Los pegadores de carteles en Tarragona huelen el abandono
Da igual la zona de la ciudad, cualquier local vacío o calle sin dolientes se convierte en una cartelera infinita
Es cierto que ya no es habitual ver carteles pegados con cola directamente sobre paredes y escaparates, pero a cambio nadie nos salva de la huella pegajosa que deja la cinta adhesiva. Y, sobre esa base roñosa, comienza la jungla: hay pósteres de todos los colores y tamaños anunciando festivales, luchas sindicales, reivindicaciones medioambientales, clases (particulares, de música, de Tai-Chi...), conferencias que pasaron hace meses, personas que ofrecen sus servicios (como fontaneros, traductores, paseadores de perros...).
La escena se repite por toda la ciudad allá donde hay un local vacío, una caja eléctrica o una alguna pared que no parece tener demasiados dolientes. Está claro que los pegadores de carteles huelen el abandono; da igual que sea la Rambla Nova que la Part Baixa. Hay lugares como el de la foto, un local cerrado de Estanislau Figueres, donde hay capas y capas de carteles superpuestos.
Entre los anunciantes frecuentes, además de particulares, están las administraciones. Hay carteles de programación del Ayuntamiento de Tarragona, de la Diputació y hasta de la Generalitat de Catalunya.
En la marabunta destaca una serie de mensajes apocalípticos que igual hablan de catástrofes naturales como de conspiraciones internacionales. Todos sirven para anunciar un libro que se supone que regalan a quien lo pida y que, a juzgar por el contenido, tiene la respuesta a todos los males del mundo en general y de cada persona en particular.
Lo que dice la ordenanza
Pero, ¿está permitido? La Ordenanza de Convivencia Ciudadana de Tarragona dice expresamente que: «Solo se pueden utilizar para la publicidad estática las carteleras publicitarias permanentes debidamente autorizadas, las vallas de protección de obras y de cierre de solares y las puertas y escaparates de los establecimientos comerciales, siempre que en cada caso se haya obtenido el consentimiento de su titular y, si procede, la licencia municipal correspondiente».
En el caso de que coloquen carteles fuera de lo previsto describe que «se ordenará su retirada al responsable... Si no lo hiciera, los retirarán los servicios públicos municipales a cargo del responsable». Las sanciones para quien incumpla, al ser consideradas faltas leves, conllevan una multa de 100 euros.
Consultados al respecto, desde el Ayuntamiento aseguran que el Departament de Neteja se encarga de quitar solo los carteles que están en paredes públicas. No hay una partida particular para ello, sino que se encuentra dentro del presupuesto de limpieza de calles.
Respecto al hecho de que haya carteles de eventos del propio Ayuntamiento en sitios abandonados, responden que cuando se contrata un distribuido de carteles y programas «pedimos a la empresa que no los peguen en la calle sino en edificios municipales y comercios que quieran colgarlos».
¿La solución? Algunas asociaciones de vecinos han pedido sin éxito en el pasado poder contar con carteleras públicas. En el caso de las cajas de electricidad sí que encontramos que las que han sido decoradas son las únicas que se salvan de la voracidad anunciadora. Tal vez el arte tenga algo que decir.