Rein Willekens: «Era duro pensar que las palabras de ese paciente podrían ser las últimas»

Cara a cara con la Covid. Este médico internista de Santa Tecla se enfrentó a la pandemia sin apenas conocerla

Rein Willekens Morales tiene 38 años y fue uno de los primeros en ver el cruel rostro de la Covid. Es médico internista del Hospital Santa Tecla, especialista en enfermedades infecciosas y, hace cinco años, vivió la pandemia desde la autentica trinchera. Tras unos años de silencio, Willekens cuenta algunos detalles que ponen los pelos de punta.

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de la Covid?

Recuerdo unas reuniones con la comisión de enfermedades infecciosas donde ya se hablaba de un virus que había en China. Pero no nos dimos cuenta de la gravedad hasta que no vimos que el virus había llegado a Italia. Si estaba en Europa, pronto llegaría aquí. Una sensación de respeto me invadió.

Y así fue. Acabo llegando.

En marzo llegó al hospital un paciente con síntomas que había viajado a Italia. Las alarmas se activaban. Recuerdo como decidíamos quien le atendía, quien se exponía, quien era el valiente. Ya no solo por nosotros, también por la familia. En mi caso, por ejemplo, mi mujer estaba embarazada y no sabíamos como podía afectar. Había llegado el momento de la verdad. No me dejé llevar por el miedo, tenía clara mi responsabilidad. No quería pensar mucho.

Y acabó atendiendo al primer paciente.

Sí. Fueron unos días muy intensos. Formamos un equipo Covid que creció muy rápido. Recuerdo como, día sí y día también, algún paciente empeoraba y teníamos que intubarle. La rutina era siempre la misma. Te dabas cuenta de que, quizás, esa conversación con el paciente, cuando le informabas de que le íbamos a intubar, eran las últimas palabras que el enfermo pronunciaría. Eso, a nivel emocional, te deja roto. Los médicos estamos acostumbrados a tratar con enfermos, pero no con personas que están bien y, en cuestión de horas, acaban muriendo.

¿Qué fue lo más duro?

Me marcó un hombre de 74 años, que estaba perfecto de salud. Empeoró muy rápido y tuve que informarle de que le íbamos a intubar. Yo sabía que no sobreviviría. No quería engañarle, pero tenía que mostrarle confianza. Recuerdo subir las escaleras y que me saltaran las lágrimas.

¿Estábamos preparados para algo así?

A nivel personal creo que sí. Tengo capacidad para controlar mis emociones y concentrarme en el trabajo. Yo estaba satisfecho de poder hacer algo de provecho, de poder ayudar y contribuir con la sociedad, en lugar de quedarme en casa. Sin embargo, a nivel profesional no estábamos preparados. Recuerdo como, cada noche, al llegar a casa, me pasaba horas y horas estudiando y revisando si había alguna novedad sobre la Covid.

¿Qué aprendió de esa época?

Aprendí a sentir orgullo del equipo que éramos. Todos nos ayudábamos y contribuíamos, ya fuera el médico, el auxiliar o la de la limpieza. El sacrificio de los compañeros fue importante y hubo mucho compañerismo. Fue una época de crecimiento tanto personal como profesional.

¿Cómo ha cambiado la sanidad después de la Covid?

Ahora tenemos más respeto con las enfermedades infecciosas respiratorias. Sobretodo en invierno.

Todo el mundo aplaudía a los sanitarios. ¿Se sienten ahora igual de valorados que entonces?

La verdad es que nos sentimos queridos por los pacientes. El problema es que ellos deben transmitir su frustración contra un sistema que a veces no da respuesta a sus necesidades. ¿Cómo lo hacen? Contra los que estamos delante, es decir, nosotros, los profesionales.