Salir corriendo de la adicción

El tarraconense Xavi Moya es atleta y adicto en rehabilitación. Tras una espiral de drogas y alcohol, hace siete años tocó fondo con un intento de suicidio. Ahora compite incluso en maratones y prepara una durísima prueba en el Sáhara: 148 kilómetros en cuatro días

Dice Xavi Moya que ha cumplido siete años, aunque en realidad en su DNI ponga que tiene 49. Es el tiempo que ha transcurrido desde el 17 de junio de 2016, un intento de suicido tras una noche de drogas y alcohol, y sus hitos recientes como atleta: alrededor de 40 carreras con dorsal, entre trails, 10 kilómetros, medias y dos maratones. Tiene tatuado en el brazo el crono de la primera que completó, en Barcelona, pero logró en Castellón su mejor tiempo: 3 h. 13’. Él lo confiesa: «Lo que yo hago no son grandes proezas deportivas, pero sí que es una satisfacción viniendo de donde vengo».

Sus entrenos y las carreras en las que compite son el espaldarazo para un ejemplo de superación, con el deporte como ayuda para vencer un enganche de décadas a las drogas. Para entender la sonrisa de Xavi al cruzar efusivo una meta hay que retroceder a su adolescencia. «A los 14 años salía del Institut Martí i Franquès a tomar cervezas con los amigos. Era el que más bebía. Luego con 16, las tardes en Salou, salir de fiesta... Me salté la fase de los porros, siempre tuve aversión al tabaco, pero luego di el salto».

Comenzaron las pastillas y luego llegó a la cocaína. «La enfermedad siempre es la misma, sea la sustancia que sea, y es la adicción. A los 30 mi vida estaba marcada por el consumo. Sales solo con parejas que beben, vas mucho de fiesta, luego también los jueves, los miércoles... Cualquier excusa te sirve, un cena entre semana que se alarga a las tres de la mañana. Vas condicionando tu vida a ir siempre con la misma gente».

Xavi se vio en una espiral de alcohol y cocaína casi a diario. «El dinero ya no llega, fallas en el trabajo, la gente que no consume no te interesa nada, tu entorno social se ha degradado, pequeños hurtos a la familia, en el trabajo, marear a los amigos para que te den dinero...». Este tarraconense iba viendo el problema por momentos, aunque seguía inmerso. «Un martes a las 4 de la mañana estás consumiendo cuando te tienes que levantar para ir a trabajar. Te inventas una excusa para avisar de que vas a llegar tarde. Estuve años sin hablarme con mi madre, perdía los trabajos, uno detrás de otro... y las amistades».

Junto al Pont del Diable, en otra de las salidas de Xavi Moya. Foto: DT

Su vida empezó a cambiar al día siguiente de estar a punto de perderla. Se despertó después de la enésima noche de consumo. Se había intentado suicidar. Aquel fue el detonante. Al día siguiente pidió ayuda a su madre, una doctora que se había recuperado precisamente de su adicción al alcohol. Ingresó en el centro de desintoxicación Hipócrates, en Seva (Barcelona), y allí permaneció 11 meses de intensa rehabilitación.

Terapia diaria

Xavi comenzó a rehacer sus emociones destruidas por las sustancias. «Estuve tres meses en un centro clínico, con un equipo médico especializado. Luego pasé a una convivencia en chalets donde seguimos la recuperación», relata. Aislamiento, disciplina, horarios suizos y una terapia diaria que hicieron a Xavi empezar a salir del pozo. Por entonces, ya era consciente de su mal. «La adicción es una enfermedad estigmatizada y mal entendida, pese a llevar décadas reconocida por la OMS. No es un vicio, es una patología silenciada con la que tienes que aprender a convivir», explica Moya.

«Los exadictos no existen. Yo seré adicto toda mi vida, y no hay un adicto que pueda consumir un poco solo. Esto no va de fuerza de voluntad». Él tuvo claro desde el inicio que quería salir. Y el deporte se convirtió en un aliado en aquellos meses de terapia en mitad del campo. «Allí hacíamos algo de actividad física, muy poca al principio... la que puedes asumir en el estado en el que llegas».

La semilla del ‘running’

Entonces llegó otro punto de inflexión. Una monitora inscribió a varios internos en una carrera. Fue la primera de tantas. «Eran siete kilómetros y los acabé arrastrándome», recuerda. Su recuperación no había hecho más que empezar pero la semilla del ‘running’ ya estaba dentro de él. Trotar, aunque al principio fue una obligación, se convirtió en una forma de ganar autoestima y confianza. Tras la estancia en el centro regresó a Tarragona. «Con 42 años vuelvo a casa de mi madre, a mi habitación de adolescente, con un control férreo de horarios y siguiendo en terapia. Mi madre me daba cinco euros y una hora para salir. Tenía que cumplir el horario y al volver enseñarle el ticket del refresco que me había tomado con un amigo».

Correr era distinto, «un reducto de libertad, daba igual si tardaba una hora o dos. Salía casi cada día. Mientras iba recuperando los hábitos, con unas pautas muy marcadas». Empezaron luego las carreras, el 10K, la montaña, las medias, todo por puro goce, no como liberación sino como autorrealización. Acabar la primera maratón trail en Prades fue uno de esos hitos en su progresión.

Xavi Moya (izquierda), junto al atleta y preparador físico Jesús Gellida, durante la maratón de Barcelona. Foto: DT

El próximo reto será en noviembre. Participará en la Draa Running Expedition, en el desierto del Sáhara, una bestialidad de 148 kilómetros en cuatro días. Lo hará junto a Jesús Gellida, preparador físico y atleta de larga trayectoria con el que ha coincidido en el Club Esportiu Alliberadrenalina, clave en esta nueva vida. Su pelea sigue («no puedo bajar la guardia, si caigo de nuevo volveré a donde estaba», dice Xavi) pero en Marruecos cerrará un círculo: «Mi madre murió en diciembre. Teníamos pendiente un viaje allí. Quiero llevar parte de sus cenizas».

Este tarraconense de 49 años tomará parte del 5 al 11 de noviembre en la Draa Running Expedition, en el desierto del Sáhara. Lo hará formando tándem con el atleta y preparador físico Jesús Gellida. El equipo se llama ‘Ni un pas enrere’. La iniciativa tiene un cariz solidario y recoge fondos para la Fundación Hay Salida, que ofrece tratamiento de adicciones a personas sin recursos.

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