Neus Roig, la investigadora de bebés robados
Es doctora en Ciencias Humanas y Sociales y antropóloga. Experta en la estructura política, social y religiosa que fomentó el robo de bebés en la dictadura y parte de la democracia. Preside el Observatorio de las Desapariciones Forzadas de Menores. Ha recibido la distinción del Mèrit Cívic del Ayuntamiento de Tarragona.
Quiso la actualidad irrumpir cuando Neus Roig recibió en el Palau de Congressos la distinción al Mèrit Cívic de Tarragona. Tanto fue así que Roig, antropóloga y doctora en Ciencias Humanas y Sociales, no se pudo resistir en su discurso de agradecimiento. Dijo que había sido «una semana rara y atípica en cuanto a la trama de bebés robados» y enumeró titulares no de la dictadura sino recientes, de hacía unas horas. En Sevilla una mujer había entrado en el paritorio con la identidad de otra y había vendido la criatura previamente al nacimiento. En Don Benito se detuvo a una mujer que estaba pretendiendo vender a su bebé por 2.000 euros. «Estamos ante un gran drama que aún tenemos que solucionar, no podemos bajar los brazos. Seguimos viendo que hay tráfico de personas», dijo.
Y tan candente estaba el tema que llegó Ana Obregón con su gestación subrogada. También a ello se refirió Neus, presidenta del Observatorio de las Desapariciones Forzadas de Menores, y que lleva más de una década entregada a estudiar y a hablar de tráfico de niños e identidades: «Esa niña se va a registrar como biológica. Eso es falsedad documental pura y dura. Seguimos pensando que esas criaturas son tabulas rasas que nunca van a saber quiénes son. No estoy en contra de la adopción, pero tiene que ser legal. Con dinero por medio, somos capaces de comprar recién nacidos y tratarlos como meros objetos. Nos tenemos que plantar como sociedad».
Roig puso ejemplos actuales para darle vigor a una batalla inconclusa, la que lleva ella como investigadora, y las víctimas del tráfico de bebés. Una lacra que sitúa entre 1938 y 1996, en la que se sustrajeron más de 300.000 niños, primero en el franquismo, con ánimo ideológico, luego en democracia, por razón puramente económica. «Hoy día puede pasar también, hay acuerdos entre familias», cuenta. Lo que perduran también son los efectos de aquellos intercambios, una situación que Neus, perseverante, ha visibilizado con la labor del observatorio, gestado en la URV, con su tesis o con su libro No llores que vas a ser feliz. El tráfico de bebés en España: de la represión al negocio (1938-1996).
Esas consecuencias son claras: «Nuestro objetivo es que se busque a las personas que falten en las familias. Que se hagan reencuentros. Saber que tu familia biológica es otra. Hay gente que ni lo sospecha. Y a partir de ahí que tengan el derecho de decidir qué hacen, seguir con su vida, navegar entre dos familias, pero sin entrar en batalla entre ellas».
Los reencuentros, siempre emocionantes, han sido a cuentagotas, generalmente a través de pesquisas en privado, ajenas a una justicia que ha ido archivando sistemáticamente, bien por la complejidad de las investigaciones, bien por, como denuncia Roig, el miedo a una cascada de indemnizaciones. En Tarragona, los 21 casos documentados y llevados a la justicia están todos archivados. «Los médicos implicados quizás piensan que callando no se sabrá lo que hicieron y no los juzgarán. Me gustaría que, con la edad que tienen, reflexionaran y ayudaran a facilitar los reencuentros. Podrían mitigar el dolor que produjeron en su día», dice Roig. «Esos hijos tienen 40 años. Se buscan personas adultas entre sí. Debemos hacer una buena mediación psicológica».
El tiempo corre en contra para recomponer ese puzle de identidades alteradas. «Han muerto madres esperando, sin saber la verdad. Una señora de 97 años busca al hijo. ¿Qué le decimos?». También hay herramientas. Primero fue su tesis y luego su labor en la presidencia del Observatorio, un ente pionero en España, que da esperanzas a 18 asociaciones de víctimas que se mueven entre el desánimo y la resignación.
Han pasado más de diez años desde que en 2011 la Fiscalía General del Estado recibiera una primera remesa de 261 casos. «Como observatorio hemos hecho mucho trabajo», reconoce la doctora. La lista es larga: de crear un banco de ADN en el Clínic a convenios con Arxivers sense Fronteres para bucear en documentación clave.
Nueva ley y algunos reencuentros
Su empeño ha desembocado en la ‘Llei de desaparició forçada de menors, 16/2020’. La norma está pendiente de ser desplegada con reglamento y abre la puerta a que se vuelvan a investigar casos. «Ya la estamos utilizando a nivel privado. Ha habido dos reencuentros de madres solteras que renunciaron en su momento forzadas por la situación de la dictadura y se han reencontrado con sus hijos. La Ley de Memoria Democrática ya admite que el tráfico de menores existió. Ahora necesitamos que los juzgados ayuden. No puede recaer la búsqueda de pruebas solo sobre la víctima», cuenta Roig, que agrega: «¿Cómo podemos tener en 1975 o 1976 según el Idescat 14 o 15 nacimientos al año en Catalunya de señoras que llevaban casadas 30 años y que con 51 o 52 dan a luz por primera vez? Estos casos tienen que ser estudiados».
La inconformista Neus, agradecida a la ciudad que le ha reconocido la intensa labor, suspirando por más reencuentros, mira más al futuro que al pasado. «Estamos aún verdes, hay mucho trabajo por delante y poco tiempo». Su paradójico objetivo pasa por que el Observatorio y la nueva ley dejen pronto de existir: «Nos gustaría llegar a desaparecer. Eso significaría que tendríamos todos los caso resueltos, que el Estado y la Generalitat hacen su trabajo y nosotros ya no somos necesarios. Solo entonces sí estaré orgullosa».