Tarragona, ciudad amiga de las tortugas
El nacimiento de las tortugas ha sido un éxito gracias a la entrega de los voluntarios, de la ciudadanía, de las instituciones y del esfuerzo colectivo. Un regalo de la naturaleza que ha funcionado a la perfección
Pasan las horas y las imágenes del espectáculo vivido el jueves por la noche en la playa de La Savinosa todavía reaparecen en mi retina. Confieso que me metí en la cama y lo veía todo negro, con destellos rojos por todas partes. Sin embargo, hay dos flashes que preservaré guardados en el cajón de las experiencias que te acompañan de por vida: cuando el cráter de arena estalló y empezaron a salir las crías como una colada de lava y el momento en el que estas avanzaban hacia el oleaje y fueron engullidas por el inmenso mar. Tan pequeñas. Tan frágiles. Todavía recién nacidas. Un regalo de la naturaleza o una lección de vida, lo que vendría a ser lo mismo.
Cuando todavía hay una parte de los huevos pendientes de eclosionar, pienso en el amplio dispositivo que ha hecho posible este parto colectivo que tantas personas se han sentido suyo. Algunas por el tiempo que han invertido custodiando el nido de forma voluntaria. Para estos el más sincero aplauso. Otras, gracias a su conocimiento y entrega. Sin embargo, todas ellas con un mismo fin: la protección, sensibilización y pedagogía alrededor de una especie que nos necesita.
Sensibilización y pedagogía
Pienso en el momento cuando las crías estaban en la caja y los especialistas del Centre Tecnològic Beta de la Universitat de Vic y el CRAM dejaron que la gente pudiera acercarse, fotografiarlas y saciar la sed de conocimiento con mil preguntas alrededor de una especie que todavía es una gran desconocida. Una atención que no dejaron de prestar en todo momento, mientras otra parte del equipo se encargaba de inspeccionar el estado de salud de las crías recién nacidas.
El procedimiento se puso en marcha de forma automática. Cuando la primera tortuga empezó a asomar la cabeza, se activó al personal del CRAM, que es el que se encargaba de esta parte. Ya habían nacido las primeras 31 tortugas bobas cuando estos llegaron al lugar de los hechos. Y mientras el volcán seguía activo –a partir de ahí de forma menos intensa– empezaba el cribaje de las recién nacidas.
Primero, una dosis de suero para acabar de eliminar los restos de placenta que todavía llevaban pegada; después, la balanza, con un peso medio de entre 16 y 18 gramos; y ya por último la medición, unos 40 milímetros. Imagínense lo que es salir a nadar a alta mar con semejante cuerpo, solo protegido por un caparazón todavía blando.
Había gente de todas las edades. Algunos vecinos de la misma playa o de Tarragona, otros venidos desde el Penedès e incluso más lejos. Todos con el pleno convencimiento de ser unos auténticos afortunados, después de que un ejemplar de tortuga boba decidió nidificar en esta playa a mediados del pasado mes de julio.
Orgullo
El parto puede decirse que era previsto, porque ese mismo día ya habían nacido algunos de los ejemplares de los huevos que custodiaba el CRAM. Sin embargo, puede decirse que se superó el examen, y con nota.
Podemos sentirnos orgullosos de cómo hemos acogido la llegada de la tortuga, que hasta hace muy poco no era muy habitual en esta parte del Mediterráneo. Y aquí no hay que olvidarnos que el nido –el único que hasta el momento se ha registrado en Catalunya esta temporada– también fue descubierto gracias a un ciudadano que había ido a primera hora de la mañana a bañarse e identificó las huellas en la arena.
A partir de ahí se activaron los protocolos que han permitido llegar a este momento final. Y esto nos pone de manifiesto la importancia de este trabajo de sensibilización que desde el Àrea de Medi Ambient del Ayuntamiento de Tarragona empezó en 2014 y que ahora está cosechando sus frutos, con este máster acelerado que nos deja cada nueva llegada.
En 2021 hubo una primera nidificación en la playa del Miracle. Tres años más tarde, la tortuga boba ha elegido La Savinosa. Veremos en un futuro si será la Arrabassada, la Llarga o El Vinyet. Lo que es seguro es que habrá de nuevas y que es más necesario que nunca seguir con este trabajo de pedagogía. Y es que después de la experiencia de estas últimas semanas ya puede afirmarse que Tarragona es ciudad amiga de las tortugas.