Música y danza africana para hacer de la iMAGInada un lugar de libertad
La artista de Gambia Nikhita Winkler ofreció un taller musical en uno de los actos celebrados en el Camp de Mart
Ya se sabe que en la iMAGInada, entre otras cosas, prima la diversidad. Y en este caso, ayer quedó demostrado que en el Camp de Mart había espacio para la cultura africana. Nikhita Winkler fue la encargada de ofrecer una clase de danza africana y contó con la colaboración de un público muy entregado que no dudó en participar.
Al principio, tan solo fueron unos pocos los que optaron por dejarse llevar y seguir las pocas directrices que prestó Nikhita. «En mis clases procuro no dar demasiadas indicaciones. Es un espacio libre para quien quiera participar», explicó. Es por eso que ayer el público se sintió totalmente libre para adentrarse en el mundo de la música contemporánea africana. Desde niños de 2 años hasta mujeres y hombres de 60. La música no entiende de edades y ayer no fue una excepción.
El inicio fue tímido y contó con la participación de 15 personas aproximadamente. Pero después de los ejercicios de respiración y calentamiento, cuando la música empezó a resonar por todo el Espai Cabaret poco a poco la gente se fue animando. Y así hasta formar un círculo. Sin duda, la experiencia de Nikhita fue imprescindible para animar a los asistentes y generar buen ambiente para que todos los que pasaban se acercaran a interesarse.
Winkler es de Gambia y advirtió a los asistentes que su castellano no era demasiado perfecto. Fue alternando sus explicaciones con el inglés, pero a pesar de esta barrera, no tuvo ninguna dificultad para comunicarse con todos. Además, ayer no se estrenó en el Camp de Mart: «Es mi segundo año en la iMAGInada. La edición pasada estuve en el escenario grande ofreciendo un espectáculo para más de 100 personas. Pero este año tenía ganas de hacer una clase porque es a lo que yo me dedico», explicó.
Los 4 elementos
La segunda parte de la actividad fue crucial para conseguir la participación de más personas. Nikhita explicó cuatro pasos de baile básicos, relacionándolos con los elementos naturales de la Tierra y los animales. La serpiente, relacionada con el agua; el elefante con la tierra, con movimientos más exagerados; el pollo con el fuego y el pájaro con el aire. Este último fue el más fácil de aprender. Era, sencillamente, dejarse llevar y mover los brazos.
Precisamente esta era una de las premisas para adentrarse en el mundo de la danza africana. El momento álgido de la mañana llegó después de que Nikhita explicara estos cuatro pasos. Alentó a todos los asistentes a que se dejaran llevar, y que fuera su alma la que les guiara para bailar. «Mi única intención es crear un espacio de libertad para que la gente se deje llevar. Pretendo que todo sea muy natural y no esté como ‘preparado’», explicó Nikhita.
Se notaba que los asistentes estaban entregados y captaron la esencia del taller. De forma tímida primero, y con entusiasmo después, se introdujeron en el centro del círculo para mover su cuerpo al ritmo de la música. Sin importar si los pasos que hacían eran los acertados acompasados. De hecho, no había pasos correctos o incorrectos. Lo primordial era el alma.
«No hay un mensaje claro. Cada uno tiene que encontrarlo con el movimiento. Porque no es un baile del cuerpo, es un baile del alma». Con esta idea y una actuación con tres bailarinas más Winkler finalizó su actividad. Un ejemplo más de cómo la música traspasa cualquier frontera.