La transgresora Clara Campoamor reivindicada en Tarragona
14 de abril. Celebración del día de los valores republicanos con un homenaje a la política
Clase magistral acerca de la mujer que consiguió el voto femenino en el estado español para celebrar el día de los valores republicanos.
Aprovechando la cercanía del 14 de abril, aniversario de la Segunda República, el Ayuntamiento organizó ayer el acto institucional que recuerda la proclamación de la república, y lo hizo con la presencia de Mary Nash, historiadora irlandesa, profesora de la UB y Honoris Causa por la URV.
Además, Nash es pionera en la investigación de la historia de las mujeres que pronunció ayer una lección de la vida de Clara Campoamor, la abogada y política que luchó por el voto femenino en una España ya muy lejana.
Lo hizo ante una Antiga Audiència con historiadores, profesores y alumnos de Història de la URV y, simbólicamente, junto a un busto de la Segunda República.
Mary Nash, a lo largo de su discurso, alabó la figura «transgresora» de Campoamor, de quién hablaba con amor y proximidad, como una figura de primer orden de los derechos de la mujer y la democracia del siglo XX, injustamente tratada en su tiempo y que murió en la más absoluta soledad personal y moral.
Clara Campoamor, hija de una familia de clase trabajadora, fue una mujer «hecha a sí misma», después de verse obligada a dejar de estudiar para sustentar a su familia. En su juventud compaginó estudios y trabajo y se licenció en Derecho cuando pocas mujeres lo hacían, y casi ninguna de clase baja.
Campoamor se convirtió en diputada en julio de 1931, un puesto desde el que luchó para conseguir el voto femenino: «Un compromiso con el voto femenino con el que se quedó casi sola», explicaba Nash, lo que retrataba la gran transgresión a la disciplina de su propio partido.
La diputada protagonizó «una intensa discusión parlamentaria ante posturas misóginas muy arraigadas en la sociedad», en palabras de Nash, en la que los otros diputados verbalizaron propuestas inconcebibles: que los asuntos políticos no podían quedar en manos de la «histeria de la mujer» o que el voto femenino se podía aceptar a partir de los 45 años, cuando se consideraba que las mujeres, textualmente, «llegaban a la maduración».
Como si el ciclo reproductor femenino tuviera algo que ver. Risa grosera de aquellos diputados y risa lógica del público de la Antiga Audiència.
Por ello, Campoamor fue denigrada y apartada de su espacio político, sin embargo, el voto femenino se pudo ejercer ese mismo 1933. Su transgresión al partido (es decir, la intransigencia de sus compañeros) la llevó a perder el escaño y a convertirse en «una figura díscola, culpabilizada, desengañada políticamente y apartada».
Su papel en la legalización del derecho a voto de la mujer, explicaba Mary Nash, no fue reconocido casi por nadie y ella fue tachada de «personaje conflictivo». Ese fue su primer exilio.
El segundo exilio de la abogada fue a Buenos Aires, dónde residió una década, y después a Suiza, dónde terminó sus días acompañada de una gran sensación de fracaso en lo que ella mismo definió como «una experiencia asfixiante».
En Suiza practicó lo que entonces todavía no se conocía como ‘sororidad’ con una amiga pero es estatus de mujer migrada, exiliada política y refugiada no la abandonó nunca. No volvió nunca a España, donde pesaba sobre ella una condena de más de doce años de cárcel, y finalmente murió sola en un hospital de Lausana.
La figura de Clara Campoamor, después de las explicaciones de la historiadora Mary Nash, resulta imprescindible para entender y reconocer la historia antifranquista, la historia de una mujer que no claudicó en ningún momento y que puso en peligro su carrera política por su objetivo. Todavía tenemos mucho que aprender de Clara Campoamor.