Los extremos de Tarragona están en Ponent y Llevant... Y no lo dice solo la geografía

La zona de con el nivel socioeconómico más alto cuadriplica los valores de la zona menos favorecida. Así lo revela el índice que elabora el Idescat con datos como ingresos o estudios

A las 12 del mediodía la plaza es una isla de calor con los bancos tostándose al sol y las hierbas creciendo entre las baldosas. Estamos en Campclar, cerca de la comisaría de los Mossos d’Esaquadra, en la zona con el menor nivel socioeconómico de toda Tarragona. Así lo dice el índice que elabora el Idescat. Lo calcula en base a 100 (la media de Catalunya) y que aquí está en 32,2.

El índice concentra la información de seis indicadores diferentes: dos sobre situación laboral, dos sobre nivel educativo, uno sobre inmigración y uno de renta. Los datos que se han publicado recientemente corresponden a 2021.

Los datos se pueden consultar por agrupaciones censales de entre 5.000 y 20.000 habitantes; lo que en el caso de Tarragona se corresponde bastante con la distribución tradicional por barrios.

Con los datos en la mano ocho de los doce barrios de la ciudad están por debajo de la media de Catalunya. Las mejores condiciones de vida (123 sobre 100) están en los barrios de Llevant y las peores en Campclar (69,5). El conjunto de la ciudad tampoco llega a la media catalana, se queda en 95.1.

‘Muy abandonado’

Pero el índice permite acercarse un poco más la lupa hasta zonas mucho más pequeñas (secciones censales); lo que nos regresa a la plaza ubicada entre las calles Riu Brugent y Riu Llobregat de Campclar donde, por fin, a lo lejos, aparece una mujer empujando un carrito de la compra. Cuenta que tiene 80 años y lleva más de 40 en su edificio. Tiene la suerte de conservar a los vecinos del rellano de toda la vida pero cuenta que «mucha gente se ha marchado porque esto está muy abandonado... Y además día sí día no, tienes a la policía aquí abajo».

Unos pasos más adelante otra mujer, también mayor, explica que lleva aquí «desde que nos trajeron del Barrio de la Esperanza... Hay mucha pobreza, pero también solidaridad, nos ayudamos en lo que podemos», asegura.

En otro extremo hay una trabajadora de la limpieza barriendo. Aunque pasa cada día siempre hay basura. «Trabajar aquí es muy duro», asegura.

En estos bloques hay un número importante de pisos de protección social. Algunos se hicieron famosos hace unos años porque una avería provocó que se quedaran sin luz en plena epidemia de Covid, lo que obligó a realojarles en un camping.

La joya de la corona

Los datos desglosados sobre esta zona ofrecen más pistas: la renta media por persona es de apenas de 6.003 euros al año y un 17,4% de los vecinos proviene de países de renta baja o media... Pero tal vez el dato más impactante es que el 83,1% de los jóvenes no ha estudiado más allá de la ESO.

El dato viene a cuento porque muy cerca, a pocos menos de la plaza y al lado de una bonita zona ajardinada está el Institut Escola Mediterrani de Campclar, también ubicado dentro de esta agrupación censal. El centro, premiado en más de una ocasión por su metodología de trabajo, podría decirse que es una auténtica joya de la corona.

Aunque hace días que los niños están de vacaciones muchos de ellos sigue yendo al casal de verano. El día que les visitamos los más mayores ya han hecho un buen rato de deberes de matemáticas y ahora se están refrescando con juegos de agua. La directora, Cristina Lara, explica que los niños se lo pasan muy bien, pero el fin principal es académico, aquí no hay tiempo que perder.

Los alumnos del Institut Escola Mediterrani de Campclar en el casal de verano durante una visita al Iphes. Foto: Cedida

Esa es una de las claves desde que el centro se convirtió en comunidad de aprendizaje en el curso 2011-2012 : las expectativas sobre cada uno de los alumnos son máximas. Carme García Yeste, profesora de la URV, es una de tantos expertos que colaboran con la escuela y cuenta que en una de las primeras asambleas con las familias (sí las familias y los alumnos hacen asambleas periódicamente) una abuela hizo un comentario clave: «Es la primera vez que alguien me dice que mi nieta va a ir a la universidad».

Desde la transformación del proyecto las familias son una pieza clave del engranaje y hay resultados medibles: ha mejorado la asistencia, ha subido el nivel académico y han bajado los conflictos... Y, muy importante, cada vez más alumnos siguen estudiando; varios, de hecho, están en la universidad y comienzan a ser referentes. Es el caso de una ex alumna que estudia arquitectura «y ahora muchos niños quieren estudiar arquitectura porque quieren ser como ella», cuenta García Yeste.

Para los profesores, explica la jefa de estudios, también es un ambiente motivador. «Es un alumnado muy agradecido, te sientes valorada», reconoce.

Antes de despedirnos la directora hace una reflexión final: «no nos equivoquemos, el problema del barrio no es la cultura ni la religión; el problema es una falta de preparación académica que se junta con la pobreza», asegura.

En el extremo: ‘Aquí se vive bien’

En el otro extremo del mapa (y de los datos) está el área censal con mayor nivel de toda la ciudad que supera por muy poco al barrio de los músicos. Se trata de una zona que comprende parte de l’Arrabassada y el entono de la Ermita de la Salut. El dato no deja de sorprender porque aunque está en los barrios de Llevant (los que tienen el nivel más alto en conjunto) no es, ni mucho menos, una zona donde se aprecie lujo. Aquí, según el Idescat, la renta media por persona es de 18.942€, hay un 4,7% de extranjeros de países de renta baja o media y solo un 10% de los jóvenes no tiene estudios post obligatorios.

En la calle Joan Fuster, que sirve de frontera a la zona en cuestión, una mujer toma un café en la terraza de una frutería. Cuando le enseñamos los datos la sorpresa es evidente «pero si aquí somos gente normal, trabajadores», exclama. Solo se le ocurre que tenga que ver con el precio de la vivienda. Hace poco más de veinte años, cuando se construyeron los primeros edificios de la calle «estaban a muy buen precio, pero desde entonces la falta de construcción ha hecho que suban muchísimo».

Una adolescente que pasea a su perro cuenta que su familia vino hace cuatro años desde Barcelona «mi piso es pequeñito y pagamos mil euros de alquiler solo porque está en esta zona... Eso sí, reconozco que me siento segura y tranquila; aquí se vive muy bien».

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