Sant Pere i Sant Pau: La historia de un barrio que nació ciudad cooperativa
De aniversario. Sant Pere i Sant Pau cumple 50 años y los vecinos hablan de las diferentes etapas por las que ha pasado
Una ciudad dentro de otra ciudad. Así nació el actual barrio de Sant Pere i Sant Pau, que este año cumple 50 años desde su creación. El barrio modélico, el más seguro, rico en el ámbito del asociacionismo y que todavía conserva entre sus vecinos el envidiable sentimiento de identidad. Sant Pere i Sant Pau nació en el año 1972 como una ciudad cooperativa. El Diari se ha reunido esta semana con un grupo de vecinos que llegaron al lugar cuando todavía no se había construido ni un solo edificio. Ni por un momento se imaginaron que el barrio –o ciudad cooperativa, como les gusta a ellos nombrarlo–, se convertiría en lo que es ahora. Cerca de 20.000 personas viven en él. Para hacernos una idea, casi las mismas que viven en Valls. Gracias a los que formaron parte de la primera asamblea de la cooperativa y al historiador y vecino, Andreu Muñoz, hemos podido acercarnos a ese Sant Pere i Sant Pau de hace cinco décadas.
El barrio se forma gracias a la iniciativa de la Cooperativa de Viviendas San Pedro y San Pablo, fundada en 1968 y presidida durante más de diez años por Manuel Aragonés Virgili. «En los años 60, Tarragona se quedaba pequeña teniendo en cuenta la creciente industrialización de la comarca. Muchos de los primeros vecinos que se compraron un piso, procedían de las chabolas que había en el río o en el Miracle», explica Jesús Barroso, un vecino del barrio. También se instaló población funcionaria, como militares, policías o empleados de banca y de la administración. «No era un barrio obrero como podía ser por ejemplo Bonavista», apunta el historiador Andreu Muñoz. Esto explicaría el carácter poco reivindicativo que ha mostrado históricamente el barrio.
Según Muñoz, para entender el pasado y el presente de Sant Pere i Sant Pau es fundamental conocer la tres etapas iniciales por las que pasó el barrio. La primera corresponde a su nacimiento, cuando todavía imperaba el régimen franquista en España. «La cooperativa estaba formada por la elite del momento. Tenía un carácter direccionista, con poca capacidad de democratización», explica Muñoz. También tenía su parte positiva. Era una comunidad muy bien organizada, que ofrecía muchos servicios e iniciativas. De hecho, los vecinos de esa época la recuerdan feliz, mostrando cierta nostalgia al hablar de ella. La ciudad cooperativa fue un éxito, un buen lavado de cara para el régimen del momento. «Tanto fue así que vino a inaugurar el barrio el ministro Rodolfo Martín Villa. Pocos meses después, Franco nos otorgó el título de ciudad cooperativa ejemplar», recuerda una vecina, Ana Ferreras. En esa época, Sant Pere i Sant Pau tenía su propia policía, bomberos, jardineros e incluso taxistas. «Si se estropeaba una farola, al día siguiente estaba arreglada. No como ahora», explica Fernández. Los socios de la cooperativa pagaban una cuota anual y la junta se encargaba de la gestión.
Fue en esos años cuando empezaron a surgir los primeros equipamientos. «En el barrio había mucha gente joven, matrimonios que acababan de tener hijos. Como todavía no estaba construido el colegio, las clases se hacían en los locales comerciales de los bloques», recuerda Alfonso Periáñez, vecino del barrio e impulsor de iniciativas que todavía perduran, como la primera asociación de padres o el Club Voleibol Sant Pere i Sant Pau, un referente a nivel deportivo. Periáñez explica que «era algo increíble. Construían edificio y clases y enseguida se llenaban, y ya tenían que construir otros. La ciudad cooperativa crecía a un ritmo vertiginoso», y añade que «estábamos muy unidos y éramos capaces de canalizar las necesidades que teníamos».
También nacieron los primeros comercios, como la bodega Vibo, la carnicería Pilar, la peluquería Narciso, la ferretería Queralt o la panadería Cervelló. Óscar Elijas es el hijo de un matrimonio que abrió su estanco en el mismo año 1972. «El pequeño comercio ha sido muy importante para nosotros. Ha dado trabajo y vida a mucha gente del barrio», dice Elijas.
Sant Pere i Sant Pau ha sido siempre un barrio muy rico en el ámbito asociativo. Rápidamente se creó una banda de cornetas, de majoretes, grupos de sardanas, la colla castellera, dos asociaciones de vecinos, la escuela de fútbol y un largo etcétera. Sin olvidar la parroquia, que tuvo y sigue teniendo un papel muy importante. En ella se creó el primer esplai del barrio. Una época dorada, recuerdan los vecinos.
La segunda etapa
Cuando llegó el momento de la transición, empezaron a florecer movimientos progresistas y reivindicativos que, de una manera u otra, forzaron a la democratización de la cooperativa. «Los vecinos empezaron a convencerse de que no podían vivir aislados de Tarragona», explica Muñoz.
En el año 1984 se empiezan a traspasar competencias al Ayuntamiento. Sant Pere i Sant Pau entraba a formar parte, oficialmente, de Tarragona. La ciudad cooperativa iba perdiendo funciones y las iba ganando el gobierno municipal. «La parte positiva fue que en la cooperativa se celebraron elecciones. La negativa es que los servicios y prestaciones empezaron a caer en picado», explica el historiador.
La integración definitiva
La tercera etapa se remonta a los años 90, cuando la totalidad de las competencias estaban traspasadas al Ayuntamiento. Luís Trinidad, presidente de la asociación de vecinos de Sant Pere i Sant Pau, reconoce que «a partir de aquí, el barrio empezó a sentirse maltratado. Al principio nos dotaron de muchos equipamientos, como el CAP o pistas polideportivas. Pero luego la cosa se frenó y ahora somos los menos beneficiados de los impuestos que pagamos».
Sant Pere i Sant Pau está formado por varias promociones. La ciudad cooperativa construyó de la primera a la quinta promoción. Las calles no tienen nombre, se conocen por los bloques. Después ya vino la sexta, que pertenece a lo que se conoce como viviendas Tarraco, seguida de la séptima, la referente a Mas de les Flors. El broche final lo puso la urbanización de la avenida Països Catalans, donde se encuentra ubicada la universidad.
Es en los 90, cuando el barrio crece de manera significativa. Se dota el barrio de equipamientos pero, en contraposición, se empieza a perder ese sentimiento de pertenencia, que tanto había definido el nacimiento de la ciudad cooperativa. Pese a ello, 50 años después de su creación, en el barrio se respira ambiente familiar. La gente todavía se saluda por la calle y los pequeños comercios siguen sobreviviendo. Todo un logro. ¡Por muchos años más!