Persiste el intrusismo en la medicina estética
El 15% de los pacientes que acuden a médicos estéticos provienen de otros centros donde les ha tratado una persona no autorizada
En su ‘Estudio dimensionamiento e impacto socioeconómico de la Medicina Estética en España’ durante el año 2021, la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) denuncia que la suplantación de funciones en la medicina estética «sigue siendo algo habitual».
El intrusismo médico se da cuando una persona no capacitada, habilitada ni autorizada realiza un acto médico. «De ahí nuestra insistencia en que los pacientes siempre pidan el número de colegiado o el título de medicina al profesional que le está atendiendo. Así podrá comprobar si se está incurriendo o no en un delito antes de poner su salud en manos de un intruso», recomienda el doctor Enrique Fernández Romero, vocal de la SEME.
Y la realidad, según el informe, es que solo 2 de cada 10 usuarios piden el número colegial a la persona que tiene que realizar el tratamiento. Otro dato llamativo es que el 15% de los pacientes que acuden a las consultas de los médicos estéticos asociados a la SEME han sufrido las consecuencias del intrusismo, es decir, que provienen de otros centros donde les ha tratado una persona no autorizada.
Quién también insiste en que se pida la autorización de sanidad en las clínicas a las que se acude para realizarse un tratamiento de medicina estética es Esther Mayol, presidenta de la Secció de Medicina Estètica del Col·legi Oficial de Metges de Tarragona (COMT). «Aconsejamos a los pacientes que comprueben que es una clínica autorizada por sanidad, ya que estos tratamientos no se pueden realizar en centros de estética, gimnasios, peluquerías, viviendas privadas, etc., y si van a una clínica que pregunten si dispone de la licencia U48 –que solo se concede a médicos– y si el tratamiento lo realiza un médico. La medicina estética es medicina».
En este sentido, la SEME alerta que «ponerse en las manos de personal no autorizado puede provocar reacciones adversas peligrosas y, por desgracia, muy comunes, como infecciones, necrosis de la piel, inflamación de los tejidos, pérdida de la vista y contaminación con enfermedades transmisibles como el VIH o la hepatitis C, entre otras».