holgadamente superados por los 7.830 fallecimientos, según la estadística experimental del INE.

En este 2023 los 2.673 alumbramientos del primer semestre quedan muy por debajo de las 3.841 defunciones registradas en ese mismo intervalo.

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