Las mentiras de Feijóo (y otros) en Tarragona
Lemas e infamias. Desde un Pedro Sánchez que mira al infinito en busca del voto perdido a los tenebrosos mensajes de Abascal pasando por la imagen del no candidato o el book de Miriam Nogueras... Los carteles dan para mucho
Decía Jonathan Swift (el autor de Los viajes de Gulliver): «Hay una cosa esencial que distingue a la mentira política: ha de ser efímera para poder ir ajustándose a las circunstancias, para avalar las dos partes en disputa, para adecuarse a todas las personas que ha de deslumbrar». Sería el resumen perfecto del cara a cara del lunes entre el presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, y el aspirante del PP, Alberto Núñez Feijóo. Del debate y de la imagen de los carteles electorales y sus respectivos lemas que pueblan las calles de Tarragona.
Las fotografías de Pedro Sánchez y de la candidata del PSC por Barcelona, Meritxell Batet, pretenden ser humanas, casi hasta tiernas. Nada de profundas miradas de frente, supuestamente seductoras. Pero da la sensación que miran al infinito, como buscando el voto perdido, añorando al único amiguete que les queda.
Más estándar es la imagen de Alberto Núñez Feijóo. Viene a decir «soy un tipo serio pero también campechano y por eso no llevo corbata y sonrío con moderación, que Pedro Sánchez me va dejar un marrón y no está la cosa para muchas risas».
No podía faltar la rojigualda, pero difuminada que «soy español pero no un españolazo como le soltó Alejandro Fernández al tío ese, al Joaquín Torra. ¡Ufff!, ¡qué ganas de cargarme al presidente del PPC! Mira que le humillo imponiéndole las listas a ver si se larga por si mismo, pero no hay manera, carallo».
Lo más ‘curioso’ del PP es, sin embargo, el lema electoral: «Es el momento». ¿El momento de qué? De mentir sin rubor como cuando le ofreció a Sánchez un pacto para investir al que ganara las elecciones. ¿Acaso lo hizo en Extremadura donde venció el PSOE y el PP, que quedó segundo, se alió con Vox para llegar al poder? La oferta de Feijóo no tiene credibilidad alguna.
¿El momento, una vez más, como siempre hace el PP, de aprovecharse del dolor de las víctimas de ETA? ¿El momento de olvidar que ETA ya no existe?
¿El momento, una vez más, como siempre hace el PP, de usar a Catalunya como arma arrojadiza? ¿De incitar al odio? Es que el PP no aprende. Sánchez tiene muchos deméritos, muchos, pero si hay algo que agradecerle es que sacó de la cárcel a quien no debió entrar nunca.
El amiguete de Feijóo, Santi Abascal, parece ir de duro. Ni siquiera esboza una sonrisa, como sí hace su amorcete Albertito. Como salido de un paintball en el que el enemigo a disparar fueran todos aquellos que no comulgan con los viejos tiempos del Cara al Sol, el killer Abascal lleva una cazadora un tanto desgastada y camisa verde. El típico personajillo que va de hispánico machote de los de Fundador, toros y monterías en las fincas de papá. Solo le falta el palillo en la boca y un Montecristo en la mano.
Abascal no sonríe, claro. Porque nadie puede sonreír ante los espantosos lemas de su partido. Mejor dicho, no por los lemas en sí, sino por lo que auguran. «Vota lo que importa», propone el partido ultra y luego enumera: «campo», «industria», «fronteras», «seguridad», «familia» y «libertad».
A dichos carteles, les faltan los subtítulos «campo, aunque no respeten las normas sanitarias de la Unión Europea» (Castilla-León), «industria, aunque contamine, que lo del cambio climático es un invento progre», «fronteras abiertas para los ricos», «fronteras cerradas para los pobres. Que si vienen en patera, y se ahogan, pues qué le vamos a hacer, no haberse subido», «seguridad, para que vuelvan los tiempos de la Brigada Político Social», «familia, la de toda la vida: papá, mamá, un buen número de hijos y todos a misa los domingos» y «libertad para ilegalizar a la mitad de los catalanes o para poder irte de bares aunque mueran personas en plena pandemia, que la Covid es un invento del internacionalismo».
La lideresa de Sumar, Yolanda Díaz, posa con un traje de un blanco impoluto. Elegante. Sonriente. Como si fuera a una Primera Comunión o de boda. Lástima que a ese traje le falte un toque más realista. Unas pequeñas, tampoco hace falta exagerar, manchitas rojas. De las salpicaduras de sangre de las cabezas que mandó cortar. Políticamente hablando, por supuesto. Las de Irene Montero y Pablo Echenique, por ejemplo. Esa imagen beatífica de no haber roto nunca un plato no cuela. Yolanda tiene un montón de cadáveres, políticos, ojo, en el armario.
Los carteles de ERC tienen mérito, pero también son un poco tramposillos. El mérito: es el único partido que muestra la imagen del candidato por Tarragona, Jordi Salvador. La trampa: que ‘lucen’ también a Oriol Junqueras, que no se presenta. Es la propaganda del no candidato. Recurrir al victimismo, a sacar a pasear al ‘mártir’, siempre viene bien. Para ganar votos. O, en el caso de ERC, para frenar la sangría que le auguran los sondeos.
Y la número 1 de Junts, Miriam Nogueras, más que una aspirante al Congreso parece que opte a un casting de una película y esté montándose su book con tres poses diferentes. ¿Querrá ganar Miriam el Óscar a mejor actriz por la película ‘Cuanto mejor, peor’, con guión conjunto de Carles Puigdemont, Santiago Abascal y Pablo Llarena?